martes, julio 12, 2011

COPA AMÉRICA // Argentina, un retroceso que excede al resultado



El desempeño de la Selección de Batista, finalizada la primera etapa de la Copa América, reavivó distintos estados de ánímo según los implacables veridictos del público que acompaña al equipo argentino cuando juega de local: entusiasmo y decepción con Bolivia, incertidumbre y furia con Colombia, morbo y  alivio con Costa Rica. El balance es deficitario, al cabo, si se considera que, a priori, el grupo de Argentina no revestía mayores dificultades por la jerarquía del plantel nacional, pero también debido a las limitaciones de sus oponentes, algunos de ellos en proceso de transición o debilitados al no disponer de sus titulares por razones de calendario. Ubicarse segunda en un grupo accesible no deja de ser preocupante para la Selección, tanto en los resultados (2 empates, 1 triunfo) como en el rendimiento, aspecto central de las polémicas recientes en torno de los saberes del actual entrenador, y del compromiso y las aptitudes de sus figuras, siempre presentes en la crónica diaria debido a sus rendimientos en los clubes de Europa, ese mundo ajeno y admirado por muchos compatriotas.

Y más preocupante deviene este presente del Seleccionado ni bien se advierte el caudal dilapidado en apenas 3 partidos, teniendo en cuenta un escenario favorable expresado en la condición de anfitrión del equipo nacional, en el apoyo masivo del público en los remozados estadios de varias ciudades del país y en los guiños periodísticos de un sector que condenó severamante al técnico antecesor más por su gestualidad que por su ideario futbolístico. Es decir: lo que se presumía fácil para Argentina, ganar con buen juego frente a tres rivales inferiores en el marco de cierto consenso popular, derivó en una andanada de cuestionamientos que incluyeron hasta al mismo Lionel Messi, nunca tan observado como en esta oportunidad y caldo de cultivo para análisis diversos que fueron desde lo estrictamente deportivo hasta cuestiones propias de la sociología o la psicología, lo cual no necesariamente está mal a raíz de sus desconcertantes prestaciones y curiosos gestos en la cancha. Sin embargo, y como suele pasar en un país exitista con ciertos voceros poderosos que nutren a una prensa condescendiente y de análisis estrechos, Messi fue blanco de insultos desproporcionados y críticas exageradas, en un doble juego periodístico que responsabilizaba al entrenador o al jugador del Barcelona, de acuerdo con la cuota de obsecuencia o rechazo hacia Messi, sin consignar otros factores, por ejemplo, analizar a Messi más allá de resultados circunstanciales, o  promover una reflexión colectiva sobre el rendimiento del rosarino con Maradona como entrenador. ¿En serio Diego no lo supo aprovechar? ¿No había que darle continuidad a Messi con el mismo técnico, quien estuvo en el cargo apenas 1 año y medio?.

Lo antedicho es parte del problema y trasciende a este torneo: Argentina retrocedió en el momento que comenzaba a definir una identidad fútbolística y entusiasmar a sus hinchas de la mano de su símbolo por excelencia, quien comenzaba a entender y aprender los secretos del oficio de técnico. Pese a 20 mil personas que agradecieron haberse emocionado en el mundial de Sudáfrica (Argentina finalizó 5ª, la mejor ubicación desde Italia 90), la AFA una vez más priorizó el camino contrario al mandato popular, eligiendo a un hombre sin pergaminos suficientes ni antecedentes ni carisma para un cargo que le queda enorme. Aun así, Batista dispone de apoyos dirigenciales y empresariales para ganar la Copa América y, de este modo, perpetuarse un tiempito más. Sea éxito o fracaso, la conclusión parece ser la misma: con esta conducción la Selección Argentina está en manos de Dios. Del Otro Dios.

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