lunes, agosto 29, 2011

ALL BOYS // Adentro y afuera



Para algún desprevenido, Vélez no es uno de los clásicos de All Boys. Tampoco lo fue ni posiblemente lo será, habida cuenta de una historia con trayectos distintos, objetivos e intereses diferentes a futuro y circunstanciales situaciones deportivas que podrán variar con el tiempo teniendo en cuenta la dinámica cambiante del fútbol argentino. Pero sí es un partido importante para los hinchas, especialmente los de Floresta, dado que intervienen cuestiones ligadas con el territorio, ámbito donde se construyeron fuertes identidades desde la década del 90 a esta parte. La cercanía geográfica, sumada a la ausencia de los viejos oponentes de ambos (Nueva Chicago y Ferro) y nuevos alineamientos surgidos de progresos institucionales compartidos en una zona también compartida, hicieron de este duelo un encuentro con matices, en cierto modo picante y muy esperado en Floresta por los más jóvenes, muchos ellos sin vivir aún la experiencia del clásico con Chicago. El rival de siempre que, fruto de estas realidades inestables y oscilantes, también rivaliza con Vélez.

Habrá que seguir de cerca, por tanto, el devenir de este duelo y algunas notas aleatorias que dejó su reciente edición para All Boys. Por caso, la caravana rumbo a Liniers recordó las viejas peregrinaciones a Mataderos, con el orgullo barrial a flor de piel y esa emoción colectiva de estar en la antesala de un gran acontecimiento; y un ejemplo a tener en cuenta, si bien forzado, antojadizo y no transferible, aunque revelador de cómo se cimentan las rivalidades en los últimos años: Lanús y Banfield, dos clubes del sur del Gran Buenos importantes en su debido momento como Temperley, Los Andes, Quilmes o Talleres de Escalada, hoy protagonizan el "clásico del sur", en una rivalidad ceñida a aspectos futbolísticos, fundamentalmente, además de la cercana distancia que explican los enconos y las disputas entre ambos. Vélez y All Boys es un partido que se inscribe en otra trama, huelga aclarar, ya que hay notorias diferencias en distintos planos, pero viene creciendo en interés de acuerdo con la trascendencia que le adjudica uno de los implicados y con este presente deportivo y espacial que los encuentra más próximos que nunca.

Se agrega un dato, asimismo, que los hinchas de All Boys valorarán tras este triunfo en Liniers. Y que refuerza la competencia con Vélez, a raíz de que el cuadro de Floresta inclinó el historial en su favor, cuya nómina de enfrentamientos no se reduce a cinco o 10 partidos sino a más de 20, con la siguiente síntesis en Primera: 7 victorias de All Boys, 8 empates y 6 triunfos de Vélez. Como con Chicago y Atlanta, también se celebra este triunfo por los números aunque más, mucho más, debido a la jerarquía del rival (el campeón del fútbol argentino) y a mejorar sustancialmente el rendimiento, luego de la floja actuación con Atlético Rafaela. Resultó clave, en tal sentido, el orden que exhibió el cuadro de José Romero durante todo el partido, apoyado en tres pilares fundamentales para mantener el temple y apuntalar al equipo en un encuentro muy especial, dado que Cambiasso, Perea (autor de un gol con fortuna pero buscado) y Matos fueron vitales en pasajes determinantes del partido, para abrochar una victoria trabajosa y muy festejada. En parte, y como se dijo, por un adversario ultragalordonado que jugaba en su cancha tonificado por marcar goles en sus 26 últimos partidos, y por las incidencias del juego teniendo en cuenta la expulsión de Soto, en el comienzo del segundo tiempo.

Pero existe un tercer aspecto importante del triunfo en Liniers vinculado con la motivación y el esfuerzo. Jugadores e hinchas sienten este tipo de encuentros de modo similar, razón por la cual prevalece otro ánimo para salir airosos de paradas muy difíciles en base a la entrega dentro y fuera de la cancha. El desafío es sostener ese ánimo y esa seriedad en otros duelos, que entregan puntos como todos, aunque estar en Primera -siempre conviene apuntarlo- no debería demandar tareas adicionales para lo que supo y sabe hacer muy bien este club: dejar el alma en la cancha y en la tribuna.

