lunes, mayo 30, 2011

ALL BOYS // El pequeño gigante



No juega asiduamente y no sé saben bien las razones de su letargo en el banco de suplentes, pero Agustín Torassa es uno de los símbolos de All Boys cuyos aportes se expresan dentro y fuera de la cancha. Por identificación con los colores, por laburo, por sus cualidades técnicas y, sobre todo, por su humildad. Contrariamente a otros fubolistas que priorizan sus intereses personales por encima de los clubes que los soportan (en todos los significados contenidos en la palabra), Agustín mantiene el perfil bajo y se exhibe apartado de las declaraciones estidrentes y ese autoencierro mental que engendra tensiones y conspira contra la armonía grupal. Por eso el cariño de los hinchas se manifiesta rotundo, los otros referentes del plantel lo apoyan y los pedidos de titularidad se multiplican ante las opciones que lo preceden. Es que Torassa supo revertir murmullos de la tribuna -especialmente durante la B Metropolitana- en base a la experiencia acumulada de conocer tres categorías del fútbol argentino, pese a sus cortos 22 años y los frescos recuerdos de su infancia chaqueña, amén de un paso fallido por Europa y Chacarita Juniors.

Su gol ante el enjundioso Quilmes, importante para acercarse a la meta de continuar en Primera un año más, es el premio merecido para este jugador que hace rato ingresó en la historia del club y ahora rubrica su nombre con otro logro reservado para unos pocos elegidos: es el segundo futbolista del club en convertir en tres divisionales (el otro es Fernando Sánchez). Un gol lleno de picardía conseguido tras un anticipo memorable, pero un gol nacido de las ganas de ratificar su protagonismo en este ciclo en el cual él hizo mucho para lauros que muchas veces se llevan otros, casualmente quienes hacen todo lo posible para mitigarlo o empequeñecerlo con desidias imperdonables para este club, deplorables estados físicos o códigos aprehendidos en mundos dísimiles al que anida en Floresta, tierra de hombres humildes y sacrificados, de ilusiones colectivas donde las estrellas serán todos o no serán. Se grita por All Boys, desde luego por la posible salvación, y se grita también por Torassa, el pequeño gigante que alumbró una noche de poco fútbol y nerviosismo extremo, instalada entre las celebraciones más prolongadas y más placenteras de los últimos años. Tan inusuales como inesperadas.



Derivado de lo anterior, hablar del juego, en este momento de emociones e intensidades imposibles de abstraerse, parecería secundario aunque existen determinados ítems para analizar. La elección de la formación titular ha sido un tema que generó controversias a lo largo de todo el Clausura, corroboradas una vez más en el duelo ante Quilmes. Partido en el cual quedaron quedaron expuestos varios jugadores, imprudenetemente confiados algunos de ellos y sin las reservas anímicas que el partido exigía, otros. La prueba estuvo marcada en las escasas opciones claras de gol generadas por el de cuadro Romero, un tema ya observado en otros encuentros, y en las imprecisiones constantes. Pero, al mismo tiempo y afortunadamente, la columna vertebral de All Boys sostiene al resto en momentos complejos, lo cual es una fortaleza anímica imprescindible para enfrentar esta serie de partidos densos, disputados, signados por la impaciencia y los costos altísimos de cometer un mínimo error. Esa columna vertebral, de hecho, fue vital para ganar partidos de enorme trascendencia como Tigre, Huracán, River, Arsenal y Quilmes, además de empatar con Boca  en la Bombonera-en el amanecer del campeonato- e Independiente -impensadamente necesitado de puntos-. De ahí que cueste establecer un juicio negativo: ya sea por los reseaguros psicológicos mostrados hasta el momento o por tratarse de instancias exigentes y definitorias.

En ese panorama, seguramente a Romero no le gusta cómo juega All Boys durante varios tramos de los partidos.Y se comprende. Como también comprende Pepe que ahora es el tiempo de los nervios y la ansiedad difíciles de controlar, razón por la cual cabe tomar estos 3 partidos que restan, fundamentalmente el primero de ellos, con rigurosa atención, máxima seriedad y calma para no sabotearse ni perder la concentración ni apostar a fórmulas ineficaces. De los errores, ojalá, se aprende.

No obstante, estos 48 puntos acumulados y el camino recorrido hasta aquí eximen de mayores cuestionamientos, independientemente de cualquier final, dado que la imágenes son muy poderosas y envolventes. Ver a Torassa, "el pibe que pinta bien" como se decía hace 4 años, convertir un gol trascendente con los colores queridos, en el filo de un mayo glorioso y con la noche de fondo, certifican que las realidades existen pero se construyen, y que no siempre es atinado fingir mesura o entrar en análisis minuciosos cuando los ánimos colectivos marcan otro tono y otro espíritu. All Boys creó esta realidad impensada a puro esfuerzo, sin que le regalen nada, convencido en las partes que lo componen de que algún día, algún impensado día, había que reescribir una historia siempre abierta, siempre estimulante y seguramente siempre compleja en sus devineres mediatos e inmediatos.

P.P.

miércoles, mayo 25, 2011

RIVER // De Aguilar a Carrizo


River, definitivamente, entró en la zona más angustiante de su trayectoria cuando justo hoy, un patriótico 25 de mayo, celebra 110 años de vida según relata la historia oficial (el Centro para la Investigación dela Historia del Fútbol desmiente su año de nacimiento mediante una rigurosa y excelente investigación). Basta detenerse en la preocupación de sus miles de hinchas, el promedio escalofriante y las escenas escabrosas de los últimos meses para dimensionar el daño que le han inflingido durante la década pasada, al punto de ponerlo delante de un descenso inminente, una mancha en su biografía con hondas secuelas sociales y deportivas para el club y sus hinchas. Imborrables, ciertamente, muy difíciles de asimilar.

Pero existen causas para explicar la declinación de uno de los dos clubes más populares de la Argentina. Se sabe, y ya se ha dicho mil veces, que se produjeron una sucesión de desaguisados cuyo responsable es José María Aguilar. River, bajo sus dos mandatos llenos de corrupción y silencios periodísticos, no solo perdió dinero y prestigio, también dinamitó su identidad, un item decisivo según la confusión que impera actualmente en Núñez. No otra cosa expresan las voces comprensivas y de apoyo a Juan Pablo Carrizo, el arquero que cometió algo más que dos errores de principiante: ofendió a la historia tras el desaire a Ubaldo Fillol, uno de los dos mejores arquero de River de todos los tiempos. Hombre de Labruna, además, a quien Carrizo debe desconocer entre sus tartamudeos en la cancha y los interrogatorios periodísticos a los que se somete gustoso. Lo del arquero y lo de ese grupo de hinchas que no pondrá dinero ni abrirá una cuenta en Twitter para pedir el retorno de Fillol expresa la desorientación de un club devastado institucional y psicológicamente, que presenta a jugadores que olvidan a sus glorias y se refugian en gestitos para la tribuna demostrando cobardía y soberbia, dos cualidades a tono -eso sí- con lo producido en la cancha.

En ese escenario de traiciones, derrotas y síntomas autodestructivos, tal vez  importe poco, muy poco, si sigue atajando o no Carrizo, los costos de reternerlo o soportarlo después de junio, el destino final de su carrera. La herida hoy demanda otras acciones, por caso recomponer el tejido interno afectado, saber que todo el mundo futbolístico excepto River espera el golpe de nocaut y tratar de terminar esto con la mayor dignidad posible. Parece una empresa verdaderamente difícil porque el daño ya esta hecho y porque lo poquito conseguido en la temporada (más puntos, otra predisposición con la llegada del Negro López, fuerte presencia de su presidente) se dilapidan en errores propios y omnipotencias que conviene erradicar, ya sea en el caso de River, como en cualquier otro club. Así, este 25 de mayo depara, para el cuadro millonario, el gusto amargo de saberse atormentado por una historia gloriosa que se le escurre. Historia que no termina, cabe aclarar, si es que otra generación de futbolistas millonarios, estudiosos del pasado y de conocer las implicancias de vestir una camiseta fundamental del fútbol argentino, logra contagiar a una hinchada desencantada e increíblemente multitudinaria y seguidora como ninguna en la actualidad.

El River de Aguilar y Carrizo, de ocurrir este cambio, terminará más temprano que tarde. En la A o en la B. Y llevará a su tumba, cuando todos se acuerden de un tal Amadeo y de un ingnoto Juan Pablo, la foto insoportable de la vergüenza.

P.P.

lunes, mayo 23, 2011

ALL BOYS // El sueño eterno


Hace un año All Boys conseguía el logro más inesperado y más rotundo de su desparejo derrotero deportivo. El 23 de Mayo de 2010 será recordado como uno de los muchos días felices de este club, tal vez el más feliz, aunque la vida siempre tiene reservadas sorpresas de las buenas y de las otras, no solo en el fútbol sino en temas verdaderamente importantes que nos atraviesan y dependen de nosotros para padecerlos, resolverlos o enfrentarlos.No obstante, los clubes constituyen reservorios afectivos fpmfr muchos hinchas depositan desmedidas esperanzas y energías, lo cual no está bien ni mal, apenas es un dato que revela las profundas implicancias culturales y sociales del fútbol en este país, y la caída o extinción de otros espacios capaces de moldear fuertes y orgullosas identidades.

