lunes, junio 27, 2011

RIVER // Fin de una época

Para Revista Acción http://www.acciondigital.com.ar/



Fin de una época

El descenso de River generó dolor popular, incredulidad y análisis diversos donde intervienen factores no solamente deportivos. Modelos de clubes y desafíos en marcha para el fútbol argentino.


Posiblemente sea el acontecimiento más importante de la historia argentina futbolera a nivel clubes, desde la instauración del profesionalismo en 1931. Por su magnitud, por su desarrollo y también por sus derivaciones. El inédito descenso de River a la B Nacional, ya consumado tras un tortuoso final para los miles de hinchas que habitan a lo largo y a lo ancho de la Argentina, parecía un suceso que ni el espectador neutral ni el más pesimista de los simpatizantes millonarios creía posible. Mucho más cuando en el repaso de su dilatada trayectoria de 110 años cuenta una avalancha de títulos locales (33 campeonatos, el más ganador de nuestro país), títulos internacionales de envergadura (2 Copas Libertadores, 1 Intercontinental), un semillero que fue bandera del fútbol nacional y, sobre todo, su condición de otrora club modelo según la cantidad de asociados, las múltiples disciplinas abiertas a la comunidad y el manejo financiero de una camada de dirigentes que priorizaron los intereses del club por encima de sus apetencias personales y sus egos. Un club demasiado grande para imaginarlo en los torneos de ascenso, con muchos rivales de otro linaje y otra estructura.

Claro que existen razones y responsables que explican el declive futbolero de River. Y que se circunscriben, fundamentalmente, a las dos gestiones de José María Aguilar –presidió el club entre 2001 y 2009- cuando la institución eligió un rumbo a contramano de los mandatos de su historia cuyos costos, tarde o temprano, se pagan. Así, el club padeció todo tipo de desaguisados en la última década que lo llevaron a una delicada situación deportiva e institucional, entre los cuales figuran negocios con representantes de grupos económicos en desmedro del propio patrimonio a partir de una fallida política de compra y venta de jugadores, la licuación de las divisiones inferiores –todo un emblema de River- y haber entablado turbias relaciones con las denominadas barras bravas, protagonistas de numerosos episodios de violencia que deterioraron la imagen de la entidad. Todo bajo la pasividad de un tipo de periodismo –el que anida en los medios hegemónicos- alentado por el propio club, incapaz de denunciar e investigar nada ante las diferentes irregularidades acaecidas en este período. Llamó la atención, sobre esto último, la tapa del diario Olé del sábado 18 de junio que le adjudicó idéntica responsabilidad de los pesares de River a Aguilar y Daniel Passarella, quien está en el cargo desde fines de 2009. Un medio que, cabe recordar, no tuvo el mismo gesto de editorializar virulentamente sobre la culpabilidad del ex presidente millonario, respecto del tráfico de componendas que se urdían en el club.

De cualquier modo, hubo fallas de Passarella ostensibles, principalmente haber subestimado la compleja situación deportiva de River (tuvo 3 campeonatos para remediar, al menos en parte, la ubicación del cuadro millonario en la tabla de los promedios) y no dar a conocer los números de la auditoría sobre la gestión anterior, una promesa de campaña muy esperada por los hinchas. Las cifras de los balances de la entidad, en tal sentido, devienen elocuentes para explicar la pérdida de categoría y las responsabilidades compartidas: amén de varias denuncias por corrupción, Aguilar dejó a River con un pasivo de 130 millones de pesos, incrementado durante el mandato de Passarella a 220 en un año, lo cual revela el actual cuadro de situación en el cual, acaso lo más grave, no solo pasa por el aspecto financiero sino también por la paulatina pérdida de identidad de la institución millonaria. Suficientes causas, en definitiva, para que decantara previsiblemente este presente.

Dramas y refundaciones

El descenso de categoría, una posibilidad que le cabe a todos los equipos, se vive en Argentina con exagerado dramatismo y desmesura, acrecentado en los últimos años por determinados discursos periodísticos que hacen del morbo y el amarillismo su caballito de batalla para atraer a las audiencias. De hecho, el fútbol nacional registra a otros 2 clubes muy importantes del país, enrolados en los llamados 5 grandes, que bajaron a la segunda división (San Lorenzo, en 1981, y Racing, en 1984) y que rápidamente retornaron al círculo privilegiado sin que constituyera un escándalo de proporciones mayúsculas.