P.P.

martes, agosto 23, 2011

ALL BOYS // Reacciones

No es cuestión de caer en exageraciones o tremendismos. La temporada es larga, este equipo tiene el crédito abierto por su seguidilla de logros y, como se dijo acá, venía de conseguir un valioso empate en Santa Fe, derivado de un desempeño que invitaba a la ilusión. Pero el partido con Rafaela alteró a todos en Floresta, comprensible y exageradamente, luego de un rendimiento desteñido, acaso el peor en mucho tiempo según una sucesión de errores compartidos mezclados con carencias de reflejos, inadmisibles para una divisional que castiga con derrota cualquier falla, ya sea nimia o grosera.

Con el recientemente ascendido hubo deficiencias nítidas, por ejemplo no administrar con inteligencia una ventaja conseguida al minuto de juego, si bien habría que atender, o al menos seguir de cerca, las declaraciones del técnico visitante Carlos Trullet. ""Hay una estadística que dice que el equipo que marca un gol al minuto de juego, en el 80 por ciento de los casos no gana el partido". Se desconocen las fuentes de ese dato pero no deja de ser un concepto interesante en un ambiente sensible a las declaraciones huecas, ramplonas y exculpatorias por parte de los entrenadores. De cualquier modo, All Boys dilapidó la chance de acreditar su primer triunfo por causas que exceden a los números.Y remiten a algo tan sencillo como la falta de concepto para encarar un partido importante en la tabla de los promedios, no solo desde la disposición anímica sino también a partir de las incidencias en su desarrollo y, sobre todo, de lo que parecería ser el déficit en estos tres partidos disputados: fallas visibles en la zona defensiva. El segundo tiempo con Rafaela fue elocuente para advertir que All Boys defiende mal, entre otras cosas porque el mediocampo parece descompensado, con Darío Stefanatto y Juan Pablo Rodriguez en un nivel muy bajo, y con desacoples notorios en la última línea donde Facundo Quiroga se revela impreciso, torpe en cada movimiento y por ahora lejos, muy lejos, de ofrecer seguridad.

No obstante, la caída también se explica por la táctica elegida en el segundo tiempo cuando el cuadro de José Romero se retrasó en el campo con el propósito, modesto, de cuidar la mínima ventaja, sin tomar nota de dos cuestiones básicas: los posibles réditos de mantener la postura ofensiva ante un oponente de calidades iguales o inferiores y, aceptada la estrategia de apostar al contragolpe, no reforzar la zona media con Emanuel Perea, de buen desempeño en Santa Fe y de características acordes con ese plan mezquino. Por el contrario los futbolistas que ingresaron, concretamente Maximiliano Coronel y Carlos Salom, mostraron un rendimiento muy pobre, sugerente en cierto modo para intuir las limitaciones del plantel y aventar, pese al discurso oficial, los pronósticos alborozados de pelear el torneo o clasificar a una copa internacional. Un dislate. En ese panorama, los goles de Rafaela fueron acaso un justo castigo para un equipo que no sabe ni puede jugar de esta manera en condición de local, al tiempo que expresan una señal de alarma a corto, mediano y largo plazo en caso de no revisar estos partidos con saldo negativo en Floresta (1 punto sobre 6, ante rivales directos).

Un último aspecto a consignar se vincula con los reacciones de un sector del público y de determinada prensa. Existen varios temas importantes a corregir o a modificar de raíz en el plano futbolístico e institucional, aunque de ningún modo avalan la crítica destemplada y exitista, cuyo rasgo distintivo es abonar a un clima de confusión, desfasado de esta actualidad en Primera. Mejor que la queja parasitaria es repasar de dónde venimos, señalar los errores pero con ánimo constructivo y trabajar desde abajo por el presente y el futuro de All Boys. Uno de los desafíos del tiempo que se avecina.

