martes, octubre 25, 2011

ALL BOYS // Batallar en la mediocridad



Hugo Barrientos, para muchos hinchas de All Boys, se ha convertido en un referente de este plantel, una pieza vital insustituible: por merecimientos propios y contigencias ajenas. No caben dudas de su liderazgo y de su presencia intimidante, esa capacidad para ocupar correctamente los espacios, ordenar a sus compañeros y frenar los impulsos rivales cuando persiste la tendencia de retroceder en el campo sin criterio ni estrategia. Argumentos que justifican su condición de hombre valorado en el club, ayudado por el retorno fallido de un futbolista nacido y criado en All Boys, Darío Stefanatto, de cuyo rendimiento actual sorprende la endeblez y ralentización de movimientos, junto con la desorientación para cumplir con una de los roles más importantes en un equipo: el de mediocampista central, el viejo 5 que, en Primera División, mutó al 23, al 37 o al 44.

Pero el ex Huracán padece de la intemperancia y de los excesos que conspiran, algunas veces, contra el cuadro de José Romero, además de conductas lindantes con la antideportividad, como ocurrió ante Banfield, en el Apertura 2010 y algún otro encuentro previo al recordado partido con Racing, a comienzos de año.Frente a Newell's, un adversario joven e inexperto, Barrientos volvió a padecer el síntoma de su inestabilidad al ser expulsado a los 15 del Primer Tiempo, con el agravante -repetimos- de que se trata de un jugador hoy clave y de que restaban 75 minutos por delante. Expulsión justa, cabe decir, pero que no exime de culpas al árbitro Ceballos, quien no obró del mismo modo con Ferracuti -por reiteración de faltas, alguna alevosa- y dejó pasar un claro penal en favor de All Boys. En ese sentido, se comprende el fastidio de la gente con el juez y sobre todo con la AFA, entidad que parece mortificada con el cuadro de Floresta ni bien se repasa la cadena de errores que perjudicaron al equipo. ¿Razones? Difícil saberlo, como cada movimiento que ocurre en esa institución que el Gobierno Nacional debería intervenir y refundarla con dirigentes idóneos y honestos, pese a cualquier costo deportivo que deba pagarse.

Sería necio, de todos modos, explicar este presente en promoción solo desde fallos arbitrales adversos. Porque a las equivocaciones groseras de los jugadores (hoy Barrientos y Quiroga, ayer Quiroga, Stefanatto y Vella, por citar algunos nombres) se suma un hecho notorio: All Boys casi nunca juega bien, lo cual torna imposible salir de la zona de peligro y enderezar el rumbo. Y no produce buenas actuaciones porque no abundan futbolistas de jerarquía y se revela un fracaso, aunque suene fuerte la expresión, del proyecto diseñado para la actual temporada: improvisado, con estimaciones apresuradas sobre las unidades a conseguir y estrecho en objetivos para esta oportunidad única en Primera División. Así, All Boys naufraga en la peor de las mediocridades, la de la impotencia y sus rendimientos casi calcados de partido a partido, tal como demuestra una campaña indecorosa que no registra triunfos de local (3 empates, 3 derrotas, todas ante competidores directos) y ve de cerca el fondo de la tabla (apenas 3 puntos lo distancian del último lugar).

Tampoco alcanza con la tenacidad y ocasionales destellos de rebeldía. Ante Newell's el cuadro de Romero dejó todo para llevarse la victoria en base a la garra de algunos jugadores pero ni de ese modo logró ganar. Situaciones que expresan las hondas carencias de un equipo al cual se le viene -como si fuera poco- un fixture empinado y de pronóstico nebuloso. Primero con San Lorenzo, adversario en la tabla de los promedios, en condición de visitante, sin Pérez García y Barrientos, y con la experiencia fresca de Banfield, otro apremiado que salió a flote con All Boys. Después vendrán Independiente, exigido tras sucesivos traspiés, y San Martín de San Juan, en la región cuyana. Huelga abundar en las dificultades que conllevan esos dos duelos.

Los escenarios futuros, por tanto, dan para preocuparse cuando solo el esfuerzo y alguna situación fuera de libreto sostienen tenues ilusiones. Ya con la presunción instalada de que los agradecimientos por lo obtenido, justos y merecidos, en exceso puede redundar en rémora conformista. O peor: causante de estancamiento y retroceso.