No obstante, el caso de River tal vez reviste mayor trascendencia para el medio futbolero –y especialmente para los hinchas millonarios- debido a que se trata de un club más popular, al mencionado pasado de gloria (también era uno de los 3 clubes que no había jugado nunca en el ascenso, los otros son Boca e Independiente), y a una decadencia que fue mutando en agonía, desconcierto y desesperación conforme pasaban los años. Los desbordes de los hinchas en las promociones ante Belgrano de Córdoba que decretaron su descenso –el club cordobés quedó en la historia al mandar a River a la B- se vinculan con esa impotencia de arrastre, además del significativo hecho de que algunos episodios de violencia en los partidos de la promoción tuvo en el centro a la barra brava, de creciente protagonismo en la última década. Una metáfora, acaso, del momento del cuadro millonario.

Pero además subyace otro aspecto importante, ligado con este resonante acontecimiento, alusivo a lo que parecería ser el fin de una etapa que trasciende lo deportivo y se vincularía con cuestiones sociales y culturales. La caída de River, da la sensación, es también consecuencia de una etapa de la Argentina -principalmente en la década de los 90- donde los clubes fueron usados como plataforma para tramar negocios o catapultarse a la escena política, amén de determinadas concepciones asentadas en criterios de lucro, que derivaron en la ruptura del tejido social. Claro que hubo y hay excepciones según determinados ejemplos. De hecho, en los torneos recientes, quienes sobresalieron han sido instituciones que trabajan sobre la base de proyectos a largo plazo, priorizan la tarea con las divisiones inferiores y –sobre todo- ponderan un modelo de club que estimula la participación de los asociados. No casualmente Vélez (flamante campeón del Clausura), Lanús, Estudiantes de La Plata, Argentinos Juniors, Banfield y Godoy Cruz se mantienen en los primeros puestos, lo cual sugeriría –además- que se vislumbra un nuevo realineamiento en el fútbol argentino donde los llamados clubes chicos relegaron a los grandes. Y en el que debe consignarse, aunque todavía sea incipiente, la probable incidencia en el cambio que suscitó la etapa iniciada en 2009, relativa al reparto de dinero por parte del Estado acerca de los derechos por transmisiones televisivas.

Factores que hablarían, al cabo, de un posible nuevo ciclo en el fútbol argentino, al tiempo que de un previsible desenlace negativo cuando predominan fraudulentas administraciones en los clubes y existen favoritismos y arreglos solapados que conspiran contra el espíritu deportivo. Para River se trata de una mancha en su rica biografía que le demandará, en principio, una seria revisión de lo sucedido para refundarse en todos sus estamentos con miras a recuperar los núcleos vitales que lo convirtieron en una institución prestigiosa de la Argentina. Lejos de tratarse de una tragedia deportiva, un descenso puede abrir una esperanza para reencauzar un futuro venturoso, como lo demuestra la frondosa historia del fútbol argentino. Que sigue su curso y, afortunadamente, no termina.
 
P.P.

El día después



Y un día lo vimos caer. El 26 de junio será una fecha triste, emblemática, verdaderamente dolorosa  para los millones de hinchas de River que viven en la Argentina. Irse al descenso es el mayor y cruel castigo para un club que está enraizado en el corazón del pueblo y hoy sufre como nunca los designios impiadosos de un deporte donde no solo hay 22 individuos ensimismados detrás de una pelota. El fútbol es pasión y pertenencia. Un fenómeno cultural que es parte de la vida porque la abarca y hasta la desborda. Un acontecimiento lleno de goce y de placer cuando algo de lo propio se pone en juego representado en los colores queridos: una causa de años, aromas de la infancia, engañosas virilidades, disfrutes o martirios que signarán los humores del día después. El fútbol es muy importante en nuestro país según advertimos en estas horas dominadas por el masivo dolor de quienes no juegan pero participan con su aliento, su tiempo y, sobre todo, su ilusión.

Que River haya descendido produce una conmoción social de magnitudes insospechadas. Porque su historia es enorme, las adhesiones se multiplican en cada rincón de este país que -paradójicamente- renace después de un  infierno de décadas y lleva la marca del trauma. El descenso es traumático teniendo en cuenta el desarrollo de los hechos y el lugar en que los hinchas lo ubicaron comprensiblemente ante un afuera ensañado con su desgracia y un adentro impotente para evitar el esperable desenlace que eclosionó en el final de la promoción, con todos los residuos que acumuló en estos años. Claro que también es un trauma por la presencia de desconocido, la B, vivida como una afrenta intolerable, el peor escenario para un club de las dimensiones de River. Si hay dos equipos que no conciben la posibilidad del descenso son precisamente River y Boca, de ahí que siempre resulta curioso, o al menos para analizar, enunciados relativos a "lo fácil" de simpatizar con cualquiera de los dos. Ser de Boca o de River suponen triunfos continuos, centralidad en la agenda de los medios, presuntos beneficios (River, en este temporada, fue el caso inverso), pero, atención, también suponen dolores inmensos a la hora de la derrota debido a la resonancia de sus nombres y las exigencias que pesan sobre ellos.

Es redundante, ya señalados los problemas graves que aquejaron y aquejan a esta institución, explayarse sobre las razones que transformaron a un club modelo de la Argentina en una mesa de dinero donde anidan mafias dirigenciales y periodísticas junto con sicarios y lúmpenes. Mejor pensar en la reconstrucción, ese tiempo después cuyas señales de cambio deben emerger con celeridad. Y de todos los estamentos involucrados, en tal sentido, conviene pensar en los hinchas . ¿Cómo asimilar el trauma? ¿De qué modo se sigue? ¿Con qué cimientos comenzará la inevitable refundación? La caída de River parecería revelar el fin de una época de la Argentina, especialmente en las entidades de la sociedad civil, dominada por ideas instaladas durante la etapa neoliberal , entre ellas usar a los clubes como plataforma para tramar negocios o saltar a otras esferas (política, empresaria), lo cual expresa que no hay otro gesto posible para los hinchas que no sea participar activamente en la vida del club, no solo para votar sino también para defender sus intereses.

Y no solo River deberá aprender de su experiencia. Los demás están alertados sobre el destino inexorable que les espera si su club, que es de los socios y de los hinchas, queda en manos de administraciones que priorizan sus intereses personales en desmedro del conjunto, triangulan pases con entidades inexistantes o venden paquetes turísticos que expulsan la pasión popular. La consecuencia, el daño, es enorme. Los hinchas de River hoy comienzan a entenderlo, mientras -seguramente- van asimilando la nueva vida que comienza entre el dolor y la esperanza.

P.P.

lunes, junio 20, 2011

ALL BOYS // Vivir en cada despedida


 
Y un día se termina. Pasa en el amor, en todas sus variantes y matices, y pasa desde luego en el fútbol, escenario de otras grandes bendiciones y martirios, ámbito del sufrimiento, la rabia y el placer, de la tragedia y la experiencia acumulada. Por supuesto que también de la felicidad. Los finales felices, inevitablemente, dejan rastros de nostalgia por la incerteza de saber si podrán repetirse en el corto o mediano plazo, y por su ineluctable condición de ser justamente un final, el cierre de una etapa, determinada muerte del tiempo, el prolegómeno de la remembranza en forma de congoja por los días de dicha y de replanteos ante lo que ya no está y se lo extraña y se lo recuerda y aún se lo padece. Ningún final o despedida, en suma, es alegre pese a la valentía, en ciertas ocasiones, de afrontar un recorrido marcado por la vitalidad de haber intentado -exitosa o fallidamente- vivir un poco mejor entre afectos y proyectos comunes, caminitos llenos de riesgos pero imposibles de no transitar cuando ese tiempo nos marca que un día llega la hora y, presuroso, va demasiado obstinado para mirarlo de lejos o estancarse en una realidad repetida, previsible y fatal.

Sin embargo, hay finales que se celebran cuando suceden en el momento justo, entre otras cosas porque ceden tensiones, permiten evaluaciones rigurosas, auguran nuevas intensidades y alegrías, coronan una etapa para guardarla en las memorias personales y colectivas de quienes lo vivieron o lo contaron .Y algo de eso pasa con este All Boys que culmina una temporada sorprendente e inédita en la Primera División, a 31 años de bajar a la Primera B, debido a hechos que se han ido consignando a lo largo de esta serie de crónicas tanto en sus aspectos positivos como negativos, los cuales fueron pocos teniendo en cuenta los números de la campaña (cincuecuenta y un gloriosos puntos) junto con el salto de calidad experimentado por la institución luego de años de navegar en la intrascendencia y la pesadumbre al observar una película con idéntica trama y final.



Las responsables, en ese sentido, son muchos (dirigentes, cuerpo técnicos, jugadores)  pero cabe subrayar el papel del hincha, un actor central de este venturoso presente, hundido en la depresión tras el descenso de 2001 a la B Metropolitana que coincidió con el ascenso de Nueva Chicago a la A, lo cual pone de relieve todos sus esfuerzos en estos años para reponerse y proyectar un futuro que es hoy, razón de sobra para disfrutarlo como nunca. Porque All Boys no solo aportó a que se invirtieran los papeles (el cuadro de Mataderos es ahora quien está en la tercera categoría del fútbol argentino) sino también creció estructural y deportivamente mediante la sostenida tarea de socios e hinchas, impulsores de pensar otro horizonte para su club a partir de un conjunto de iniciativas colectivas que fueron generando contagio y adhesiones múltiples, acompañadas de decisiones inteligentes por parte de una comisión directiva que supo leer el cuadro de situación y produjo cambios sustanciales. Por eso, pensar este itinerario que incluye un estadio remozado, 2 ascensos, victorias ante equipos calificados y permanencia en la máxima categoría sin jugar la promoción tiene su punto de partida en la perseverancia y la ilusión de los hinchas de All Boys, muchos de ellos escépticos aunque confiados en otro rumbo de la historia tras un período que parecía perpetuo y quedaba reseñado a pie de página en documentos ajados: el de un club de barrio que una vez jugó en Primera, años ha, de cuya existencia recordaban unos pocos memoriosos que vieron al Japonés Pérez, José Romero, Epifanio Medina, Spilinga, Dragonetti, Britapaja, Pérez Medone, Angel Mamberto, entre tantísimos nombres de la primera experiencia en la A.