P.P

viernes, agosto 19, 2011

SELECCIÓN NACIONAL // Apuesta al estilo

          
Después del fallido y breve ciclo de Sergio Batista, entrenador sin pergaminos que avalaran su apresurada designación, la asunción de Alejandro Sabella como entrenador del Seleccionado constituye una señal auspiciosa para un equipo que acumula casi dos décadas sin triunfos de relieve y numerosos conflictos y problemas en distintos órdenes. Sin ir más lejos, buena parte de esos problemas radican en la falta de un proyecto serio, consistente y no corroído por los resultados inmediatos, cuyos rasgos más notorios se expresan tanto en los cortocircuitos internos generados ante cada traspié, como en la extensa nómina de entrenadores que desfilaron por el cargo en un lapso corto, todos ellos con marcadas diferencias en cuanto a los métodos de trabajo y la aplicación de tácticas y esquemas de juego.

Dos casos, entre muchos otros, signan la política errática de la AFA en estos años: por un lado, interrumpir el exitoso trabajo de José Pekerman y Hugo Tocalli al frente de los juveniles, en 2007, por otro, obturar el ciclo de Diego Maradona con los mayores teniendo en cuenta el destrato para un símbolo de la Selección, los números de su cortísima gestión (finalizó 5ª en Sudáfrica 2010, la mejor ubicación en 20 años) y los indicios de ir perfilando un estilo asentado en la mística de conjunto.En ese panorama, y descartado una vez más Carlos Bianchi -el nombre con más consenso entre los hinchas-, la elección de Sabella suena sensata no solo por sus recientes y resonantes logros en Estudiantes de la Plata, sino también debido a las premisas con las que parecería encarar este delicado momento de la Selección , entre ellas conceptos claros con miras a armar un equipo de jerarquía capaz de sortear exigentes desafíos (clasificar al Mundial de Brasil), y definir una identidad futbolística sustentada en un sólido funcionamiento colectivo, luego de variadas improvisaciones y mezquindades. Así lo señaló Sabella en sus primeras apariciones públicas como conductor del Seleccionado. «El fútbol es un deporte de conjunto en el que juegan sólo 11 . Hay que armar un estilo de juego, una manera de jugar, y también analizar cómo afrontar cada partido. Tenemos que ser generosos porque algunos jugarán más y otros menos, pero la Selección está por encima de cada uno de nosotros».
Habrá que ver si el mensaje, muy saludable por cierto, consigue persuadir a todos de revalidar el prestigio con humildad, esfuerzos repartidos y las convicciones de la vieja escuela, atributos que el fútbol argentino parecería haber extraviado.  

Pablo Provitilo

ALL BOYS // Sensación de igualdad

(*) Foto: www.allboysdeprimera.com.ar

La sensación tras el empate en Santa Fe, escenario difícil pese a la racha adversa que arrastra el local, es de mesura ante una nueva igualdad. Dos presentaciones en las cuales Al Boys no jugó como pudo hacerlo, sufrió los partidos y dejó como dato positivo la tranquilidad de evitar la derrota, a esta altura incómoda para afrontar con otro espíritu y otras expectativas una temporada donde el cuadro de José Romero no debería olvidar su objetivo principal: engrosar su promedio, reestructuraciones infames de campeonato al margen. Los resultados hasta aquí, justamente, revisten un costado interesante con solo repasar el desarrollo de ambos encuentros, cuyas coincidencias aluden a que All Boys quedó en desventaja. Recordemos que en la 2010/2011 apenas 3 veces sobre un total de 38 juegos el conjunto de Floresta logró nivelar el marcador (Tigre y Godoy Cruz, en el Apertura; Independiente en el Clausura), lo cual no es un dato para minimizar en esta categoría compleja y exigente, que demanda contar con planes alternativos y diversidad de recursos frente a contratiempos varios, esquemas fallidos y, desde luego, imprevistos derivados del azar.