P.P.

domingo, octubre 23, 2011

FÚTBOL ESPAÑOL // Así gana el Madrid



La Liga Española, desde hace algunos, dejó de ser un torneo abierto, estimulante y equitativo para convertirse en una competencia entre dos clubes-empresa vigorosos, de linaje, respaldados por proyectos deportivos dísímiles cuya única coincidencia, importante si la hay, remite a su poderío económico. Barcelona y Real Madrid, de ellos se trata, protagonizan un duelo que no admite ni podría admitir la presencia de otros equipos en la disputa, debido a intereses de marketing, pero fundamentalmente a raíz de las enormes distancias que los separan del resto en cuanto a planteles, presupuestos, estructuras y objetivos en torno de ratificar o inaugurar liderazgos.

Ocluidos los interrogantes sobre un torneo de previsibles ganadores, signado por la lógica y la disparidad, el atractivo radica -una vez más- en cuál de los dos gigantes se quedará con la Liga. Y esta temporada, a diferencia de las anteriores donde el Barcelona se reveló rotundo e infranqueable, se vislumbra cerrada en su definición a raíz del gran equipo diseñado por Mourinho en el Real Madrid, candidato nuevamente a retornar al centro de la escena en base a un equipo contundente, sólido y, mal que le pese a muchos, vistoso. No casualmente marcó 28 goles en 8 partidos, dos más que el Barcelona, y exhibe un poder de fuego demoledor a partir de un póker de estrellas variado, algunas de ellas en altísimo nivel: Cristiano Ronaldo, Higuaín, Kaká, Benzema, Ozil. Pero lo que torna favorito al cuadro merengue, además del desnivel que producen sus figuras, es la mística de conjunto inculcada por Mou, severo en sus modos desde ya, aunque inteligente para tocarles el orgullo a sus dirigidos tras acumular una serie de deshonras, y apostar a un esquema agresivo, consciente de las exigencias y las expectativas de un público ilusionado con revivir épocas de gloria.

El entrenador portugués, justamente, es mirado con recelo en Argentina por algunos sectores periodísticos, ya que le adjudican pragmatismo en sus planteos, sazonados con cuestionamientos sobre su alto perfil, sus desmesuras y supuestas mañas. También, claro, la crítica a Mou se ciñe, indirectamente, al juego deslumbrante del Barcelona de Messi, la verdad revelada del fútbol para muchos de sus defensores, aparentemente incapaz de caer en artimañas o tropelías tendientes a obtener el triunfo. Sin embargo,y a modo de ejemplo, la semifinal de la Copa de Campeones de 2010 entre merengues y culés mostró que hasta el más impoluto y generoso con el espectáculo, de acuerdo con los dictámenes de esa prensa dueña del gusto de todos, no escapa del exitismo y las tretas. Repasando: Pep Guardiola sembró sospechas sobre el arbitraje, en un claro gesto exculpatorio de cara al duelo definitorio, al tiempo que condicionante en torno de los movimientos del juez. O un año antes, en la Champions 2009, donde previo a la segunda semifinal entre el Barcelona de Guardiola y el Inter de Mourinho, Piqué -jugador blaugrana- declaró amenzante: "Los jugadores del Inter se arrepentirán de ser futbolistas durante los 90 minutos". Lo cual supone, al menos desde una lectura no regida por juicios preconcebidos, que la historia de buenos y malos no explica un fenómeno complejo, contradictorio, lleno de discusiones y con márgenes difusos para postular una única ética -o al menos su carácter irreductible según la lente con que se mire-como es el fútbol.



En el libro del periodista Sandro Modeo, Jose Mourinho. El entrenador alienígena, se formulan algunos comentarios sobre los principios, las conductas, los encorsetamientos y los caminos para llegar al éxito en este deporte -como decía el ensayista y escritor Nicolás Casullo- "que reúne la industria cultural con la cultural popular", y donde "desgraciadamente no pueden encontrarse ya por separado". Dice Modeo en un tramo de la obra: "A Mourinho le horroriza tanto el aburrimiento, la repetitividad inerte, la pobreza constructiva de la no comunicación futbolística que prefiere el estruendo, la invención, la transgresión, todo lo que constituya algo, en vez no tanto del vacío como de la nada (..) El sermón contra la "prostitución intelectual", los enfrentamientos dialécticos con Rainieri y con muchos otros colegas, las ocurrencias metafóricas (el "ruido de los enemigos"), los eslóganes pop ("los cero títulos") convergen en un rechazo sistemático de bajar el tono entendido como aquiescencia a la norma castradora, como si fuera una apatía camuflada de sabiduría. Mourinho algunas veces puede errar, incluso descarrilar, pero su constante invitación a la transparencia del enfrentamiento es una invitación implícita a ver a contraluz precisamente la alternativa humillante de esa nada: una nada, conforme y contigua a una hipocresía desidiosa y, en el fondo, silenciada".