Esa gran historia, nacida en 1972 y concluida en 1980, comenzó a quedarle lejos a las nuevas generaciones pero estaba en algún secreto lugar del barrio para revivirla, dados los poderosos lazos familiares que explican la vigencia de los clubes en Argentina y, como se dijo, lo que se abre después de ciertos finales, donde algo termina y empieza nuevamente, como parte de una misma vida que no escamotea su propio pasado. Se comprende, por tanto, la emoción de algunos hinchas, fundamentalmente porque una gran porción de ellos vivió momentos muy distintos de los actuales, que los fueron armando de fortalezas anímicas para soportar reiterados desencantos al tiempo que modelando nuevos objetivos expresados en decir y convencerse, un remoto día, de que había un escondido sueño para poner en marcha antes de haber pasado por este barrio en el tránsito finito de la existencia. Y también se entiende la emoción porque, a diferencia de los restantes clubes de Primera, All Boys volvía después de largos años, con temores lógicos al asomarse a lo desconocido, revelando además otra cualidad que lo distingue: contrariamente a la mayoría de las instituciones más importantes, acá buena parte de sus hinchas apenas si rozaron la gloria; las primeras imágenes con el club amado se circunscriben a finales perdidas, alegrías en cuentagotas y orgullos a defender en territorios hostiles que presagiaban una batalla antes que goles propios.

De modo que el cierre no puede ni debe prescindir de resaltar la emoción de vivir un tiempo feliz. ¿Qué hay cosas por mejorar? Desde luego. Posiblemente haya que buscar más jugadores como Domínguez y Juan Pablo Rodríguez, contener a los históricos, atender especialmente las divisiones inferiores -piedra basal de la consolidación del club en Primera División- y abrir más canales de participación para socios e hinchas. Nada imposible cuando prevalece la unidad y la solidaridad colectiva por sobre las mezquindades, la causa fundamental de los progresos exhibidos. Ahora es el momento del festejo y de los agradecimientos recíprocos, con un dejo de tristeza porque han sido tan fuertes las emociones que costará olvidar que finalmente lo hemos vivido. Pero también con la alegría y esperanza de creer, sin posturas maníacas ni soberbias enseguida anuladas por los hinchas de este club, que lo viene acaso sea igual o mejor. Al cabo, después de cada final, alegre o amargo, queda la mejor de las posibilidades disponibles: la elección de volver a vivir.

P.P.

lunes, junio 13, 2011

ALL BOYS // La emoción joven de un tiempo feliz

                                                                     foto: www.allboysdeprimera.com.ar

Todavía están frescas en el recuerdo de algunos hinchas de All Boys las ya lejanas 8 temporadas en Primera División. Años de alegrías bautismales frente a los grandes del fútbol argentino, época novedosa para un club que disfrutaba del éxito, de su condición barrial orgullosa, de los placeres únicos de inscribir su nombre en una biografía observada a la distancia, paraíso soñado en cada acción colectiva que proyectaba otros retos, otras narraciones de la historia y, finalmente, otras experiencias para gentes cansadas de creerle, descorazonada y resignadamente, a las muchas presunciones de un destino inmodificable.

Aquella travesía situada entre 1972 y 1980, asimismo, llegó a los oídos de los hinchas nacidos desde 1974 en adelante mediante relatos orales que subrayan diversas peripecias en Primera División aunque todas descritas bajo un mismo denominador común: la lucha y rebeldía para afirmarse y defender una categoría donde los llamados grandes no daban pena, abundaban figuras y pocos equipos de las características de All Boys lograban perdurar. Pero de tan fuertes y tan lejanos esos relatos fueron perdiendo espesor, sobre todo en las generaciones más jóvenes, si bien ahí, en ese período brevemente feliz, estaban los partes de una historia contenida en quienes asistieron a ver concretada su ilusión, la causa de un tipo de grandeza que distingue a All Boys, el estímulo para alentar a los albos que vinieron después a llamarlos a protagonizar su tiempo con perseverancia, con mecanismos defensivos ante cada insoportable traspié y con pasión, desde ya.