Ante Colón, en tal sentido, Romero introdujo modificaciones pensando en las calidades del rival (un mediocampo sólido, buena técnica), con la novedad de la reaparición de Perea en el equipo titular. Decisión razonable, cabe decir, si bien el gol tempranero de Colón pareció desbaratar la idea inicial y, peor aún, tornar más complicado un partido ya de por sí muy difícil. Sin embargo, y a diferencia del torneo anterior, contar con Pérez García constituye un plus y un arma de desequilibrio latente para intentar, cuanto menos, una respuesta. Y el salteño resultó clave dado que a partir de su movilidad y su gambeta All Boys pudo sostenerse en el partido, más allá de la imprecisión de sus compañeros. Claro que no fue el único responsable: Cambiasso, determinante para que el Sabalero estirase la ventaja, y Torassa, otro bajito capaz de romper el tedio a partir de su atrevimiento, aportaron a conseguir una igualdad que, al cabo, no le quedó mal a un partido bastante atractivo y, por momentos, bien jugado.

Hacia adelante, de todos modos, quedan aspectos a modificar o corregir, especialmente el sector derecho de la defensa que ocupan Vella y Quiroga, zona fértil muchas veces para embestidas rivales, al quedar los defensores desacomodados o presos de errores evitables. También Stefanatto y Juan Pablo Rodríguez no pasan por un momento feliz: el primero, comprensiblemente, padece la falta de fútbol luego de su trunca experiencia en Estudiantes, mientras que el uruguayo parece empecinado en no levantar la cabeza, impreciso en los centros, además de exponerse con conductas lindantes con la expulsión. Son apuntes menores habida cuenta de que, lo más trascendente de la excursión a Santa Fe, fue la tenacidad para emparejar el encuentro, especialmente en el segundo tiempo donde All Boys dominó las acciones con presencia en campo rival e intensidad en el juego. Si se agrega que enfrente estaba un adversario entonado, ansioso de redimirse ante su gente y con futbolistas de jerarquía, el balance deviene auspicioso de cara a una seguidilla de partidos que figuran entre la más engorrosa del torneo.

Se sabía que era así, y por eso conviene ser cautos, valorar cada minuto en esta divisional y soñar con nuevas  epopeyas, sensaciones que no significan obsecuencia inconducente ni ciego fanatismo. Por el contrario, expresan la exigencia sana de mejorar desde la critica y la revisión interna, características adheridas a los siempre cambiantes humores tribuneros.

P.P.

miércoles, agosto 10, 2011

ALL BOYS // De dónde venimos



La décima temporada de All Boys en Primera obliga a ser cautos en los análisis y justos a la hora de reseñar errores. No se jugó bien en el debut con Belgrano, es cierto, pero debe considerarse que se trata del primer partido, de las dificultades de enfrentar a un adversario ultramotivado y de valorar este inicio en la máxima categoría, en las antípodas de compartir escenarios con Flandria o Brown de Adrogué, dos clubes simbólicos para este sitio. Sucede que si se pierde de vista el recorrido de estos años, los avances consumados en distintos planos, la exigencia podría redundar en la ingratitud y un olvido contraproducente que no se corresponde con el presente deportivo ni con la impronta de un club memorioso hasta de los nombres más infaustos.

Que All Boys juegue en Primera configura un dato para valorar independientemente de los resultados, lo cual de ningún modo supone conformarse con lo conseguido o no proponerse objetivos superiores. Simplemente ayuda a bajarle el tono al exitismo, influido por el discurso de algunos medios, y a disfrutar de este tiempo para muchos impensado luego de haber internalizado relatos que hablaban de un pasado alguna vez glorioso, especialmente quienes conocieron las canchas más hostiles, las derrotas más hondas, la sensación amarga de verse reflejado en un espejo impermeable al paso del tiempo. Por eso el cuestionamiento ante resultados adversos convive con la estela de un ciclo de crecimiento y fecundas alegrías, dado que sería engañoso creer que la historia de All Boys comenzó en 2008 con abundancia de triunfos y enemistades con Vélez y Argentinos Juniors. Detrás de este presente se esconden esfuerzos de años, sueños colectivos nacidos de la adversidad, batallas pasadas que se prolongan hasta hoy y mucha capacidad para absorber desengaños, errores evitables, crueles designios del destino.