Dicho esto, desde hace años vienen creciendo valiosos  aportes de los hinchas para afianzar el vínculo con su institución de referencia, silenciosos en la mayoría de los casos, ninguneados en otros desde ámbitos internos o externos, pero existentes y con un valor agregado: contribuir a fortalcerlo participando, debatiendo y proyectando iniciativas no sujetas a intereses de lucro ni motivadas por las engañosas placas del triunfo. Un ejemplo es el libro La Ilusión de Floresta, un conjunto de relatos, historias y cuentos elaborados por socios e hinchas de All Boys ( impulsado por Fernando Kosiner y Fernando García) cuyo objetivo no fue otro que dar testimonio de las particularidades, angustias, alegrías y sueños de un club barrial que gana cada tanto y declinó y se autotorturó y se repuso a distintos infortunios. Muchas de estas imágenes están condensadas en una humilde y laboriosa obra que, ascenso al margen, se debía All Boys dado la escasa bibliografía publicada y el abundante material disperso en borradores, sitios web, recortes de diarios. Obra con dos elementos adicionales, además: una escritura caliente, surgida del fragor de un gran acontecimiento, y el hecho de destinar en su totalidad los posibles réditos ecónomicos a mejorar el fútbol infantil, gesto que expresa la voluntad de dirigentes, socios e hinchas en trabajar colectivamente para el crecimiento de la institución.Sin esa unidad para apuntalar proyectos y objetivos, respaldados por la responsabilidad de los directivos y el entendimiento de los jugadores de lo que implica vestir la camiseta blanca y negra, el cuadro de Floresta no hubiese concretado 2 ascensos en 3 años, un factor decisivo -reiteramos- con miras encarar el último tramo de un torneo con emociones, sufrimientos y algunas decisiones evitables que terminan, generalmente, en perjudiciales derrotas.




El partido con Newell's -en el regreso a Rosario, escenario del triunfo que recorre las páginas del citado libro-, generaba expectativas y temores por igual. Por un lado, porque el cuadro leproso arrastraba una prolongada racha negativa en los resultados y en el juego, por otro, porque nada fue, es, ni será fácil para All Boys, equipo modesto, corajudo y extraño que consiguió salvarse del descenso directo pero no de la conflictiva e infartante promoción. Lamentablemente, Newell's volvió al triunfo tras 8 fechas por mérito propio, desde ya, aunque favorecido por determinaciones que no se ajustan a la trayectoria reciente del conjunto de José Romero. Una de ellas fue no incluir siquiera en el banco a Agustín Torassa, algo incomprensible que de tan injusto repercute en los resultados debido a alguna causa misteriosa. Las otras ya han sido apuntadas: jugadores que no están a la altura de All Boys y conspiran contra los esfuerzos de los referentes, ya sea fastidiándolos desde un altruismo ajeno a Floresta, o lisa y llanamente retaceando la llamada actitud, una de las claves de la caída en Rosario.



Pese a esto, sobran razones para festejar y mirar con optimismo el futuro. Estar en Primera, haber acumulado ruidosos triunfos, reencontrarse unidos con los afectos y enfrentar las adversidades con garra y corazón, son estímulos que trascienden a una derrota. Plasmada en un libro, allí está parte de la historia blanca y negra. Sería saludable, a 1 año de aquella victoria acaso irrepetible, reparar en los sentimientos que inspiran esta publicación para entender las razones de la celebración, la ansiedad inmanejable de estas horas y lo peculiar de un club donde la pasión, la honestidad y la gratitud son premisas innegociables. Como adelanta la obra en su comienzo, "un agradecimiento  a los jugadores, al cuerpo técnico, a los dirigentes, a los hinchas. Y sobre todo, a aquellos padres, hermanos, amigos o parientes que un día nos dijeron '¿Venís a ver a All Boys' ". Ni más ni menos que eso.

P.P.

lunes, mayo 16, 2011

PRIMERA DIVISIÓN // El mismo Alboi


El cancionero de las hinchadas atesora, en proporciones cada vez menores pero vigentes, algunas señas notorias que refieren a la identidad y a los orígenes de los clubes, impermeables al paso del tiempo. Cuando se suspende esa zona parasitaria del internismo barrabrava, sus seductoras estrofas que sirven a intereses ajenos bajo el tamiz de los distintos aguantes existentes, afloran en las tribunas lo más genuino del vínculo que establecen los hinchas con sus colores a partir de alientos inconfundibles, condimentado del saber popular manifiesto en creatividad en las letras, referencias sobre temas de actualidad y, por qué no, chicanas comprensibles contra rivales asentadas en un código común. El acervo musical de All Boys, por ejemplo, es amplio y variado: se habla, desde luego, de las reivindicaciones de su barra en aspectos que -como se dijo- no engloba en ciertos casos a la totalidad de los hinchas, aunque también de la resistencia ante las derrota, las ilusiones de progreso, las menciones a un periodismo no siempre complaciente con instuciones de menos adhesión a los denominados grandes. Lo sobresaliente, pese a los excesos que signan esta época donde se disfruta igual la derrota del odiado adversario que el triunfo propio, es la persistencia de un tipo de hinchada que se define y se reconoce como lo que es: apenas un espacio colectivo que disfruta y sufre por su equipo. Y en All Boys (también en otros clubes) la sustenta y moviliza su condición barrial, rasgo fundante y perdurable de su identidad.

En tal sentido, conviene elaborar una breve retrospectiva de ese cancionero. Era lejana, casi una meta imposible consumado el descenso de 2001 a la B Metropolitana, la posibilidad de jugar en la máxima categoría del fútbol argentino, razón por la cual pocos confiaban en hacer realidad tan pronto los cantitos alusivos a ganarle a Boca, River, enfrentar a San Lorenzo, Vélez y a Argentinos, gritar con desmesura y justificados argumentos que "Floresta es de Primera". Se trataba de una comprensible expresión de deseos y, si analiza más fino, de recordarle al mundo futbolero que ésta es una hinchada exigente capaz de tolerarlo todo (descensos, crisis económicos endémicas, torpezas involuntarias) menos el afán por intentar mejorar y superarse, acorde con el prestigio que supo ganarse tanto en el ascenso -"el capo de la B", otro hit musical- como en Primera División -"el equipo obrero", así se lo denominó en una época-, al mantener la divisional durante 8 temporadas, entre 1972 y 1980. Claro que esos cantitos de esperanza y optimismo tenían un respaldo menos perceptible, el de un conjunto de personas que nunca dejaron de trabajar por el club, asociados que experimentaron epopeyas y desengaños, acompañados de una juventud novedosa con ganas de aportar para la institución mediante campañas solidarias y acciones concretas, entre otras nada menos que la construcción de la tribuna Miranda para 4.000 personas. Sin ese entramado comunitario marcado por un puente generacional resistente, difícilmente una hinchada soñara con la Primera División en la cancha de Defensores de Cambaceres, Tristán Suárez u otros estadios menos confortables, recintos de la desesperación y el cadalso donde supo trajinar el cuadro de Floresta varios años.



Hoy las tribunas cantan por un momento de alegría inesperada que, ciertamente, parece difícil de metabolizar dado un objetivo aún no cumplido: escapar del descenso en un torneo difícil como pocos. Y está bien que así sea, más allá del designio de un resultado. El triunfo ante Arsenal, de cualquier manera, no debe subestimarse porque se sabe de la corporación que lo respalda y también de que ha sido un rival históricamente complicado para All Boys (con victorias en Floresta festejadas por 30 hinchas) y, sobre todo, por su presente comprometido en la tabla de promedios. Lejos de redondear un buen partido, el cuadro de José Romero aprovechó el gran momento de 4 jugadores hoy vitales (Cambiasso, Barrientos, Zárate y el autor de otro golazo, Emanuel Gigliotti) y de la mentalidad grupal para no perder la concentración y pensar colectivamente el partido. Así, totaliza 45 mertitorios puntos, una cifra apreciable que todavía no alcanza debido a un sistema de torneos muy riguroso con los ascendidos.

Supere o no esa cifra, lo conseguido es histórico y destacable en placas gigantescas, aunque el broche de oro para que este plantel redoble su cotización y el afecto eterno de los hinchas será sostener una categoría que, en caso de descender, volverá a ver de lejos como en años recientes vaya uno a saber hasta cuándo. De cualquier manera, el reaseguro de contar con tropas conformadas por asociados y juventudes movilizadas y activas, suma y mucho. Ellos lo intentan y lo intentarán siempre. Entonando las rimas más o menos estridentes, a casi un año de comenzar una nueva vida entre las vidas que revelan las fotos pasadas y presentes con los mismos colores. La experiencia demuestra, por tanto, el signo de distinción de esas instantáneas según su lógica de contigüidad : la combinación de los citados colores, aquí, no generan grises ni gradaciones llamadas neutras. Las imágenes denotan lo que no cambia de tonalidad y sentido, acaso lo único intacto de los mundos interiores que habitamos. 

P.P.

lunes, mayo 09, 2011

ALL BOYS // Chinito las pelotas


El chico que se negó a darle la camiseta 10 a Ariel Ortega, a quien se lo nota  muy preocupado por el presente futbolístico de River, tiene el mismo nombre que el jujeño perdido en la cárcel de sus pensamientos de omnipotencias y ovaciones concluidas. Lleva 4 años en el club, hizo goles hermosos y determinantes, tiene el rostro lleno de arrugas como muchos hinchas de All Boys que disfrutaron absortos y desencajados por el orgullo una de las victorias más importantes del cuadro de Floresta en su historia. La 10, en All Boys y en todos los clubes es sagrada, remite a jugadores entrañables identificados con el club, no se olvidan de un día para el otro ni merecen el juicio ignorante y descalificador de quienes venden falsas ilusiones en formato de fama, luminarias intocadas, soberbias ensimismadas por el influjo envolvente de un nombre, desconociendo la trayectoria de las instituciones donde anidan solidaridades y trabajos conjuntos que refuerzan los lazos de identificación con los hinchas. Porque primero está el club, su linaje acumulativo de tristezas y alegrías, y después los sujetos que lo componen. El chino Ariel Zárate, de él hablamos, integra ese grupo de referentes y glorias de All Boys que usaron la 10, como otro Zárate que alumbró en Floresta, el Monito, exquisito futbolista de los años '80 del cual muchos desconocen su biografía de amor y compromiso con los colores blanco y negro. Parafraseando una escena de la película Gatica, de Leonardo Favio, las palmadas de afecto en la victorias, los comentarios acomodaticios, seguro provocarán en el actual 10 de All Boys una reacción similar a la que se exhibe el Mono Gatica en el filme: "Chinito las pelotas".
No jugó del todo bien Zárate con River, es cierto, aunque se valora, y mucho, el notorio cambio de imagen del equipo de José Romero tras su inclusión como titular.



Pero la histórica tarde-noche del Monumental, a su vez, mostró a un jugador que honra la estirpe de los 9 que pasaron por All Boys, si bien con otro número en sus espaldas. Emanuel Gigliotti, figura determinante del partido, demostró con entereza profesional y elogiable contracción al trabajo que este venturoso presente demanda respetar a quienes lo hicieron posible al exhibirse como parte de un colectivo conformado por jugadores, socios e hinchas y dirigentes que se trazaron objetivos ambiciosos. Objetivos que podrán o no cumplirse pero nacidos de la humildad y la ilusión, conscientes de los obstáculos por delante, de ese pasado postrado en los terrenos anónimos al cual no llegan los grandes medios de comunicación e impera cierto espíritu amateur, disonante con las estrellas actuales bien remuneradas que exigen jugar sin razones que lo ameriten. Lo de Gigliotti es una enseñanza para quienes tomas decisiones, se ganó un lugar con paciencia, sin reclamar nada pese a aportar goles muy valiosos en la B Nacional, y lo suyo tiene correlato en esos 9 que absorbieron los mandatos y las peripecias de un cuadro complejo y sencillo como All Boys, expresados en una lista extensa en las dos décadas y media recientes. Allí figuran Adrián Czornomaz, Gustavo Bartelt, Gabriel Bordi, Pablo Solchaga y Mauro Matos, este último cuestionado recientemente por un sector aunque clave para conseguir el ansiado ascenso a Primera División.



El otro apellido responsable de la jornada con tinte de hazaña fue Nicolás Cambiasso, que atajó como lo hiciera en encuentros trascendentes de la B Metropolitana y la B Nacional a partir de su liderazgo, con el añadido -además- de sumar un récord que difícilmente olvide en su vida: no recibió goles de River y Boca en una temporada donde los enfrentó. El arquero formado en Argentinos Juniors y ex hombre de El Porvenir, de este modo, se toma revancha de dos actuaciones fallidas (Quilmes y Estudiantes) en Primera División, reafirmando que la divisional no le queda chica y -sobre todo- que pasaran largos años para ver en Floresta a un arquero como Nicolás, de andar desprolijo y alma de potrero susceptibles de comparacíón con los viejos guardavallas del fútbol argentino en general y de All Boys en particular. Nuevamente aparecen rastros de la historia cuando emergen, rotundos, los nombres de Brunetti, el Loco Seria y Urquiza.

También es para destacar, otra vez, las virtudes de apostar a Pepe Romero como responsable de un proyecto institucional serio y a largo plazo. Contra River eligió once intérpretes acordes con el desafío, especialmente por las inclusiones/confirmaciones de Rudler, Matos y el uruguayo Rodríguez, de flojo rendimiento con Argentinos y nuevamente sobresaliente ante el cuadro millonario con un gol emocionante. Pero lo que se advierte, al margen de un éxito transitorio, es la predisposición y la fortaleza anímica del equipo en encuentros clave. No resultan casuales, en tal sentido, ni el entrenador que conduce este ciclo ni el tiempo en que se consuman logros como estos: Pepe fue titular en la única victoria de All Boys hasta ayer en el Monumental, año 1973. Finalmente, los hinchas son parte sustantiva de este proceso. Por fidelidad, por convicción y por la innumerable cantidad de esfuerzos desinteresados que se despliegan en los bordes de un club donde la felicidad y la dicha ocurren cada tanto. Ante Boca, River e Independiente, de visitante, el cuadro de Floresta movilizó multitudes apasionadas, curtidas en desengaños, jóvenes y escépticas.

Por eso no hay uno, dos o tres nombres que explican la victororia de All Boys. Acá, desde luego, existen responsables más importantes que otros, sumidos en un todo según criterios de solidaridades y esfuerzos grupales capaces de resistir gruesos errores. Una construcción social y deportiva paciente orginada en un barrio que alcanza dimensiones importantes con su representante futbolístico.Cuestión de pelotas y de pasiones sufridas que, cada tanto, generan desahogos circunstanciales y lo deseado y tan temido que regla el sentimiento de cualquier hincha. Vivir para contarlo.