Sin esa fuente de hechos, anécdotas y valoraciones ancladas un pasado a revisitar con epicentro en un barrio a veces malogrado, a veces repetido y a veces dichoso, no hay manera de disfrutar este momento que atraviesa un club al que todo le costó y le cuesta horrores, como se dijo, porque los desecuentros y las frustraciones han sido muchas, en todas las formas y con todos los ingredientes.Club misterioso y maldito All Boys que atesora miles de secretos y esperanzas en las miradas jóvenes y veteranas de sus hinchas, unidos para celebrar que el Albo continuará en primera división un año más tras derrotar a Gimnasia de La Plata y despedir a uno de los símbolos de este ciclo: Ariel Zárate, el Chino que debutó en la cancha de Comunicaciones, en 2007, y deja dos ascensos, goles y gambetas a tono con el estilo histórico, apariciones claves en momentos complicados de este campeonato y la enseñanza de que ningún apellido en decadencia, por más ilustre que fuera, opaca a quienes entendieron las muchas cosas que demanda esta camiseta, entre ellas -y la más importante- no ser ajeno a su trayectoria ni usufructuarse de ella.


                                           www.elvecinovirtual.com.ar

Se comprende, entonces, la emoción en último partido con los platenses. No solo por confirmar la permancia en Primera o por la calurosa despedida a Zárate, identificado con All Boys para siempre, sino también por el balance de una temporada definitivamente encapsulada en el arcón de los grandes recuerdos según sus números y situaciones. Conviene mencionarlos: con 51 puntos -una barbaridad- es el único de los 3 ascendidos en 2010 en no disputar la promoción, aumentó la diferencia de años en Primera con su viejo rival (10 All Boys, 6 Nueva Chicago), le ganó dos veces a River, 1 a Boca, al campeón del Apertura (Estudiantes) y al campeón del Clausura (Vélez), al ganador de la Sudmaricana (Independiente), ganó casi todas las finales en este campeonato ante rivales que peleaban por no descender (Tigre, Huracán, River, Arsenal, Quilmes, Gimnasia). Y, por si fuera poco, lo logró con su columna vertebral nacida en la B Metropolitana y consolidada en la B Nacional más el aporte de refuerzos que se encariñaron con el club. No sorprende, por todas estas poderosas razones, que su arquero-hincha, Nicolás Cambiasso, haya declarado que para All Boys la campaña equivale a la obtención de un título. Ciertamente lo es ni bien el pasado a muchos le  recuerda una mañana reciente de septiembre, volviendo en un tren Sarmiento apesadumbrado, tras un 0-3 con Flandria o una instantánea borrosa de los 80 con Héctor Scotta convirtiendo un golazo en el arco que hoy da la tribuna Miranda, ante San Miguel, hoy en la C

También deben mencionarse los aspectos críticos porque, en rigor, las cosas perfectas no existen. Los refuerzos mediáticos, para muestra bastan los hechos, no sirven para un club que cultiva la humildad y el compañerismo, así como sería saludable mirar más hacia las divisiones inferiores. Esos chicos serán el futuro de All Boys, acompañados de los referentes del club que coronan con este nuevo logro una etapa de gloria bajo las órdenes de José Romero, emblema del '72 y de la institución. Precisamente, las voces conmovidas que destacan la figura de Pepe en aquel equipo de 39 años atrás hoy se extienden en los relatos de los que se emocionan con Cambiasso, con Sánchez, con Zárate. Ellos, nosotros, los que escuchaban los diálogos de esa historia escurridiza conforme pasaban los años, hoy somos testigos de una nueva épica para contarles a los próximos jóvenes. Porque en All Boys nunca faltará un pibe dispuesto a escuchar y a creer que siempre, absolutamente siempre, se puede estar mejor.

 P.P.

jueves, junio 09, 2011

FÚTBOL ARGENTINO // La promoción llegó

Instaurada hace 11 años, la promoción para mantener o subir de categoría ha generado, conforme el paso de los años, comprensible dramatismo, tensión extrema, fobias de las más diversas y oportunidades inesperadas para el océano de clubes que militan en el ascenso. Dicho sin vueltas: la promoción es un castigo o un premio, depende de la lente con que se mire y de las propias fuerzas con la que cuentan los involucrados para enfrentar, nada menos, la concreta e irredimible posibilidad de superarla o descender. El itinerario hasta aquí marca predominio de los clubes de Primera (15 veces sostuvieron su permanencia en Primera contra 7 de los que ascendieron por esa vía), si bien la tendencia no es un indicador confiable dado que muchos de los 7 ganadores de la B Nacional edificaron triunfos de encomiable magnitud, asentados más en los nervios y las ansiedades de sus adversarios que en virtudes propias. Lo cual no invalida, bajo ningún aspecto, los méritos de los equipos de la B Nacional, todos ellos arribados a la promo tras un largo recorrido para asegurar su chance y sortear un segundo escollo no menos complejo: la ventaja deportiva que favorece a los clubes de Primera.