Ese mecionado trayecto sirve para dimensionar que no es menor observar al cuadro de Floresta en la A. No es algo de todos los días o un hecho natural de su historia para rendirse a una crítica desmedida, quejosa, o a una obsecuencia interesada que no ayuda a lo que hoy debe ser la principal tarea: trabajar por el club desde distintos espacios como viene ocurriendo, conscientes de que lo primero es All Boys. Señalar lo que está mal y lo que está bien, sabiendo de los avatares de este club, da la sensación que es la mejor respuesta, la más constructiva, cuando lo prioritario es All Boys, un club de los hinchas y de los socios afirmado desde su condición barrial, no sometido a los dictados de una sola persona o sujeto a inoportunas acciones de personajes habituados al conflicto que enturbien los progresos de estos años .

En ese sentido, y aunque el resultado del debut dejó un sabor agridulce, cabe mirar otros aspectos. Las partidas de Fabbiani y Ortega, y los regresos de Stefanatto y Pérez García, a los que se suman otros dos jugadores de la casa como Coronel y Bargas, son noticias positivas, al margen del error de Darío con Belgrano y los interrogantes sobre los futuros rendimientos de los retornados. También la continuidad de José Romero, quien advierte la necesidad de mirar a las inferiores, da elementos para ser mesuradamente optimista. De cualquier manera, nada indica transitar la temporada sin contratiempos en la marcha, con dudas o replanteos agudos, además de denodados esfuerzos para mantenerse y creer en un horizonte con nuevas gestas por protagonizar.

¿Alguna vez lo fue?   

P.P.

viernes, agosto 05, 2011

PRIMERA DIVISIÓN // La finitud





La temporada que comienza viene con la signo de la novedad y de la incertidumbre tras decretarse el descenso de River, un 26 de junio de 2011 gozoso, caótico, para muchos imposible de asimilar. Será distinto el torneo, indudablemente, porque la ausencia deja un vacío inmenso de acuerdo con la cultura futbolera de un país donde River nutrió buena parte de su poderoso influjo sobre la base de equipos brillantes, pasiones que se ramificaron a lo largo del país, hechos y sucesos que lo depositaron en el lugar de los elegidos. Lejos de tratarse de algo inédito en el fútbol argentino, el derrumbe millonario impacta de lleno en el ambiente debido a la magnitud de la caída. No es lo mismo San Lorenzo y Racing, los otros dos clubes que sufrieron tormentos semejantes, que River, lo cual de ningún modo implica comparar aspectos ligados con la grandeza de los tres, pero si consignar un dato fuerte: acá el descendido es uno de los clubes con más adhesiones, el de más títulos, aquel que no podía irse a la B porque trazos de su identidad se cimentaron en el triunfo permanente, en el orgullo de ser el mejor, en la distinción que otorga saberse destinado a nuevas escalas de dicha.

Se presume, en consecuencia, un campeonato diferente sin el cuadro de Nuñez, atípico de solo observar que no habrá superclásicos en la temporada y la atención se desplazará como nunca antes al certamen de la B Nacional, aunque con un dato adicional relevante que lo torna aún más particular: el descenso de River implica también que ya no hay garantías para nadie. Como si se tratara de la caída de un gran relato -y de un mito-,lo sucedido en el torneo anterior sugiere que lo peor y lo mejor puede pasar,decartados los reaseguros de una supuesta invulnerabilidad, amén de arreglos oscuros que, hoy, parecen difíciles de consumarse dada los crecientes dispositivos comunicacionales y un enunciado que ahora forma parte del pasado: "Boca y River nunca se van a ir a la B". Esto supone más transparencia -más allá de los contornos del descenso del cuadro millonario-, pero también una importante cuota de intranquilidad. La única garantía es que no hay garantías para ningún club, se llame como se llame.

En ese escenario de incertidumbres, constituye un desafío saber cómo reaccionarán los grandes, especialmente 3 de ellos situados en una incómoda posición en la tabla de los promedios, no solo en lo que respecta al plano deportivo e institucional, sino también a cómo metabolizarán la ausencia de River y enfrentarán la avanzada de los cuadros denominados chicos, protagonistas en los últimos campeonatos. Es de esperar que la traumática experiencia de River los habrá alertado sobre el probable desenlace cuando se hace todo mal y no hay apelación posible en torno de un relato arcádico que insinuaba inmunidad para los grandes. También esos clubes, da la sensación,posiblemente hayan tomado nota de sus propias experiencias, con dirigencias fallidas y magros resultados. Racing hace 10 años que no sale campeón, San Lorenzo 4, Independiente 9, Boca dejó de participar de torneos internacionales, su bandera de orgullo. Tiempo suficiente para volver a los primeros planos, sin River en el horizonte de adversarios a vencer.


Razones, entonces, de un campeonato inédito, particular, con atractivos diferentes y en el cual los elegidos deberán afrontar todo el peso de la condición que se les adjudica. Por lo demás, será imposible no pensar cada fecha, cada partido, cada minuto en la ausencia de River. Demasiado nombre para contemplar una temporada como cualquier otra cuando, por fin, llegó la hora de aprender que los ciclos terminan y los predestinados a la gloria un día descienden. Como cualquier mortal.

P.P.

martes, agosto 02, 2011

SELECCIÓN NACIONAL // SUB 20, un bálsamo



En este momento delicado e incierto del fútbol argentino, huérfano de alegrías al sumar 18 años sin títulos de cierto relieve en lo que respecta a su combinado nacional y sumido en un caos organizativo de proporciones tras anunciar un torneo disparatado que enardeció con razón a la mayoría de los hinchas, la Selección sub 20 ha sido una rareza, una excepción ante tanto abuso y desprolijidad por parte de la AFA, cuya gestión blindada por ex socios del negocio parece agonizar finalmente y abre esperanzas, de alguna manera, acerca de una inmediata renovación dirigencial en su seno que, por cierto, no conduce al empresario Daniel Vila, la peor de las continuidades posibles.

Y es una excepción debido a los títulos conseguidos en las últimas dos décadas, sostenido por un proyecto serio, con fuerte hincapié en aspectos pedagógicos como parte de una labor formativa a largo plazo, enriquecido en base a sólidos conceptos futbolísticos inculcados por quienes produjeron una visible transformación en un área medular como los juveniles: José Pekerman y Hugo Tocalli, al cabo los responsables del cambio que marcó una bisagra en el itinerario de la categoría. Alcanza con repasar los títulos mundiales conseguidos por el Sub 20 en los ùltimos 15 años, que fueron muchos y en diversas geografías; aquél de Qatar, en 1995, con Ibagaza, Coyete y la dupla Biaggini y Panchito Guerrero que derrotara a España -el gran candidato en ese torneo- y a Brasil en la final; la victoria de 1997, en Malasia, tras superar a Uruguay en el choque decisivo, que tuvo el fútbol virtuoso de Riquelme, Cambiasso, y la fama efímera de Quintanita; el triunfo en Holanda, en 2005, que marcó la aparición de Lionel Messi en el escenario de las grandes competencias televisadas, líder de un seleccionado opaco dirigido por Francisco Ferraro que derrotó a Nigeria en la final. Y otros dos campeonatos seguramente muy recordados por los hinchas a raíz de las cualidades exhibidas por esos equipos: el de 2001, celebrado en Argentina, sede de un torneo que el seleccionado diseñado por Pekerman  ganó desde el principio al fin, con varias goleadas (incluso la final fue por amplia diferencia, 3-0 sobre Ghana), además de estrellas que dejaron su sello (D'Alesandro, Saviola); y el obtenido 6 años después, en Canadá, certamen donde brillaran Sergio Agüero, Maxi Moralez y otros púberes de Racing, consagrados luego de superar a República Checa, bajo la conducción técnica de Tocalli.




