miércoles, septiembre 07, 2011
NOTA // Introspección
No es fácil revisar conceptos y teorías enarboladas como verdades indiscutibles durante mucho tiempo. Existen orgullos propios, obstinamientos, voces consagradas repiqueteando interiomente que tornan dificil pensar sobre otros modos y otras formas de escapar de algunas determinaciones de origen. Pero el tiempo supone cambios, de contextos principalmente, y de nosotros mismos, también, dado los aprendizajes recogidos a través de experiencias donde cuentan alegrías y fracasos, pero también nuevos puntos de vista que -tal vez- iluminan una zona oscura, algo reprimido o latente, una confusión nunca resuelta, una limitación de años para abandonar comodidades, engaños, pavorosas creencias de que el éxito -finalmente- era eso: dos minutos de abrazos encerrados en trajes ajenos, prolijitos, desprovistos de afectos y sensibilidades reales.
El fútbol es parte de los temas de una vida. Le dedicamos tiempo (mucho) y nos interpela directamente con sus fuegos envolventes y sus mecanismos sutiles e imperceptibles que incluyen al marketing frenético, las venganzas de los justos, las perversiones más hondas, la plasticidad del juego y la ilusoria sensación de que algo importante y trascendente se ciñe a 90 minutos que pasarán, como pasa casi todo. El filósofo y ensayista Nicolás Casullo lo definió mejor que nadie: "Cada uno le dará más importancia a la cultura popular o a la industria que significa el fútbol, pero desgraciadamente no pueden encontrarse ya por separado. Hay que tomarlo en su verdadera naturaleza y no plantear ni una ceguera ni un éxtasis estúpido como pretende la información televisiva, ni desde una lectura intelectual, historicista y abstracta, que no entienda lo que son las fiestas populares. Pienso que se es verdaderamente feliz en las tribunas gritando el gol del equipo (yo lo he sido, por lo menos). Se trata de un momento intensamente ritual, con muchos elementos míticos, mucho emocionalismo, con un gran aporte desde la sensibilidad y donde se cruza lo racional y lo irracional. Y eso es lo interesante".
La reflexión sigue resonando cuando los debates futboleros olvidan la dimensión política y cultural de este deporte, sus identidades en conflicto y el conjunto de mensajes nobles que recomiendan, desde una neutralidad imposible, ser solo mendigos de una jugadita, entregarse a una celebración armoniosa, o rendirse al arte de un jugador casi de videogame, que nunca parece angustiado ni fuera de foco. Mensajes persuasivos, con tonos enfáticos, aleccionadores en ese lento transcurrir de los días donde buenos y malos nunca se confunden. Porque están claros los roles y porque el dueño de la ética -impoluto- jamás revisará sus actos, posibles errores, ni advertirá el sentir de los otros..Por eso, no está de más sincerarse.Y en el gesto de sinceramiento encontrarse distinto, más o menos maduro, sabiendo que la inocencia, el primer amor, los ojos recién nacidos nutren un pasado para algunos felizmente vivido, para otros pecaminoso y atrapado en las mil formas del goce cuyo recuerdo, borroso y fatal, lleva pese a todo, a cierto deslumbramiento al haber sido el mismo en otro cuerpo.
Pasan, presurosos, los días del tiempo y del fútbol. Nuevos sentidos, por suerte, indican un futuro donde la repetición -la primera muerte- parece quedar atrás entre otros cuerpos, generosos mendigos e impresiones -tenues y graves- del vacío y el sueño común.
P.P.
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