De no corregir este relevante ítem, por tanto, All Boys padecerá horrores para sostener la categoría pese a disponer de la ventaja de dividir porcentualmente diferente en la clasificación del descenso -es decir con mejores números en caso de acreditar más victorias que empates- de Arsenal, Racing, San Lorenzo y Tigre, oponentes directos en la disputa por conservar un lugar en la máxima divisional, meta prioritaria de la temporada subestimaciones aparte. En ese panorama con claroscuros, el anteúltimo encuentro del año en el Islas Malvinas presentaba una nueva oportunidad a fin de interrumpir la sequía de triunfos, vital y urgente según los plazos de una temporada que no admite recursivas defecciones, y estímulo importante para un equipo irregular cuya principal virtud, en lo que va del torneo, es suplir sus evidentes carencias con esfuerzo y el aporte responsable de un puñado de jugadores que entendieron el objetivo a cumplir. No alcanza como quedó demostrado tras una nueva igualdad sin goles en el marco de otro partido chato, pero conviene reparar en la dimensión del rival, uno de los dos mejores equipos de los últimos cinco años, espejo en el cual mirarse a la hora de pensar en cómo consolidar un club social en desarrollo y con éxitos deportivos que lo respalden.
De este modo, consumada la igualdad ante Lanús y a la hora del análisis posterior, sería interesante que dirigentes, cuerpo técnico y jugadores se propongan metas más ambiciosas que esperar los declives de Belgrano, Atlético Rafaela o Unión, una suerte de moneda al aire que no debería ser el horizonte único al que tanto aspira el club. Más trascendente, por el contrario, es tomar los buenos ejemplos para intentar mejorar y fortalecer lo propio con una planificación que contemple lo que se hizo mal y repare en un aspecto medular: ninguna estrella prevalece sobre los intereses del club, se llame como se llame. Enseñan bastante, en tal sentido, estos aparentes conflictos de vestuario de la últimas semanas, dado que revelan la importancia de contar con una comisión de fútbol capaz de morigerar los ánimos, veleidades y diferencias, amén de terciar en eventuales problemas que limasen la armonía grupal, factor indispensable para concretar nuevos triunfos y anhelos. Una arista no menor a la hora del balance anual, cuando concluyan los tres complejos partidos que restan.
Sobre el futuro, precisamente, abruman tareas y revisiones. El partido ante Lanús fue otra prueba de que urgen dos refuerzos de cierta jerarquía, fundamentalmente en la zona de gestación del juego ya que de no aparecer Torassa o Pérez García, los dos futbolistas del plantel con mayor capacidad de desequilibrio, All Boys insiste con la fórmula repetida, y generalmente estéril, de los centros buscando a Matos, algún disparo de Juan Pablo Rodríguez de media distancia, alguna esporádica pesquisa en el área y casi nada más. Poco, muy poco, para intentar quebrar la seguidilla de empates y derrotas en Floresta, a lo que se suma el correspondiente impacto psicológico de no poder ganar jugando de local, como bien diagnosticó Pepe Romero. También las evaluaciones antojadizas acerca de las unidades a conseguir, la obsesión en torno de los desempeños de los otros y una insinuada tendencia al conformismo merecen cuanto menos analizarse. Las conclusiones, en caso de producirse este saludable ejercicio, acaso arrojen que hay una ilusión y un trabajo de años en juego.
P.P.
De este modo, consumada la igualdad ante Lanús y a la hora del análisis posterior, sería interesante que dirigentes, cuerpo técnico y jugadores se propongan metas más ambiciosas que esperar los declives de Belgrano, Atlético Rafaela o Unión, una suerte de moneda al aire que no debería ser el horizonte único al que tanto aspira el club. Más trascendente, por el contrario, es tomar los buenos ejemplos para intentar mejorar y fortalecer lo propio con una planificación que contemple lo que se hizo mal y repare en un aspecto medular: ninguna estrella prevalece sobre los intereses del club, se llame como se llame. Enseñan bastante, en tal sentido, estos aparentes conflictos de vestuario de la últimas semanas, dado que revelan la importancia de contar con una comisión de fútbol capaz de morigerar los ánimos, veleidades y diferencias, amén de terciar en eventuales problemas que limasen la armonía grupal, factor indispensable para concretar nuevos triunfos y anhelos. Una arista no menor a la hora del balance anual, cuando concluyan los tres complejos partidos que restan.
Sobre el futuro, precisamente, abruman tareas y revisiones. El partido ante Lanús fue otra prueba de que urgen dos refuerzos de cierta jerarquía, fundamentalmente en la zona de gestación del juego ya que de no aparecer Torassa o Pérez García, los dos futbolistas del plantel con mayor capacidad de desequilibrio, All Boys insiste con la fórmula repetida, y generalmente estéril, de los centros buscando a Matos, algún disparo de Juan Pablo Rodríguez de media distancia, alguna esporádica pesquisa en el área y casi nada más. Poco, muy poco, para intentar quebrar la seguidilla de empates y derrotas en Floresta, a lo que se suma el correspondiente impacto psicológico de no poder ganar jugando de local, como bien diagnosticó Pepe Romero. También las evaluaciones antojadizas acerca de las unidades a conseguir, la obsesión en torno de los desempeños de los otros y una insinuada tendencia al conformismo merecen cuanto menos analizarse. Las conclusiones, en caso de producirse este saludable ejercicio, acaso arrojen que hay una ilusión y un trabajo de años en juego.
P.P.
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