Los antecedentes de esta instancia definitoria, por tanto, suponen considerar las dificultades que presenta y sus perspectivas, mucho más en esta edición donde River asoma como posible candidato a disputarla, con la deshonra que implica y la inexperiencia de encontrarse en un lugar inédito en el cual lleva todas las de perder a raíz de sus pergaminos en juego, entre los cuales figura -nada menos- ser la referencia primera del fútbol argentino junto con Boca. De consumarse su participación en la promoción, será el segundo club de los denominados grandes en la promoción, luego de la experiencia de Racing, en 2008. Pero los casos difieren no solo porque el cuadro de Avellaneda ya acumulaba un descenso y una decadencia institucional de dos décadas, sino también por la resignación que campea en River, muy diferente del temple que mostraba el equipo dirigido por Juan José Llop  liderado en la cancha por Facundo Sava. Basta decodificar cada frase de su entrenador y el plantel, o adentrarse en la mirada triste de sus hinchas, absortos y maldiciendo al mundo por soportar el mayor desengaño futbolero de su historia.

Parece tarde o inútil buscar las causas, el origen del mal, cuando desde hace tiempo en distintos medios (sitios web, programa de radio, blogs) no considerados por la prensa hegemónica, se puntualizaron errores, componendas, despertenencias múltiples cuyas consecuencias eran cantadas. Este mismo sitio, y aunque suene a autobombo, lo marcó reiteradas veces (http://tresporelpozo.blogspot.com/2008/11/nadie-nada-nunca.html). No obstante River construyó un periodismo sumiso y rentado, gustoso de ser la oposición funcional del Boca de Macri, y bálsamo de la dirigencia más ruin de su historia. Esa que negó la participación genuina en la vida política del club, alejó a los hinchas y alambicó con barras bravas su lugar para conservar la capacidad de daño. El silencio, no haber denunciado nada ni haber esbozado  una mínima autocrítica, a la larga se paga de este modo y sería sensato, un verdadero acto de justicia, que en River desembarque otro periodismo. Más informado, más riguroso y, sobre todo, más honesto.

Se trata de un aspecto importante para consignar el declive de River, estéril como se dijo a esta altura, pero imposible de soslayarlo. Por lo demás, quizás es momento de pensar en el rival del cuadro millonario o del que finalmente dispute la promoción. Y la probabilidad mayor indica que será Belgrano de Córdoba, tradicional club de esa provincia, el contendiente que buscará saltar a Primera tras una gran campaña en la B Nacional, especialmente tras la asunción de Ricardo Zielinsky como entrenador. Un club que llega entonado por varias razones: los números de una gran campaña expresada en su alto puntaje, el poder ofensivo (es el segundo más goleador detrás del campeón Rafaela) y la escasez de derrotas (apenas 8, Unión lleva 13); sazonado con el protagonismo del  presidente de Córdoba Celeste, Armando Pérez, quien ordenó las finanzas y promete suculentos premios; y por el estímulo anímico que implica quedar en la historia grande del fútbol argentino.Porque Belgrano, la provincia de Córdoba entera, quedarán en todas las memorias de este país en caso confirmarse como el primer club en mandar a River a la B. Con jugadores experimentados, el ánimo por las nubes y la tranquilizadora sensación de no tener absolutamente nada para perder, el favoritismo parece estar de su lado si la serie es con River, tal como aseguró Mariano Campodónico semanas pasadas.


También lo avala una historia reciente dado que esta es la 6ª promoción que juega Belgrano, con un resumen hasta aquí de 3 resultados positivos y 2 negativos, y lo exige, además, una provincia futbolera que quedó sin representantes desde hace 4 años, justamente cuando descendió el cuadro Celeste. De cualquier manera, y de no ser el cuadro Pirata para River o los otros, el segundo posible representante de la promoción no es menos complicado. San Martín de San Juan, un club que en septiembre cumplirá 104 años, parece dispuesto a retornar a la A apoyado por un gobierno provincial que pretende consolidar de una buena vez la plaza que aseguró Mendoza con Godoy Cruz, responsable en gran medida de armar equipos fuertes como este que comenzó dirigiendo Darío Franco y ahora comanda Daniel Garnero. Todavía con chances de ascender en forma directa, los sanjuaninos no tienen experiencia en estas instancias (nunca jugaron la promoción en ninguna categoría, ni para ascender ni para evitar el descenso), si bien lleva varios años en la B Nacional -ascendió en 1995- y computa dos participaciones en Primera: Nacional 1970 y temporada 2007/2008, en este último caso luego de ganarle una final a Huracán 3 a 1, con un demencial arbitraje de Daniel Giménez, quien favoreció al cuadro verde y negro con decisiones insólitas.