No es para despreciar ni minimizar las voces que intentan incomodar, pese a los excesos y las posibles manías. Entre los grises que abruman en el fútbol y la vida acaso se trate de una virtud. Como este Real Madrid de Mou que habrá que tener en cuenta por su juego atrayente. Un desafío a las correcciones, las poses simuladas, el gusto, y la apropiación de determinada ética.

P.P.

martes, octubre 18, 2011

ALL BOYS // Voluntades



A los ciclos exitosos, generalmente, les suceden momentos de confusión, de dudas, de retrocesos y de profundas turbulencias ante un reto mayúsculo: sostener ese período de gracia en base a nuevos triunfos, sin tiempo para repensar errores ni defecciones sucesivas que socaven años de esfuerzos frente al sueño por fin consumado. Caídas las certezas, disipados los reaseguros de saberse perdurables en la armonía y la calma, cuesta enfrentar las contingencias y las incertidumbres por delante, en cualquier ámbito, lo cual es lógico si bien demanda un esfuerzo, algo del orden de la voluntad, para asimilarlas apartados de la resignación o la quietud.

Para sorpresa de muchos, All Boys concretó una hazaña que, da la sensación, todavía resuena en varios planos dada su magnitud. Y se vislumbra en los gestos de sus hinchas a partir de las reacciones dispares que suscita el discreto desempeño del cuadro de Floresta en este torneo: mientras algunos exigen más de lo esperable y esbozan cambios de jugadores con apresuramiento y atendibles razones, otros repasan la trayectoria del club, la estada prolongada en los contornos derruidos del ascenso. Respuestas comprensibles que nos abarcan a todos, cabe aclarar, y que indicaría lo difícil de absorber cambios bruscos en un lapso breve, de revalidar triunfos en la era de la urgencia y, lo dicho, de aceptar que nadie tiene el futuro comprado, se llame Boca, River o All Boys. Por eso, aceptado que esas reacciones disímiles de los hinchas parten del amor genuino por la institución, acaso conviene ser prudentes y no enmarañarse en disputas internas pensando que los logros conseguidos, el presente anhelado en Primera, la visibilidad repentina de estos días para quienes jamás supieron de la impronta de este club, nacieron del impulso y de los deseos colectivos de un barrio pasional, arrojado, solidario y unido para pelear por una diversidad de causas, entre ellas la de su club emblema.

De cualquier modo, resulta imposible abstraerse del presente del cuadro de José Romero y no sentir impaciencia. No solo por otra actuación descolorida en el torneo, en este caso ante otro rival directo como Unión, sino por las cada vez más notorias fallas en la planificación, expresadas en un plantel limitado y de relativa jerarquía, acompañado de un discurso oficial que no ejercita la autocrítica, arrumbado en sus aciertos -que los tuvo y muchos- pero insuficiente teniendo en cuenta -como ya se dijo- este momento ideal, acaso único, de fortalecerse institucional y deportivamente en Primera División. No parece ser éste, por tanto, el momento de hacer la plancha, hay razón de sobra para estar alertas y exigir replanteos y soluciones desde el principal soporte que tiene All Boys: su gente. Lejos de resignarse, en estos días inciertos, la experiencia ha dado de muestras de la tenacidad de hinchas y socios para revertir y corregir lo que está mal, ya sin garantías, con o sin billetera, ojalá conscientes de que la participación es el arma principal de los clubes que proyectan un futuro mejor.

En la asamblea de socios del próximo 30 de octubre, por tanto, hay una cita.

P.P.

viernes, octubre 14, 2011

ASCENSO // Otro Brown



El ascenso, zona donde conviven exclusiones, heroísmos, pasiones arraigadas sobre cementos monocordes, mundos perdidos e invisibles para muchos, relatos del derrumbe y de la redención impensada con sus idiomas propios y sus fidelidades obtusas, guarda siempre una sorpresa y una historia peculiar, un nombre escondido en otros nombres semejantes y diferentes. Brown de Adrogué es uno de esos clubes que merecen una mención especial, seguramente por este presente deportivo venturoso, aunque su trayectoría, los núcleos que la soportan, tornan pertinente referirse a la institución del sur bonaerense, situada en el de Partido Almirante Brown, próxima a Burzaco y Longchamps, después de Temperley, según el recorrido obligado y consecutivo que los hinchas del ascenso han hecho alguna vez en el exaltado tren Roca. Viaje enigmático y de rivalidades encendidas, de aglomeraciones acordes con la densidad del territorio en el cual anidan, entre otras bullicios y deslumbramientos, decenas de clubes de fútbol repartidos en las 4 categorías que suceden a la Primera División, sin contar los torneos Argentinos A,B y C.

