El descenso de River, a casi 5 meses de consumarse entre incredulidades y violencias varias, constituye uno de los puntos más salientes de 2011 en cuanto a hechos bisagra, de esos que marcan época y dejan una huella que el tiempo, solo el tiempo y sus recuerdos temblorosos, les adjudican su justa dimensión, lejos de reacciones detempladas y encapasuladas en la lógica del impacto y la celebración mecánica -a veces espontánea- de que hay otros en el mundo que están peor. La murga uruguaya Contrafarsa tiene un excelente cuplé alusivo a las miradas cotidianas sobre las desgracias ajenas. "Que lindo es corrobar que los otros están mal", dice un tramo de su letra, muy pertinente para ilustrar cómo se vive hoy el fútbol en este rincón el mapa, donde -además- el tráfico de información creció exponencialmente en las últimas décadas.
Lo cierto es que observar a River en la B es noticia en tamaño tabloide, al margen de discursos circundantes o aspectos de coyuntura.Y lo es por la envergadura de la institución, su proyección mundial y su popularidad, matizada con el dato de que nunca había bajado de categoría, situación novedosa y sujeta a un estudio comparativo respecto de acontecimientos semejantes en las ligas más importantes de América y Europa. Por caso, en Italia, solo el Inter se mantuvo siempre en Primera, habida cuenta de los descensos de Juventus (2006-2007), Milan (1981-1982/1982-1983), Roma (1951-1952), tres entidades prestigiosas. En Espana, asimismo, se produjo el recordado descenso de Atlético de Madrid en el 2000, mientras que en Inglaterra perdieron la categoría clubes de peso como Manchester United (1935/36, 1974/75), Liverpool (1904/05; 1961/62); Arsenal (1903/04; 1921/22) y Chelsea (1983-84; 1988-99). Alemania, finalmente, computa tres entidades que conservan el lauro distintivo de no retroceder a la segunda división: Bayer Munich, Bayer Leverkusen y Borussia Dortmund. En nuestra región, River se agrega a Racing y San Lorenzo entre los clubes grandes confinados a batallar en el ascenso argentino, en tanto Uruguay -de modo comprensible por la preeminencia y las marcadas diferencias de dos clubes sobre el resto- no contabiliza descensos de Peñarol y Nacional. Sí hubo casos llamativos en Chile, concretadas la caídas de Universidad de Chile y Universidad Católica, y en Brasil, donde Corinthians, Fluminense y Vasco da Gama debieron reorganizarse deportiva y financieramente desde las entrañas vejatorias de la segunda división.
Casualmente, Brasil puede ser escenario del otro gran suceso de 2011 ni bien se repasa la ubicación actual de Cruzeiro de Belo Horizonte, en zona de descenso cuando restan apenas 5 fechas para el epílogo del Brasileirao, torneo que no llega a la Argentina por alguna cláusula contractual formalizadas por las cadenas deportivas de televisión, no conocida por la mayoría del público. Auténtico gigante del vecino país e incluso distinguido como el mejor club brasileño del siglo XX según una calificada entidad, su eventual pérdida de categoría trastoca los cimientos a nivel continental por una historia inmensa, imposible de omitir. Del estado de Minas Gerais (allí nació la actual mandataria Dilma Roussef; es una de las ciudades más importantes del país), dueño junto con Atlético Minero de un imponente estadio que alberga más de 76 mil personas ("El Mineirao", cuyo primer gol sucedió en un encuentro con River), Cruzeiro cuenta con una avalancha de títulos estaduales (36), 2 Libertadores muy evocadas - River, en 1976, y Sporting Cristal, en 1997-; dos títulos en la extinta Supercopa -1991 -otra vez River; y 1992, sobre Racing-, el ansiado Brasilerao en 2003 con récord de puntos incluidos (100) y el orgullo, hasta el momento, de ser junto con Flamengo, San Pablo, Santos e Inter los únicos de Brasil que jamás debieron recorrer los incordiosos paisajes de la B.
Sin embargo, abundan ciclos que terminan entre los cuales el fútbol, con sus imponderables y sus azares, no es ajeno. Cabría pensar, en ese sentido, si la invariable finitud no es otro factor trascendente que también explica los casos de River y -si se concreta- de Cruzeiro, además de los consabidos desmanejos dirigenciales. Dos clubes, vale puntualizar, que forjaron su grandeza en base a títulos y a la jerarquía de sus jugadores, en el marco de una historia común que , como se dijo, los encontró en reiteradas oportunidades y sus hinchas recuerdan por razones diferentes; alegría en un caso, tristeza en otro. Pese a todo, el cuadro más fuerte de Mina Gerais dispone de una chance a fin de salvarguardar una porción grande de dicha, en 5 finales decisivas que incluyen a Inter como primer escollo, y 4 adversarios directos: Avaí, Atlético Panaerense, Ceará y el clásico con Atlético Mineiro en la jornada de cierre.
De lograrlo se festejará como un campeonato y no será para menos. Pero de ocurrir lo contrario, ninguna etapa cerrada, ningún ciclo agotado, ningún intenso disfrute, se pierde en los pliegues del olvido, o en la opacidad de los días por venir. Para determinada generación, y como ocurriera con Alonso, Francescoli, Saviola, Salas, Berti, Ortega o Crespo -apellidos entre miles-, la memoria atesora un definitivo lugar ni bien reaparecen, en medio de suspiros y lamentos, los nombres de Mario Tilico, Charles, Ademir, Luis Fernando, Boiadeiro, Palinha, Kleber o, en relatos orales o viejas publicaciones revisitadas, los mismísimos Tostao y Roberto Perfumo, este último protagonista en dos clubes que el tiempo, inclemente, los encuentra de frente a sus abismos y posibles traumas.
P.P.
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