P.P.

viernes, mayo 06, 2011

ARGENTINO A // La banda de Guillermo


Luego de 9 ajetreados años en la segunda categoría del fútbol argentino, la Comisión de Actividades Infantiles, popularmente conocida como "La Cai", descenderá al Argentino A producto de una sumatoria de malas campañas que, tarde o temprano, decantarían en este inevitable  final. Del equipo chubutense cabe reconocer la tenacidad para sostenerse en la B Nacional, habida cuenta de su estructura humilde, la ubicación alejada de los grandes centros urbanos, y la fortaleza por enfrentar con llamativa audacia los escollos de una divisional competitiva, tal como muestra el inédito hecho de ganar 4 promociones para conservar la categoría ante Racing de Córdoba, Atlético Tucumán, Patronato de Paraná y Ramón Santamarina de Tandil. Su paso por la B Nacional deja emotivos partidos y muy buenos jugadores (Andres "Cuqui" Silvera, Mario Santana, José Tabares, Sergio Romero, Sixto Peralta, Lucas Villafañes, Matias Soto Torres, Mauro Villegas, entre tantos otros), además de inscibrir su nombre en el fútbol grande, algo que quedará en el registro de la historia robusta y fascinante que nutre al asenso argentino. Se lo va a extrañar.

Pero la región patagónica no perderá un representante ni su fútbol quedará olvidado entre el viento seco y los sedimentos áridos del sur, dada la probable consagración de Guillermo Brown de Madryn, puntero del torneo con nombre risuñeno (Nonagonal) en el marco de su mejor temporada en 66 años de historia. Los números devienen elocuentes: de 35 partidos jugados, Brown ganó 20, empató 13 y perdió apenas 2, una cifra que sorprende a raíz de la paridad del certamen, los continuos viajes y las intrincandas instancias que contempla el campeonato. Las razones del eventual título remiten a protagonistas similares al de otros campeones, es decir dirigentes, jugadores y cuerpo técnico constunciados con un ambicioso objetivo. Sin embargo, aquí hay particularidades que tornan muy meritoria la campaña de Brown. El progresivo crecimiento de la institución, de hecho, tiene un antecedente por demás curioso ya que en el año 2000 el club inauguró la primera cancha de césped natural en esa zona del país en un encuentro amistoso ante Chacarita Juniors. Se trató de un acontecimiento relevante para el club pero también para la ciudad, no habituada a exhibir colores verdes en su suelo frío por causas relativas a su clima semidesértico.



Envalentonado por esos esfuerzos y la concreción de una obra mayúscula, deportivamente llegaron los
primeros grandes logros: el ascenso al Argentino A (2003) y el torneo Clausura (2007) que lo dejó a un paso de llegar a la B Nacional (perdió la promoción con Ben Hur de Rafaela). Este posible ascenso en 2011, por tanto, confirma un recorrido marcado por el activo papel desempeñado por dirigentes y asociados, notorios responsables del expectante y feliz momento que atraviesa la institución. El otro gran aporte proviene de su entrenador, Arnaldo Cacho Sialle. De físico intimidante, Sialle jugó en Newell's, Douglas Haig y Central Córdoba de Rosario -entre otras entidades-, aunque el reconocimiento le llega hoy desde su condición de entrenador. Y suena lógico más allá de que, arguyen en Madryn con exageración, los rivales minimizan los méritos de Brown y de su técnico. De cualquiera manera "El equipo de Cacho de Rosario", como lo llaman en la ciudad patagónica, deja una huella en el ascenso por el orden, la eficacia y el temperamento que supo transmitir su entrenador y, fundamentalmente, por lograr que una entidad para muchos desconocida -no solo por el reclamado federalismo- acredite su máxima conquista como es disputar por primera vez el torneo de la B Nacional. Sialle, por último, fue quien eligió a futbolistas con destacados atributos, entre ellos el arquero Sebastián Pereyra, los volantes Maximiliano Zbrun y Nicolás Ballestero y el trío ofensivo que conforman Mauro Fernández, Diego Gimenéz y Juan Manuel Tevez, quienes computan 44 goles convertidos si se suman sus anotaciones.

Sorpresivamente, entonces, el club cuyo nombre se inspirara en un marino de Puerto Madryn en los años '40, el ahora recordado Almirante Guillermo, y apodan La Banda por el modelo de camiseta similar a River (aunque de color celeste), se acerca a la B Nacional, generosa en cupos y bienvenidas a los paisajes tan lejanos y atractivos como cargados de extrañezas y novedades.

P.P.

miércoles, mayo 04, 2011

FÚTBOL SUDAMERICANO // Vencidos



El calendario 2011, transcurrido menos de la mitad de su desarrollo, presenta 3 competencias de relieve para el fútbol sudamericano. En el ámbito de selecciones, se sabe, tendrá lugar la Copa América, un torneo interesante y rico en matices cuando no coincide con las eliminatorias, mientras que en el de clubes la Copa Libertadores y el Mundial de Abu Dhabi constituyen dos estímulos indisimulables a raíz de su sustantiva historia, el impacto mediático en una época dominada por las tecnologías de la información y, claro, su rédito económico. Y como estamos en el momento del año en el cual se definen los torneos más importantes de América y de Europa, no parece inoportuno ni anticipado referirse a uno de los dos campeonatos citados, el Mundial de Clubes que reúne a los ganadores de los 5 continentes.