Hablar de Brown es dar cuenta, por citar algunas de sus características, de una reconocida entidad de la Primera C (36 temporadas), fundada hace 66 años desde la entrañas de otro deporte (Pelota Paleta), cuyos colores celestre, negro y rojo aluden a dos clubes importantes de la localidad durante el primer cuarto del siglo XX: el Club Atético Adrogué y el Club Nacional. Como se dijo, la mayor parte de su biografía, instituida la etapa profesional, remite a la actual cuarta categoría del fútbol argentino, aunque también supo jugar en la D y en la B Metropolitana, divisional en la que se afirmó hasta hoy tras su recordado y  esperado ascenso en 1998, por primera vez. Trece años, por tanto, lleva el cuadro tricolor en la B Metro y parece evidente que haberse mantenido tantas temporadas en una categoría desconocida , con un presupuesto acotado y una estructura modesta, expresa la estratégica visión de muchos de sus dirigentes, el trabajo sostenido en inferiores y los progresos que llegaron del acompañamiento de sus socios y de su comunidad. Que son, siempre, los pilares sobre los que asientan los proyectos perdurables en el plano deportivo.  

Este club cuenta, además, con experiencias pasadas dignas de consignar. En sintonía con su presente de triunfos continuos y asados de camaradería, otras veces ilusionó y amagó con desembarcar en la codiciada B Nacional al clasificar a varios torneos reducidos que entregaban un boleto, dos de ellas muy evocadas por sus hinchas, en las temporadas 99/2000, dirigido por Vicente Cristófano, y en la 2001/ 2002, conducido por el ex River e Independiente, Daniel Raimundo (también en el banco en el primer y hasta ahora definitivo ascenso a la B Metroplitana). Aquel equipo de 9 años atrás tenía un poder de gol notable que le permitió acceder a las semifinales (cayó ante Ferro), a partir de dos nombres que hicieron un arsenal de goles: el Chavo Lema y Gastón Grecco marcaron 50 tantos en aquel campeonato. Grecco, curiosamente y retornado al club en 2007, es una de las claves del presente de Brown y una leyenda vigente del ascenso y del cuadro de Adrogué, como parte de una nómina extensa de ilustres que acredita el Tricolor, algunos a partir de las resonancias que bullen de sus apellidos: Juan Mario Testone (célebre entrenador), los citados Raimundo, Lema y Grecco; Horacio Attadía, los duplicados Gónzalo González y Ramiro Rámirez; Néstor Sicher, Adrián Zen Bonacorsi,  Salvador Azerrad, entre otros.



 Ese perfil de institución pujante y en buena medida exitosa encuentra motivos de orgullo en sus viejos y actuales clásicos. Con San Martín de Burzaco, el más importante, mantiene amplias diferencias en el historial (12 triunfos, 2 derrotas), en partidos decisivos (le ganó una final por el ascenso a la C en 1987) y en itinerarios, dado que San Martín nunca jugó en la B Metro. Temperley, solo para los hinchas del Tricolor, es el otro gran adversario, el principal hoy por hoy, pese a las abismales diferencias entre ambos en todos los rubros. Aun así, Brown logró ganarle 8 veces, idéntica cantidad que el cuadro Gasolero, sobre un total de 28 encuentros. Un orgullo que se manfiesta, también, en este equipo de Pablo Vicó, emblema de las inferiores, según un comienzo de temporada demoledor, con 8 triunfos en 9 partidos, y el juego que le valió un mote risueño, el "Barsa del ascenso", ya sin figuras como Zagharian y Kebe, pero con Minadevino, Villamayor, Enrique, Otermin, Ruiz Diaz, Acosta y -claro- Grecco. Suma 25 goles la formación de Vicó, apenas 3 derrotas, aunque lo más importante, más allá de lidiar con un gigante de la categoría como Platense, son las aspiraciones colectivas de protagonizar un suceso y la creencia, en la rugosidad de sus horizontes íntimos, de que se trata de momento propicio para sar dar el salto al fútbol grande.

No será una decepción de no conseguirlo porque estos clubes saben de la espera paciente, una forma particular de aceptar que, en fragmentos, asoma cada tanto una dicha mayor, como todos los indicios que movilizan a buscar en el tedio y el pulso abrumado de saberse tímido, otro destino de las cosas. Ocurra o no el ascenso, cuando resta bastante para el epílogo, no está de más reponer los deseos en los laberintos donde transcurre el ascenso: junto a Almirante y Guillermo, hay un tercer Brown merodeando la puerta. Desde el extrañamiento que supone lo nuevo.

P.P.

viernes, octubre 07, 2011

ELIMINATORIAS SUDAMERICANAS // De local



Desde su implementación en 1998, aprobado el formato de los 10 participantes enfrentándose en partidos de ida y vuelta, cada comienzo de las eliminatorias sudamericanas generan reacciones dispares. Por momentos entusiasman según la jerarquía de algunos partidos, otros permiten evaluar qué recursos futbolísticos presentan las selecciones para afrontar el certamen, pero en la mayoría de los casos subyace la sensación de que se trata de un torneo larguísimo, sometido a los avatares de los más diversos, que decrece en su interés -muchas veces- si se consideran la distancia temporal que separa una doble jornada de otra, con las definiciones y los atractivos de los torneos locales en el medio. Otra dato en contra y que difiere del viejo sistema de disputa, recordado por su carga de dramatismo y el casi nulo margen de error al desarrollarse en sincronía con pocos meses antes de la Copa del Mundo, es que la modificación instituida 13 años atrás parecería haberse impulsado para beneficiar a Argentina y Brasil, lo cual ha tornado previsible la eliminatoria dadas las diferencias de estos dos países sobre el resto.

Sin embargo, en las primeras cuatro ediciones hubo sorpresas o hechos que merecen destacarse. Paraguay, por ejemplo, siempre consiguió su boleto al Mundial e incluso ganó el torneo en base a un pronunciado crecimiento futbolístico que se fue consolidando en este certamen; Ecuador acreditó sus dos primeras participaciones (2002 y 2006) e históricos de la región como Argentina -el presunto favorecido-, Uruguay  y Colombia sufrieron en este tipo de campeonatos. El primero, especialmente en 1998 y 2010 en el marco de inusitadas campañas de prensa contra los entrenadores; Uruguay no clasificó dos veces, una de ellas a manos de Australia; mientras que el país cafetero quedó fuera de la Copa del Mundo en 3 de las 4 eliminatorias, alejado de aquellos octavos de final con Camerún en 1990 y con la decepción sazonada de tragedia en Estados Unidos 1994. También la duración del torneo (3 años) asoma como dato llamativo, ya que del primer al último partido se observan permanentes cambios de nombres, tanto de técnicos como de jugadores, a lo que se suma el inevitable paso del tiempo para algunos futbolistas convocados para el debut de su equipo en el torneo.

La Copa América 2011, de acuerdo con lo expuesto y de cara al inicio de la quinta eliminatoria con este formato, resultó un aceptable banco de pruebas, fruto de la importancia que le dio la mayoría de las selecciones, para esbozar una serie de cuestionamientos sobre favoritismos, tendencias y perspectivas del certamen que comenzó este viernes. Sin la presencia de Brasil, sede del Mundial 2014, se vislumbra una competencia inusualmente pareja y con buenas perspectivas para Uruguay, que le dio continuidad al ciclo encabezado por Oscar Tábarez, y Perú, injustamente tercero en la Copa América (mereció disputar la final a la que llegó Paraguay sin haber ganado un solo partido), cuyo entrenador, Sergio Markarian, parece intentar un cambio de mentalidad en base a un esquema que combina audacia y orden, tendiente a lograr un postergado objetivo: volver a un Mundial después de 24 años. Exhibe un gran equipo, con mucha entrega, y un goleador robusto en toda la acepción del término, Paolo Guerrero, insólitamente no distinguido en la Copa América como mejor jugador. Argentina, huelga decirlo, es una incógnita debido a su recurrentes crisis dirigenciales, si bien se descuenta su presencia en Brasil 2014. Lo tiene a Messi, considerado el mejor del mundo, pero también cuenta con otros valores: una plantel con opciones, y la figura de un entrenador, a diferencia de lo que ocurrió tras el alejamiento de Maradona.
 
