Iniciada la guerra, se viven tiempos crispados en el ambiente futbolero. Una muestra: periodistas versus jugadores, jugadores versus técnicos, entrenadores versus intermediarios, periodistas versus intermediarios, periodistas versus periodistas, dirigentes versus intermediarios y siguen las firmas. Un cóctel revulsivo e imposible de soslayar remite a los intereses que jaquean a lo que lo alguna vez fue un juego. Legitimado el mundo de los negocios deportivos, entonces, asombra cuan engañosos suelen ser los discursos de los principales actores del fútbol argentino.Ni Ramón Díaz ama a River y respeta la generosidad de un San Lorenzo que le abrió las puertas, ni Riquelme muere por ir al xeneize a cualquier precio, ni Passarella celebrará eventuales títulos del millonario a futuro, ni Mauricio Macri "extraña a Boca", ni los empresarios, técnicos, jugadores, periodistas, dirigentes simpatizan con el club del cual dicen ser fanáticos. Esto quiere no quiere decir que esté bien o mal, simplemente es la descripción de un fenómeno. Existen excepciones, claro. Como señala Gerardo Molina en su notable libro "El fin del deporte", asistimos al fin del fútbol tal como lo hemos conocido. O al nacimiento de otra cosa que aún no sabemos bien qué es. Pero vale decir las cosas como son. El juego limpio parece una quimera de acuerdo a las nuevas reglas de la industria. Y la palabra empeñada, ergo, también se empeña al mejor postor.
Posteó: Pablo
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario