El exitismo no es novedad en el fútbol argentino desde que se impuso el mensaje perverso de entronizar ganadores y defenestrar perdedores. Es un mal arraigado, difícil de atenuar, que hoy envuelve a todos: dirigentes, periodistas, hinchas, jugadores. Todos. Pero existen matices en ese gesto que se ligan -por ejemplo- con el presente de este All Boys en pronunciado declive producto de algunas falsas creencias, entre ellas la de clausurar la crítica en función de lauros pasados y en nombre de un optimismo bobo, con oportunismos de variado pelaje que reclaman apoyo a los futbolistas sin comprender que esconder la basura debajo de la alfombra es la peor de las respuestas. Allí es cuando se confunde el reconocimiento a un ciclo exitoso deportivamente con no señalar un momento preocupante del equipo a riesgo de ser juzgado de ingrato o -precisamente- corroído por el exitismo. No siempre es así debido a que la obsecuencia, en cualquier ámbito, suele distorsionar la mirada sobre determinados hechos, sumado a que la revisión critica contiene una matriz positiva si se busca llamar la atención antes que silenciar ostensibles debilidades en el funcionamiento del equipo.
Y vaya si las tiene All Boys, que perdió algo más que un partido ante un rival agobiado por las derrotas y huérfano de goles: también perdió el rumbo. Porque, en cierto modo, jugó peor que en Mendoza al insistir con un esquema cauteloso, con volantes y delanteros que casi no pisan el área, acompañado de desajustes defensivos estructurales ya apuntados y una desidia en algunos jugadores que no corresponden con los objetivos del cuadro de José Romero, en zona de promoción hoy, si bien falta bastante. Pero la actualidad futbolística, preocupante según lo mostrado en estas 7 fechas, no es inesperada. Más: lo que asomaba como una presunción parecería tomar forma de certeza habida cuenta de las incorporaciones realizadas, algunas de ellas que retrotraen a otras épocas o devienen insuficientes, ni bien se observa que hay un desafasaje entre las calidades de los refuerzos y la exigencia de la divisional. Es decir, se revelan errores en la planificación de la temporada cuyos costos, claro, se pagan, justo en un momento donde el club podría potenciar y capitalizar su estada en la máxima categoría.
También deparan interrogantes ciertos diagnósticos, por caso el de Nicolas Cambiasso -líder y referente del club-, quien señaló que sumar cincuenta puntos figura entre las metas del equipo, un propósito arriesgado ya que -de acuerdo con esa evaluación- no existe margen de error en un torneo parejo, sumamente disputado y con rivales directos que dividen diferente en la ominosa tabla de los promedios para no descender, lo cual lleva a pensar en la errada lectura que se viene haciendo desde las propias entrañas. Este escenario, ya de por sí desalentador, exhibe una dificultad adicional en lo estrictamente futbolístico: a diferencia de la primera temporada en la A, All Boys en Floresta todavía no logra infundir respeto a la luz de los puntos cosechados (2 sobre 12) y la forma de encarar los partidos. Pensemos en este encuentro con Banfield, propicio para doblegar esfuerzos y redimirse de la derrota abultada en Mendoza frente a un adversario herido, con ánimo de revertir su mala racha, pero comprensiblemente lleno de inseguridades. Ocurrió lo contrario, el dubitativo fue el cuadro de Romero, que terminó descontrolado por las propias carencias de su actual plantel y los cambios fallidos del entrenador Albo al sustituir a Zapata -era el mejor-, incluir a Patricio Pérez -un simulacro de jugador- y demorar el ingreso de Torassa y la salida de Perea, quien finalmente jugó todo el partido pese a que se lo notaba impreciso y lento de movimientos. No viene acertando Pepe y es cierto, aunque caerle con todo el peso de la responsabilidad es injusto e inconducente. La responsabilidad, en todo caso, es compartida entre dirigentes, cuerpo técnico y jugadores, los famosos tres soportes, en la victoria y en la derrota.
El desafío, por tanto, será contrarrestar la improvisación descripta con mucho trabajo y plena conciencia acerca de lo que conlleva vestir la camiseta blanca y negra. No por señalar errores se abona a enlodar a nadie ni a olvidar lo conseguido tras este comienzo muy malo del torneo que preocupa, y bastante.
Ejercer la autocrítica, ni más ni menos, es una condición indispensable para seguir adelante, intentar soluciones, y recordar que, resultados al margen, esto es All Boys. Con sus dificultades y sus luchas de siempre..
P.P.
El desafío, por tanto, será contrarrestar la improvisación descripta con mucho trabajo y plena conciencia acerca de lo que conlleva vestir la camiseta blanca y negra. No por señalar errores se abona a enlodar a nadie ni a olvidar lo conseguido tras este comienzo muy malo del torneo que preocupa, y bastante.
Ejercer la autocrítica, ni más ni menos, es una condición indispensable para seguir adelante, intentar soluciones, y recordar que, resultados al margen, esto es All Boys. Con sus dificultades y sus luchas de siempre..
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