Como fuera, los rivales que enfrentarán a los equipos de Primera parecen llegar mejor en el aspecto psicológico, y acaso el futbolístico, que sus rivales, algo fundamental en este tipo de duelos cargados de sufrimiento y citas con el orgullo. Cualquiera sea el bendecido o castigado con disputar la promoción (hay 8 equipos involucrados) seguramente habrá tomado nota de que si se le teme es peor, y si se la subestima, un suicidio. Aunque el descenso, en caso de decretarse tras dos finales, en realidad se habría consumado antes.Por negligencias propias no atendidas según su fulminante conmoción o, simplemente, por algún oscuro designio de la historia.

P.P.

lunes, junio 06, 2011

ALL BOYS // Causas y azares


Madurar los cambios, se dijo el año pasado, es una tarea difícil que demanda tiempo, trabajo y profundas reflexiones para encarar nuevas etapas que, seguramente, tienen como rasgo distintivo el temor ante lo desconocido y las tensiones entendibles de lidiar con marcas del pasado repartidas en alegrías y tristezas. Pasa en la vida y resulta comprensible. Porque no somos máquinas y porque todos provenimos de una historia donde parece imposible borrar del todo síntomas, perfiles e identidades.  Lo interesante de los cambios, cualquiera sea su origen, radica en advertir la experiencia acumulada al enfrentarlos, los resortes anímicos frente a los distintos posibles desconciertos y, en caso de decisiones derivadas de la voluntad, animarse a procurar un futuro mejor, independientemente de alcanzar o no la meta prevista. Que siempre es provisoria, da la sensación, y que siempre muta en otra, ya sea para afirmarse contra los tormentos externos e internos, o sostener los beneficios obtenidos con flamantes proyectos en marcha, los que en mayor o medida podrían deparar orgullo y placer.

All Boys, en este Clausura interminable, mostró las facetas de su inestabilidad nacida de los bruscos cambios recientes. Y no podría ser de otro modo cuando el denominador común de la temporada es disputar duelos decisivos todos los fines de semana, en las cuales intervienen presiones agobiantes y nuevos modos de actuar tras acostumbrarse a trajinar en los mismos pastos o semipastos con las companías conocidas en el ascenso. Por eso en el campeonato donde se definen cuestiones muy importantes, All Boys tuvo un rendimiento dispar, con victorias emocionantes y derrotas inesperadas ante rivales que -muchas veces- no han sido superiores al cuadro de José Romero en el juego. Algo previsible dados los complejos entresijos que plantea una divisional que castiga de forma implacable mínimos errores, pero fundamentalmente inevitables para un club esforzado que debió armar una estructura más o menos firme en poco tiempo, sin respiros entre partido y partido ni posibilidades de defeccionar en forma contunuada. He ahí, entonces, una causa de la dimensión de los cambios de 2008 a esta parte y, ligado con esto último, del valor inestimable de intentar absoberlos.



Señalados estos ítems, la visita a Banfield dejó nuevamente la sensación de que la inexperiencia de All Boys explica el resultado.Una derrota inmerecida teniendo en cuenta la marcada superioridad del Albo en el primer tiempo, con Agustín Torassa desequilibrando por la banda derecha, la movilidad de Mauro Matos, el empuje de Fernando Sánchez y Juan Pablo Rodríguez, algunos aportes de Ortega y, sobre todo, con el recurso de controlar el balón, cualidad extraviada en los últimos meses debido a los apremios y exigencias ya apuntados. Sin deslumbrar, desde luego, All Boys mostró una versión mejorada de la de los encuentros con Newell's y Quilmes que, de no ser por una desatención defensiva, tal vez hubiera mantenido o consolidado esa diferencia sobre el adversario en el marcador. Prueba de ello fue que siguió buscando después del empate de Banfield.

No obstante, se trata de conjeturas difíciles de corrobar, probables claves de una caída finalmente exagerada en el score, que no invalidan puntualizar otras incidencias en el juego. Entre las propias resposabilidades, y lejos de gravitar directamente, la apresurada salida de Torassa y la consecuente insistencia con jugadores que ya dieron todo por esta camiseta, o sea muy poco, como Rimoldi, Ereros, el citado Ortega, merecen revisarse en encuentros que requieren compromiso con estos colores.Asimismo, se observó que hubo dificultades para cerrar el partido pensando en llevarse al menos el empate, lo cual es contradictorio desde una lectura más fina si se considera que los cambios de Pepe fueron para ganarlo aunque, claro, con intérpretes que no parecían anoticiados del mensaje.