Estas tres selecciones, da la sensación, parecen mejor posicionadas según sus esquemas, sus exigencias y sus individualidades que Chile, Paraguay, Colombia y Ecuador, los restantes aspirantes a ubicarse entre los 4 primeros, sin descartar a Venezuela, de aupiciosa Copa América y cada vez más cerca de no ser el único país en no jugar un Mundial. Bolivia, indudablemente, aparece como el más débil, aunque los pronósticos siempre son relativos, mucho más tras lo que se vio en el certamen continental de este año. Sí se pretende subrayar la particularidad de este campeonato donde no esta Brasil, un alivio para muchos ya que abre múltiples chances de clasificar. De no hacerlo será un fracaso mayúsculo para todos, porque no está el temido rival, hay 5 cupos para 9 selecciones y perderse un mundial de local supone dos cosas: una involución futbolística no advertida en su momento o, peor aún, constatar una entre otras pérdidas, el orgullo estallado. Tal vez, y frente a la industria del marketing a pocos kilómetros, el sentido exacto del olvido.

P.P.

lunes, octubre 03, 2011

ALL BOYS // Fotos



Fogonazo, como se lo conoce en Floresta, es uno de esos personajes que escapan de las modas, los mandatos de la época y cualquier impostura que no se amolde a la soledad de su cuerpo desparejo, acechado por los años. Su figura parece detenida en el tiempo y lleva todas las marcas posibles del pasado cuando levanta un vaso raso y bebe con fruición, mientras acomoda su único tesoro, acaso la razón para persistir en el mundo: un conjunto de imágenes de All Boys en diversos formatos. Hay cuadros, portaretratos, etiquetas y fotos, muchas fotos de distintos tamaños que lo apartan de la ausencia, y dan cuenta de dos las etapas en Primera División, con Pepe Romero como estandarte en las instantáneas de 1972, 1975, 2010, sobre un profundo blanco y negro en cada una de ellas. También, claro, están las de equipos que rozaron la gloria y las de otros que naufragaron en la ignominia. El mosaico de nombres, en tal sentido, es amplio y variado: allí figuran Palópoli y Serna, Yaninno, Damián Yañez, el Tanque Bordi, Agli, Diz, Virardi, Parisi, Bartelt, Solchaga, Fabbri, los Zárate Ariel, el Monito y Roberto, Timpani, Kopriva, entre tantísimos apellidos.

Basta recordar algunos partidos de esas formaciones dignas y mediocres para comprender que la reciente derrota con Olimpo, dolorosa y evitable, tiene raíces en tramos sustanciales de la historia de All Boys. Porque partidos como ante los bahienses hubo bastantes en las últimas tres décadas, en función de cierto designio maléfico que persigue a este club si se considera que el cuadro de Romero dispuso de sobradas chances para vencer a un rival opaco, acreedor de un triunfo no buscado. Derrota que se lamenta por las incidencias y el trámite del encuentro, por el rigor del promedio (Olimpo descontó tres valiosas unidades en la tabla del descenso), pero fundamentalmente por esos destellos de buen fútbol mostrados por All Boys, sobre todo en el final del primer tiempo y el comienzo del segundo donde tuvo convicción para ganarlo, asentado en el esfuerzo y fluidez en el juego que le permitió generar opciones claras de gol como en ninguno de los 9 partidos anteriores.



Sin embargo, resulta imposible obviar que la mala racha en Floresta (con 3 caídas y 2 empates, la antítesis del Apertura 2010) no se circunscribe solo a la suerte o a estigmas impregnados en el derrotero de All Boys. Da la sensación de que Romero no encuentra alternativas para darle mayor solidez y confianza a un plantel limitado, manifiesto en el exceso de individualismo de algunos jugadores que redunda en un conjunto de voluntades nerviosas, un mediocampo descompensado que sufre el bajo rendimiento de Stefanatto y falta de respuestas físicas en varios de ellos. Más importante, de todos modos, es advertir la mentalidad endeble para encarar este tipo de duelos clave, en condición de local, cuyo efecto conduce a equivocaciones y torpezas de otro orden, menos futbolísticas que psicológicas.

El panorama, según lo descrito, preocupa, ya con la anunciada certeza de que se sufrirá con creces para seguir un año más en Primera. El fixture desalienta y no abunda recambio a fin de resolver ecuaciones con distintos grados de dificultad. Pero, al Igual que Fogonazo, la persistencia implica afirmarse en determinados espacios. Como la cámara y las fotos que lo acompañan, diseminadas en una mesa renga y desvaída, este club nunca estuvo ni estará solo, tanto en las mieles del triunfo como en las viscitudes que signan su torvo y envolvente recorrido.


P.P.