domingo, julio 11, 2010

FINAL // Las fiestas del monstruo


Se ha hablado insistentemente sobre el componente cultural que atraviesa y distingue al fútbol, sus particulares alternativas, desarrollos y derivaciones, su gravitante influencia en el imaginario colectivo, su desembozada utilización política por gobiernos dictatoriales en distintas latitudes y en distintas épocas. Y la recurrencia del señalamiento, en rigor, actualiza un fenómeno que en los mundiales revela la espesura de una actividad ubicada en el renglón primero de las pasiones populares. El fútbol y el deporte no están escindidos de los avatares políticos de cada sociedad dado que sus gramáticas carecen de una lengua propia, no redundan despojadas de conflictos que exceden a sus dominios, ni están insertas en un grado cero de la historia donde la memoria reaparece museificada, confinada a la mención pintoresca o al apunte estadístico tranquilizador.

Aceptada esta cuestión en su carácter más visible y más profundo, resulta pertinente detenerse en un hecho que enorgullece a los sudamericanos, como la clasificación de sus cinco representantes a los octavos de final en el mundial 2010 y el cuarto puesto conseguido por Uruguay, y permite establecer una serie de comparaciones con naciones europeas y africanas. Cabe decir, en tal sentido, que la meritoria performance de América del Sur tiene correlato en otras aréas de la vida social donde estos países comprendieron y reorientaron un rumbo errático hasta hace poco, expresado en acciones tendientes a procurar -en muchos casos- caminos autónomos para aplicar políticas justas e igualitarias, a confluir en un espacio de demandas y reivindicaciones comunes, a revisar el pasado para alumbrar nuevos horizontes, si bien existen matices, desde luego, en los gobiernos que llevan adelante tan dificultosa tarea. Prevalece, por tanto, un ánimo distinto en este lado del sur tras un ciclo de padecimientos y abusos en todos los órdenes -económicos, sociales, simbólicos-, que el fútbol, invariablemente, capitaliza en su aspecto medular: la afirmación de una identidad ocluida en determinado período aunque no perdida. Conviene, a modo de ejemplo, reponer el concepto de un cineasta, Juan Pablo Roubio, en el diario Página 12, quien interesado en las cuestiones y singularidades del mundo de la pelota dialogó con el sociólogo Pablo Alabarces para entender cómo se origina esa identidad. "Uno dice 'yo soy de.. 'Acá no se dice 'soy fan de'. Es un sentido de pertenencia que se tiene por la institución. Decisivamente influyó que los clubes de fútbol hayan nacido como asociaciones civiles y no como sociedades anónimas".


Muchísimo más varía el humor de los sudamericanos cuando se advierte qué discute Europa, el añorado, ponderado y celebrado Primer Mundo que hoy ofrece ejemplos notorios de decadencia y crisis. Basta repasar algunos datos: en Alemania, el gobierno de Angela Merkel dispuso un ajuste de 80000 millones de euros hasta 2014; en España abundan las huelgas en diversos sectores por reiterados recortes salariales de sus trabajadores y se debate el llamado a una huelga general; Francia paga costos altísimos de la política implementada por Nicolay Sarkozi asentada en el endeudamiento, en el achique del gasto público y en la brutal represión para amedrentar las extendidas protestas; Grecia anuncia nuevas medidas que tienen un mismo sujeto afectado, los débiles, y un mismo actor beneficiado, el stablishment financiero, los responsables de la crisis. Esta Europa, curiosamente, enseña de republicanismo y de calidad democrática con ajuste, represión y la peor xenofobia contra quienes pretenden superarlos en el fútbol.

También cuenta África en la comparación ya que en ese continente se juega el Mundial, un país convertido en ejemplo debido a la mentada reconciliación entre blancos y negros que olvidó los horrores del pasado, sus tremendas atrocidades, sus infinitos legados manifiestos hoy en pobreza y hambre. No casualmente, el cine hollywoodense intenta soslayar el conflicto subsistente en Invictus, un film tan elocuente como aborrecible, basado -justamente- en un suceso deportivo donde "la unidad de la gran nación" redime, en el rugby, las disputas políticas y los conflictos persistentes de otrora a partir del triunfo sudafricano en aquel mundial (1995). Viene a cuento una aclaración: Sudáfrica es potencia en el deporte ovalado mientras que en fútbol acaba de consumar un hecho inédito: es el primer anfritrión en la historia de los mundiales que no logra superar la primera ronda.

Hechos y datos que expresan, en definitiva, las saludables anomalías y contradicciones de un tiempo. Un tiempo en el cual el fútbol no está exento en sus trazos que exceden lo deportivo y consagran su condición especular, independientemente de los resultados o de una celebración que tenga a los mismos de siempre -al margen de sus itinerarios en la Copa del Mundo- en el podio principal. A veces alcanza con mirar la fiesta de unos y otros para entender cuáles son los monstruos que habitan en ella.

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