No menos cierto es reconocer al azar como ingrediente indispensable de este juego. Y habría sido victoria en más de una ocasión, de no ser por el palo o alguna situación fortuita. Mejor que pensar en la fortuna, de todos modos, es sostenerse en las convicciones de este equipo que ya exhibió algunos atributos redituables, entre ellos que no hay individualidades por encima de un colectivo sólido y unido, el mismo que descubre las novedades de este tiempo. Ojalá consciente de que los cambios, cualquiera sean las recaídas y los miedos en el proceso, no tienen vuelta atrás. Desgraciada y felizmente.

P.P.

viernes, junio 03, 2011

FÚTBOL ARGENTINO // El más apasionante del mundo


No fue hace mucho tiempo pero todavía resuenan los enunciados de un período felizmente concluido en agosto de 2009: "el mejor torneo, el más apasionante del mundo", se decía con indismiluble regocijo.. La sentencia, repetida hasta el hartazgo para una minoría de espectadores no siempre incautos, olvidaba la destrucción de los clubes, el ahogo financiero expresado en los balances, la injerencia de grupos económicos ungiendo negocios propios, las bravatas lumpenizadas del periodismo hegemónico. Y había una causa, claro, ya que quienes propagaban esa frase respondían al verdadero poder del fùtbol en aquel entonces, la sociedad  entre TSC-Grupo Clarín y la AFA. Sociedad cuyo daño calhó hondo en el medio futbolero, con su prensa obediente y sumisa, rudimentaria y autocelebrada, capaz de promover una organización tabicada en desmedro del público y el espectáculo.

Previsiblemente, rescindido el contrato con las empresas que detentaban los derechos televisivos, el enunciado fue atenuado para dar lugar, con matices, a cuestionamientos sobre lo mal que se juega, los dirigentes taimados y hasta los errores en las tranmisiones de los partidos por la Televisión Pública para más de 25 millones de personas, lo cual sugeriría la añoranza de un tiempo donde hubo un fùtbol serio, despojado de corrupciones y bien narrado. Es ahora el "sistema", aludido directa o indirectamente tras la reaparición del Estado, el que engendra un fútbol argentino arrumbado en sus ondulaciones intolerables, sintetizados con la expresión "Así estamos". Un cambio evidente en la línea editorial, indudablemente, pero con dos particularidades: por un lado, Julio Grondona ya no sigue siendo un personaje intocado para ese periodismo que -finalmente- también descubrió los lobbies encubiertos y las fallas profesionales de Marcelo Araujo, por otro, el cuestionamiento se sustenta en contornos reales dado que, es cierto, los partidos suelen ser discretos, no hay grandes figuras y el tráfico de intereses en la AFA sigue generando copiosos escándalos, amén de violencia legitimada por los medios de comunicación.

Lo curioso es que la carga de emotividad y el adjetivo "apasionante" para definir al torneo argentino perdura, algo que merecería destacarse con otros tonos y otras notas. Porque, ya se dijo aquí, lo parejo y competitivo de un torneo son dos valores que refuerzan su atractivo, mucho más cuando se piensan en las ligas de Europa, definidas las más importantes varias fechas antes, con los clubes tradicionales y poderosos en la disputa, sin margen para mayores sorpresas. Aquí, ya culminando el cuarto campeonato con el nuevo sistema de transmisiones televisivas, ocurre lo contrario habida cuenta de que hasta el más impensado -ayer Argentinos y Banfield, hoy Godoy Cruz, mañana Olimpo- tienen chances de salir campeón o ingresar en algún torneo internacional. Más democrático que esto, en fin, habrá que hurgar minuciosamente en otras partes del mundo.

 No se trata, da la sensación, de un detalle o de una casualidad. La apertura de la flamante etapa trajo renovadas expectativas y emociones. Que aún no tiene correlato en el juego, es pertinente decirlo. Ha sido mucho el daño derivado de ese convenio instituido a lo largo de 18 años y habría que pensar, lejos de conformarse o buscar excusas, que con la actual conducción del fútbol argentino resulta difícil esperar cambios radicales a corto plazo. Tal vez da para esto y poco más, razón por la cual el Estado debería hacer su aporte para mejorar estructuras obsoletas, viciadas de sospechas y componendas, decididamente perjudiciales cuando se advierten las implicancias culturales del fútbol en este país. Sin embargo, y al margen de esa organización,están las excepciones conocidas. Allí aparecen Vélez y Lanús en busca de un campeonato que merecen y que honraría, cualquiera de ellos lo logre, a nuestro vapuleado fùtbol.

Dos clubes que entregaron no solo un emotivo y bien jugado partido cuando se enfrentaron en la fecha 14, sino también una señal de que es posible disfrutar y aplaudir lo nuestro sin mirar los espejitos de colores que llegan de afuera. Paraísos de lo irreal donde los emocionados, los civilizados dignos de encomio, los dueños del buen gusto, seguramente desconocen los esfuerzos y las pasiones que se le dispensan al fútbol en esta tierra donde, a cada minuto, nace un crack.

P.P.