Novedoso en su formato -antes dirimían el certamen, en Japón, los campeones de Europa y América del Sur-, desde su implementación definitiva en 2005 los ganadores pertenecen a países futboleros de raza según la nómina que se desprende del historial: 2 de Italia, 2 Brasil, 1 España y 1 Inglaterra. Una lista que, de todos modos, suscita algunas apreciaciones, entre ellas la preeminencia de Europa que desmentiría -a priori- el supuesto desinterés de sus representantes; la ausencia de clubes argentinos habida de cuenta de que en el viejo sistema de disputa (la Copa Intercontinental) acumularon la mayor cantidad de títulos; y los discretos desempeños de los campeones del resto de los Continentes. Apenas una excepción, cabe señalar, ocurrió el año pasado tras la clasificación a la instancia decisiva del TP Mazembe Englebert, de Congo, quien postergó a uno de los candidatos que habría protagonizado un duelo especial con su homónimo de Italia. Del Inter de Porto Alegre, equipo en cuestión, corresponde destacar su recorrido en los últimos años, sus fortalezas y debilidades actuales, entre ellas aquella fallida participación en 2010 y la reciente e inesperada eliminación con Peñarol en la Libertadores de este año.



Próximo a disputar con Gremio las finales del campeonato Gaúcho, el torneo estadual que lo encuentra como el más ganador con 39 títulos contra 36 de su histórico rival, Inter hasta 2006 era un club tradicional de Brasil, por supuesto muy popular, único en Brasil en no descender de categoría, pero sin ninguna conquista fuera de su territorio. Porto Alegre, desde este rincón del mapa, refería futbolísticamente a Gremio, dos veces ganador de la Libertadores, equipo de linaje y jugadores aguerridos, casi siempre temido por sus adversarios regionales debido a la localía fuerte en su estadio amplio de acústica ensordecedora. La situación cambió en los años recientes tras una sucesión de éxitos del equipo Colorado al obtener la Libertadores 2006 y 2010, el Mundial de Clubes (2006), la Copa Sudamericana (2008) y la Recopa (2007) que lo ubicaron en otro estrado internacional -valga la paradoja-, además de 6 estaduales de 9 en el orden doméstico.

Logros derivados de un proyecto deportivo-institucional exhaustivo que reposicionara al Inter en el plano local pero también al fútbol gáucho a nivel mundial, al combinar la conocida técnica del jugador brasileño con otros aspectos como una eficiente preparación física expresada en la garra y mayores cuidados en el rubro defensivo. Logros, además, con aportes argentinos (Andrés D' Alessandro, Pablo Guiñazú y Roberto Abondanzieri), buen fútbol y triunfos de altísimo valor, por caso la victoria sobre el Barcelona en el Mundial de Clubes 2006. Y logros que, pese a algún traspié circunstancial, no menguaron el deseo de sumar nuevas estrellas y medallas según dos desafíos para este. El primero, se dijo, era la Libertadores, donde Inter se mostraba sólido para obtener el primer bicampeonato de su historia conducido, nada menos, que por Paulo Roberto Falcao, gloria del fútbol brasileño que retornó en condición de entrenador al club donde debutó. El segundo es dejar su marca en el Brasileirao, el torneo que le falta obtener en este período de continuos festejos.Un campeonato extraordinario, seguramente de lo mejor para ver en el segundo semestre, teniendo en cuenta los clubes intervenientes y sus protagonistas. Repasemos: Fluminense (último campeón) con Darío Conca, el portugués Deco y Fred; San Pablo (el más ganador con 6 títulos) al sumar a Rivaldo y Luis Fabiano; Flamengo (el más popular de Sudamerica) con Ronaldinho; y el Santos, ya clasificado a los cuartos de final de la Libertadores, que tiene en su plantel a tres grandes jugadores como Neymar, Ganso y Elano.

El Inter no parecer ser menos en esa exigente disputa, dado que fichó a Mario Bolatti y Fernando Cavenagui, otros dos argentinos de jerarquía, y mantiene un estilo basado en el protagonismo para hacerse respetar y la genuina obsesión para persistir en el triunfo. Lo destacable, al margen de un ciclo que se interrumpe transitoriamente, es reconocer a un equipo ganador sin tantos elogios ni falso patriotismo como los que recaen sobre los clubes de Europa (de hecho, en Argentina, un sector minoritario accede a observar por televisión el fútbol de Brasil) pero con virtudes de sobra. El premio final hubiese sido una revancha en el Mundial de Clubes, tal vez con la presencia del Barcelona y su estela de fieles que reivindican un fútbol lujoso y lejano. Que es apenas una parte del fútbol, mucho más rico según los componentes emocionales,  los afectos localizados y su asombrosa tendencia de nivelarlos a todos. Porque, al cabo y además de no ser cierto, ¿tiene sentido ponderar el buen fútbol de un invencible que encontró la fórmula sagrada por más bella y fascinante que sea? Por fortuna, las respuestas del juego no fueron redactadas. Y la historia está llena de incertezas, contingencias y estupores. Al menos en América del Sur.

P.P.

lunes, mayo 02, 2011

ALL BOYS // El trabajo como castigo



Un duelo esperado por los hinchas de All Boys, especialmente para los más chicos que crecieron entre alegrías continuas y los dictados nocivos del aguante, se jugó un sábado. Y el sábado, en otra época, era el día reservado al fútbol del ascenso, ámbito de pasiones profundas y personajes secundarios en el cual -como se dijo- el cuadro de Floresta atravesó momentos de prosperidad y decadencia durante la mayor parte de sus 97 años de despareja trayectoria. Casualidad o no aparte, el llamado clásico no podría haberse jugado el domingo dado que en Argentina, y con buen tino, se paralizó la actividad futbolística al conmemorarse el Día del Trabajador, muy especial en nuestro país por los datos actuales que indican una cifra bajísima de personas sin empleo (oscila entre el 7 y 9 por ciento según mediciones oficiales y consultoras privadas) pero también por la persistencia del trabajo informal y, más grave aún, por los casos de personas sometidas a condiciones de esclavitud, como salió a la luz en distintas provincias.

Menos grave en sus efectos e importancia, el tema del trabajo y sus significados tiene relación directa con el pasado y presente de All Boys. Porque a partir de reivindicar esa cultura donde caben esfuerzos grupales, tenaces y solitarias batallas, solidaridad entre compañeros, el cuadro de Floresta llegó a la Primera División. Impensadamente, sin dudas, aunque lejos de remitir al azar o la bendición de alguien, entre otras razones por la tarea responsable, sostenida, asentada en roles repartidos y reglas claras, y por el orgullo de constituir un colectivo donde las fotos del éxito y del fracaso pertenecen a todos. Ya en la máxima categoría, si bien subsiste cierta comunión en base a premisas de cooperación y humildad, aparecieron elementos extraños y perjudiciales en el itinerario de este ciclo debido al encandilamiento ante las cámaras de algunos protagonistas y el perfil psicológico de determinadas incorporaciones. Que no son la única explicación de un equipo que viene cumpliendo una actuación desteñida en el Clausura pero sí transmiten confusión. Para los hinchas, fundamentalmente, y para los jugadores y cuerpo técnico que hace un lustro visitaban estadios destemplados y praderas de confines bien ajenos y bien difíciles.



No es otra cosa que la confusión, de hecho, lo que motivó el fastidio de uno de los jugadores más representativos de este plantel, Ariel Zárate, figura del equipo hasta el momento de su insólito reemplazo en el partido con Argentinos Juniors. Sin omitir ciertos vicios de Zárate expresado en su malhumor y privilegios que reclama, se comprende la actitud del diez dado que desde su inclusión como titular ante Lanús, All Boys mejoró mucho su juego producto de la inteligencia del Chino, del compromiso para ofrecer una alternativa en momentos de sosiego y del recorrido que lleva en el club al cual conoce como otro puñado de futbolistas que desde hace 4 años o más arribaron a Floresta. Llaman la atención, en ese sentido, las opiniones del relator y comentarista de la Televisión Pública, Rodolfo De Paoli y Oscar Martínez, quienes se enojaron por la reacción de Zárate ante el cambio, revelando su escasa concentración en el partido (el Chino era el mejor de All Boys) y el desconocimiento del devenir del cuadro de Romero en los últimas temporadas. "Por favor Zárate, el que te reemplaza es un chico llamado Ortega, no sé si te suena", dijo el relator y ex técnico de Argentino de Merlo. Viene bien decir algo, entonces, para evitar nuevas confusiones: Ortega es a All Boys lo mismo que Bieler a Racing.

Sorprende más, de cualquier manera, el cambio de José Romero. Otra vez se premia al que parte de atrás por errores propios, desatenciones, falta de profesionalismo y solidaridad con los compañeros. No es caerle a Ortega porque sí, no existe ningún encono especial con el jujeño, pero negar la ayuda para tratarse desde repentinos cambios de conducta que lo muestran "compenetrado" y "con mejor ánimo" parecería una treta que el técnico, tal vez, no advierte. O sí: la recurrente postergación de Agustín Torassa es otro ejemplo contundente, del cual ya comentamos sus implicancias: castigo al que trabaja, dádivas para los que siguen en sus giras desvariadas de entresemana. Allí está otra vez Fabbiani, ocupando espacios en los nuevos diarios del show tras una denuncia de abuso deshonesto que lo involucra, desde ya, a raíz de su condición de habitué de pomposos boliches.

He ahí una causa de este All Boys inestable y desprolijo que aburre y emociona, afortunadamente. Y que parece enfocado a conseguir el objetivo, como quedó demostrado en el deslucido encuentro con Argentinos. Partido que no jugó bien, sobre todo por la inviabilidad de apostar a dos nueves de área y la ausencia del promisorio Víctor López en la franja izquierda. Partido vacío, sin público visitante y con el fondo gris de un sábado parecido a los días del ascenso. Olvidable, ciertamente, como los nombres y situaciones extrañas que deambulan por Floresta, impropios para un club que celebra el 1º de mayo desde los sudores y luchas que signan su historia.

P.P.