Sin embargo, la AFA decidió interrumpir ese ciclo regado de éxitos y orgullos al discontinuar el trabajo de Tocalli, un grosero error no tanto por la partida del ex arquero de Quilmes y sus colaboradores teniendo en cuenta que existe un lógico desgaste, sino por iniciar de cero un nuevo proyecto para los juveniles, con la designación, para ocupar los puestos vacantes, de algunos nombres enrolados en la llamada generación '86, intérpretes de dudosa capacidad y conductas diametralmente opuestas a las de sus predecesores. Es decir, en lugar de proseguir en el camino iniciado por Pekerman-Tocalli, la AFA optó por un cambio inoportuno, como se advirtió al no clasificar al mundial de Egipto en 2009, y en buena medida influyente del rendimiento errático de los mayores. No la única causa del declive del Seleccionado Mayor desde ya, pero sí un ítem muy relevante dado que acentuó el desconcierto, la improvisación, la pérdida del estilo. Y justamente, si algo lograron los juveniles entre 1994 y 2008 fue adoptar y consolidar un estilo.

No obstante, y pese a sus formadores actuales, el sub 20 presenta en la Copa del Mundo de Colombia un equipo que ofrece buenas expectativas. Las razones habrá que buscarlas en esta tierra donde florecen cracks, pero también en posibles efectos residuales de la transformación instituida en 1994. Como si en los mundiales -instancia máxima de esta categoría- alumbraran viejas imágenes de aquellas formaciones serias, con estirpe ganadora y hambre de gloria. Lo que podría considerarse "mística", más allá de los usos y significados que se le adjudican al término. De cualquier manera, la nota más importante es vislumbrar una esperanza al ver a Lamela, Iturbe, Martínez, una defensa de temple y jerarquía, reservas anímicas que trascienden el pobrísimo libreto de un entrenador y, como se dijo, algunos rasgos persistentes de una etapa fundamental en la historia de los selecciones juveniles en Argentina.

Atributos del pasado a partir de los cuales Argentina intentará afirmarse para intentar escapar de la mediocridad de su presente, y erigirse como el más ganador de la categoría, superando al mismísimo Brasil, que acredita dos títulos menos y desde hace 8 años no consigue un torneo.Se podrá argumentar que es el Mundial de Mayores el termómetro para medir rendimientos y que el interés de estos torneos juveniles radica más en su faceta formativa que en el plano de los resultados. Aunque, eso sí, la realización del certamen no reviste características amistosas ni configura únicamente un banco de pruebas, lo cual realza el valor de este tipo de torneos donde se enfrentan selecciones de jerarquía y que son  muy seguidos por los hinchas, como atestigua la memoria según los campeonatos obtenidos en Japón (1999) y los citados de Qatar y Malasia.

De logarlo esta vez, algo difícil pero no imposible, no es inapropiado subrayar la incidencia, al menos en parte, de retazos pasados de una historia. La que, en el último tiempo, llevó a Argentina a lo más alto en materia de juveniles, hecho extraño dado que aquella sucesión de conquistas coincidían con una conducción igual de contaminada que ahora. Por eso, y en caso de coronarse en Colombia, el Sub 20 ratificará que su derrotero está signado por la anomalía, si bien los triunfos de Pekerman y Tocalli eran consecuencia lógica del trabajo paciente, del estudio minucioso, de una idea bien ejecutada pero en el marco de una gestión oscura, con varias frustraciones en el ámbito de los mayores. Ahora, sin plan ni conductores idóneos, subsiste -aunque sea imaginariamente- la huella de ese proceso y acaso sea uno de los factores que sostiene la ilusión de sumar la octava estrella. Las otras ilusiones, afortunadamente en nuestro país, pasan por el talento que no se extingue. La mejor noticia en este tiempo que invita a dar vuelta, de una buena vez, una página que ya agotó las enumeraciones sobre el origen del síntoma.

P.P.