lunes, mayo 16, 2011

PRIMERA DIVISIÓN // El mismo Alboi


El cancionero de las hinchadas atesora, en proporciones cada vez menores pero vigentes, algunas señas notorias que refieren a la identidad y a los orígenes de los clubes, impermeables al paso del tiempo. Cuando se suspende esa zona parasitaria del internismo barrabrava, sus seductoras estrofas que sirven a intereses ajenos bajo el tamiz de los distintos aguantes existentes, afloran en las tribunas lo más genuino del vínculo que establecen los hinchas con sus colores a partir de alientos inconfundibles, condimentado del saber popular manifiesto en creatividad en las letras, referencias sobre temas de actualidad y, por qué no, chicanas comprensibles contra rivales asentadas en un código común. El acervo musical de All Boys, por ejemplo, es amplio y variado: se habla, desde luego, de las reivindicaciones de su barra en aspectos que -como se dijo- no engloba en ciertos casos a la totalidad de los hinchas, aunque también de la resistencia ante las derrota, las ilusiones de progreso, las menciones a un periodismo no siempre complaciente con instuciones de menos adhesión a los denominados grandes. Lo sobresaliente, pese a los excesos que signan esta época donde se disfruta igual la derrota del odiado adversario que el triunfo propio, es la persistencia de un tipo de hinchada que se define y se reconoce como lo que es: apenas un espacio colectivo que disfruta y sufre por su equipo. Y en All Boys (también en otros clubes) la sustenta y moviliza su condición barrial, rasgo fundante y perdurable de su identidad.

En tal sentido, conviene elaborar una breve retrospectiva de ese cancionero. Era lejana, casi una meta imposible consumado el descenso de 2001 a la B Metropolitana, la posibilidad de jugar en la máxima categoría del fútbol argentino, razón por la cual pocos confiaban en hacer realidad tan pronto los cantitos alusivos a ganarle a Boca, River, enfrentar a San Lorenzo, Vélez y a Argentinos, gritar con desmesura y justificados argumentos que "Floresta es de Primera". Se trataba de una comprensible expresión de deseos y, si analiza más fino, de recordarle al mundo futbolero que ésta es una hinchada exigente capaz de tolerarlo todo (descensos, crisis económicos endémicas, torpezas involuntarias) menos el afán por intentar mejorar y superarse, acorde con el prestigio que supo ganarse tanto en el ascenso -"el capo de la B", otro hit musical- como en Primera División -"el equipo obrero", así se lo denominó en una época-, al mantener la divisional durante 8 temporadas, entre 1972 y 1980. Claro que esos cantitos de esperanza y optimismo tenían un respaldo menos perceptible, el de un conjunto de personas que nunca dejaron de trabajar por el club, asociados que experimentaron epopeyas y desengaños, acompañados de una juventud novedosa con ganas de aportar para la institución mediante campañas solidarias y acciones concretas, entre otras nada menos que la construcción de la tribuna Miranda para 4.000 personas. Sin ese entramado comunitario marcado por un puente generacional resistente, difícilmente una hinchada soñara con la Primera División en la cancha de Defensores de Cambaceres, Tristán Suárez u otros estadios menos confortables, recintos de la desesperación y el cadalso donde supo trajinar el cuadro de Floresta varios años.



Hoy las tribunas cantan por un momento de alegría inesperada que, ciertamente, parece difícil de metabolizar dado un objetivo aún no cumplido: escapar del descenso en un torneo difícil como pocos. Y está bien que así sea, más allá del designio de un resultado. El triunfo ante Arsenal, de cualquier manera, no debe subestimarse porque se sabe de la corporación que lo respalda y también de que ha sido un rival históricamente complicado para All Boys (con victorias en Floresta festejadas por 30 hinchas) y, sobre todo, por su presente comprometido en la tabla de promedios. Lejos de redondear un buen partido, el cuadro de José Romero aprovechó el gran momento de 4 jugadores hoy vitales (Cambiasso, Barrientos, Zárate y el autor de otro golazo, Emanuel Gigliotti) y de la mentalidad grupal para no perder la concentración y pensar colectivamente el partido. Así, totaliza 45 mertitorios puntos, una cifra apreciable que todavía no alcanza debido a un sistema de torneos muy riguroso con los ascendidos.

Supere o no esa cifra, lo conseguido es histórico y destacable en placas gigantescas, aunque el broche de oro para que este plantel redoble su cotización y el afecto eterno de los hinchas será sostener una categoría que, en caso de descender, volverá a ver de lejos como en años recientes vaya uno a saber hasta cuándo. De cualquier manera, el reaseguro de contar con tropas conformadas por asociados y juventudes movilizadas y activas, suma y mucho. Ellos lo intentan y lo intentarán siempre. Entonando las rimas más o menos estridentes, a casi un año de comenzar una nueva vida entre las vidas que revelan las fotos pasadas y presentes con los mismos colores. La experiencia demuestra, por tanto, el signo de distinción de esas instantáneas según su lógica de contigüidad : la combinación de los citados colores, aquí, no generan grises ni gradaciones llamadas neutras. Las imágenes denotan lo que no cambia de tonalidad y sentido, acaso lo único intacto de los mundos interiores que habitamos. 

P.P.

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