miércoles, mayo 25, 2011

RIVER // De Aguilar a Carrizo


River, definitivamente, entró en la zona más angustiante de su trayectoria cuando justo hoy, un patriótico 25 de mayo, celebra 110 años de vida según relata la historia oficial (el Centro para la Investigación dela Historia del Fútbol desmiente su año de nacimiento mediante una rigurosa y excelente investigación). Basta detenerse en la preocupación de sus miles de hinchas, el promedio escalofriante y las escenas escabrosas de los últimos meses para dimensionar el daño que le han inflingido durante la década pasada, al punto de ponerlo delante de un descenso inminente, una mancha en su biografía con hondas secuelas sociales y deportivas para el club y sus hinchas. Imborrables, ciertamente, muy difíciles de asimilar.

Pero existen causas para explicar la declinación de uno de los dos clubes más populares de la Argentina. Se sabe, y ya se ha dicho mil veces, que se produjeron una sucesión de desaguisados cuyo responsable es José María Aguilar. River, bajo sus dos mandatos llenos de corrupción y silencios periodísticos, no solo perdió dinero y prestigio, también dinamitó su identidad, un item decisivo según la confusión que impera actualmente en Núñez. No otra cosa expresan las voces comprensivas y de apoyo a Juan Pablo Carrizo, el arquero que cometió algo más que dos errores de principiante: ofendió a la historia tras el desaire a Ubaldo Fillol, uno de los dos mejores arquero de River de todos los tiempos. Hombre de Labruna, además, a quien Carrizo debe desconocer entre sus tartamudeos en la cancha y los interrogatorios periodísticos a los que se somete gustoso. Lo del arquero y lo de ese grupo de hinchas que no pondrá dinero ni abrirá una cuenta en Twitter para pedir el retorno de Fillol expresa la desorientación de un club devastado institucional y psicológicamente, que presenta a jugadores que olvidan a sus glorias y se refugian en gestitos para la tribuna demostrando cobardía y soberbia, dos cualidades a tono -eso sí- con lo producido en la cancha.

En ese escenario de traiciones, derrotas y síntomas autodestructivos, tal vez  importe poco, muy poco, si sigue atajando o no Carrizo, los costos de reternerlo o soportarlo después de junio, el destino final de su carrera. La herida hoy demanda otras acciones, por caso recomponer el tejido interno afectado, saber que todo el mundo futbolístico excepto River espera el golpe de nocaut y tratar de terminar esto con la mayor dignidad posible. Parece una empresa verdaderamente difícil porque el daño ya esta hecho y porque lo poquito conseguido en la temporada (más puntos, otra predisposición con la llegada del Negro López, fuerte presencia de su presidente) se dilapidan en errores propios y omnipotencias que conviene erradicar, ya sea en el caso de River, como en cualquier otro club. Así, este 25 de mayo depara, para el cuadro millonario, el gusto amargo de saberse atormentado por una historia gloriosa que se le escurre. Historia que no termina, cabe aclarar, si es que otra generación de futbolistas millonarios, estudiosos del pasado y de conocer las implicancias de vestir una camiseta fundamental del fútbol argentino, logra contagiar a una hinchada desencantada e increíblemente multitudinaria y seguidora como ninguna en la actualidad.

El River de Aguilar y Carrizo, de ocurrir este cambio, terminará más temprano que tarde. En la A o en la B. Y llevará a su tumba, cuando todos se acuerden de un tal Amadeo y de un ingnoto Juan Pablo, la foto insoportable de la vergüenza.

P.P.

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