jueves, febrero 10, 2011

FÚTBOL ARGENTINO // Tres de cinco en el mismo show


El comienzo del Clasura, como ocurre en cada previa de los últimos campeonatos, genera expectativas y análisis variados en torno de favoritos, condenados, posibles figuras, escenas del morbo presentadas en clave pintoresca, tendencias futbolísticas, etc.  Es la norma que rige en estos tiempos de dispositivos mediáticos definitivamente instalados en la agenda deportiva: más entretenimiento y menos juego. Razones suficientes, al cabo, para tomarse las cosas con humor y algo de mesura, conscientes de que se trata de una ficción para disfrutar según los contenidos novedosos de cada capítulo donde un insulto para las cámaras cotiza muchisimo, una interna de vestuario asegura horas de transmisión y diversidad de debates, una declaración fuera de libreto convoca a especialistas de distintos rubros. Aunque también importa, claro, detenerse en la situación actual de los clubes, sus rendimientos y proyecciones.

Y si se habla del aspecto futbolístico, de retazos del juego, este torneo parecería anunciar el retorno de los grandes, nuevamente en la vidriera principal, debido a causas que difieren de acuerdo con el caso. No se puede, en tal sentido, soslayar a un potencial candidato como Boca, de gran verano (tres victorias, un empate) y reforzado para disputar con chances de éxito hasta una Copa Libertadores tras la llegada de Erviti, Somoza, Rivero, más los regresos de Calvo y Noir, la reaparición de Riquelme y el arribo de un entrenador que sintoniza con el linaje y la prosapia del club xeneize. Deberá demostrar su condición de principal animador del certamen, pero no hay manera de no imaginar al club de la Ribera por debajo del cuarto puesto al finalizar el Clausura.

Racing y San Lorenzo son otros dos de los denominados grandes que amagan con realizar buenas, o muy buenas, campañas. El cuadro de Avellaneda logró con Russo estabilidad, viene creciendo en el plano institucional con decisiones beneficiosas para socios e hinchas aunque no reconocidas por cierta prensa, y tiene a un diamante de esos que, muy de vez en cuando, asoma en el fútbol argentino. Con Gio Moreno hay un Racing posible y un sueño en marcha: alcanzar la 8ª estrella después de 10 años de gerenciamientos, despojos y ardorosas batallas para evitar el naufragio, es decir un nuevo descenso. Una posible evualación acerca del futuro del equipo de Russo en el torneo y del aporte de su principal figura está ligada, da la sensación, al desempeño de Racing en la segunda jornada, cuando reciba al ordenado y enjundioso Boca, conjunto que cuenta con recursos para anular a Gio. Al margen de su campaña publicitaria para asociar a más hinchas, San Lorenzo también figura en la nómina de quienes, a priori, parten con posibilidades de pelear el torneo y ganarlo, o al menos mejorar considerablemente lo hecho en los últimos torneos, ya que sumó dos jugadores que podrían aportarle equilibrio en el medio y desequilibrio en ataque, como Ortigoza y Salgueiro. Revitalizado, algo lógico, con la llegada de flamantes autoridades y de personajes del pasado, oscuros y genuinos, identificados con el club, San Lorenzo dispone de ciertas fortalezas y ventajas, un entrenador aceptado por los hinchas que conoce a la institución pese a su histrionismo, un promedio que le permite imponerse objetivos más ambiciosos y tres clásicos trascendentes para sus hinchas a disputarse en su estadio: Boca, Racing y Huracán, en ese orden.

Menos auspicioso parecería ser el campeonato para Independiente, en apariencia abocado a la Copa Libertadores aunque atento a engrosar su promedio, un doble desafío para una institución con hinchas demandantes e impacientes, si bien se reforzó con cierto criterio al fichar a De Federico y Nuñez, a los que se añaden los retornos de Busse y Gómez, y las probables confirmaciones de algunos juveniles como el siempre apuntado Patito Rodríguez, Velázquez y Nicolás Martínez. Distinto pero para peor es el caso de River, que apenas consiguió un refuerzo de segundo orden, Bordagaray, padeció la lesión de uno de sus pocos referentes, el arquero Juan Pablo Carrizo, y mostró indicios negativos durante el verano manifiestos en la falta de gol, desacoples defensivos y, acaso lo más importante, una endeblez anímica que no se condice con el mayor reto de su larga y exitosa historia: no irse a la B. De sus reservas espirituales, y fundamentalmente del azar, dependerá que el equipo millonario evite lo que emerge como posibilidad concreta y demasiado previsible, ya sea mediante cualquiera de las dos vías, el descenso directo o la promoción.



Esto último, precisamente, convierte al Clausura en un torneo con rasgos inéditos, basta ver las asimetrías actuales entre las dos instituciones más populares y advertir, a modo de intuición, que ya no es lo mismo, para el resto de los clubes, derrotar a Boca que a River debido a la situación ya mencionada que atraviesa el equipo dirigido por Juan José López. Asimismo, y en sintonía con lo antedicho, el torneo podría reafirmar que el riverboquismo terminó, no por responsabilidad del cuadro xeneize que -como se dijo- tomó nota del momento de su eterno rival, ni producto de la casualidad. Hoy, si se quiere, existiría un vélezestudiantismo líquido, tomando caprichosamente un concepto de Zigmunt Bauman, (más por el cuadro platense, cabe aclarar, institución que basa buena parte de sus políticas en la inmediatez y los resultados ya sin importar los costos). Pincharratas y Fortineros, es presumible, focalizarán en la Copa Libertadores y, de alguna manera, robustecen por carácter transitivo las chances del grupo de tres institucones fuertes lideradas por Boca; en tanto los restantes dos clubes grandes  dirimirán su futuro sin licencia para defecciones, desidias o titubeos. Todos en el mismo torneo, con sus vaivenes y con las cámaras y micrófonos pendientes del más mínimo movimiento, requisito primero de un show con sorpresas, muchas veces risueñamente patético. 

P.P.

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