domingo, noviembre 28, 2010

ALL BOYS // Una pavorosa crueldad


La campaña de All Boys, pese a las 6 derrotas en el Apertura (5 en calidad de visitante), exige mesura en el análisis y respeto con este plantel que promovió un suceso capaz de seducir a la prensa gráfica masiva si se revisan recientes ediciones de los principales diarios de la Argentina. Pero lejos de los clásicos rótulos o esteorotipos que gustan a esa prensa, entre ellos "boom" o "fenómeno", nunca debe olvidarse que este es un club humilde y muy sufrido al que todo le costó y le cuesta mucho, incluso metabolizar el reconocimiento y los elogios que le dispensó el ambiente futbolero las últimas semanas.

Posiblemente, y asociado con lo anterior, el factor anímico jugó sus cartas en el encuentro ante Quilmes, duelo en el cual All Boys pagó carísimo su única desatención defensiva tras el error compartido entre Nicolás Cambiasso y Hugo Barrientos, inesperado a raíz del desarrollo del partido, demoledor para sostener las aspiraciones de llevarse alguna unidad del Estadio Centenario. No es original puntualizar cómo incide el aspecto emocional en este deporte, sí revista entre los hechos inéditos semejante ofrenda al rival, especialmente cuando escasean motivaciones para entregarse a una derrota que, como ocurrió en 4 de las 6 caídas del cuadro de Romero, no mereció. Para explicar la derrota, por tanto, acaso haya que focalizar en resabios de un trayecto largo que abarca episodios similares al del sábado y novedosos umbrales de visibilidad y bienestar.




Evaluar el rendimiento del cuadro de José Romero, está claro, implica detenerse obligadamente en la falla Cambiasso-Barrientos ya que, se insiste, fundamenta buena parte del resultado. Pero antes del olvidable minuto '75 hubo partido donde All Boys mostró sus mejor cara al dominar en todos los rubros a su adversario, asentado en el esfuerzo repartido de todos y en la convicción de que se trataba de un encuentro especial, ideal para cumplir con la meta de alcanzar las 25 unidades pautadas por dirigentes y cuerpo técnico. Fue tan abrumadora la superioridad de equipo de Floresta que, solo un imponderable o el exceso de confianza del vencedor circunstancial, podía modificar el score.

No obstante, ni un hecho desgraciado ni la disciplicencia ni la tranquilidad de saberse ganador, generaron que All Boys perdiera ante el conjunto del sur boanerense un partido increíble. El desenlace sorpresivo, da la sensación, obedecería a los problemas exhibidos por este equipo para cerrar los partidos, seguramente vinculados con la inexperiencia que plantea una divisional exigente e implacable (Quilmes viene de la misma divisional), pero también con posibles extrañamientos frente a un entorno que lo reconoce, lo celebra, le augura copas internacionales y hasta la posibilidad de ser campeón por primera vez. Parece mucho en poco tiempo y es casi inevitable no sentir las novedades, la fama repentina, teniendo en cuenta que hace apenas 2 años la mayoría de estos jugadores, orientados por Pepe Romero, batallaba en los sórdidos y desapacibles terrenos de la B Metropolitana.

Viene bien, en tal sentido, reponer ideas y principios de alguien muy citado en estos días como Marcelo Bielsa, enemigo de los aspectos "deformantes" del éxito, defensor de una ética distante de los laberintos de la impunidad y de la cháchara enmarañada. Este club del fútbol argentino y este equipo de Romero no esta acostumbrado a las tapas y a situarse en la soberbia de quienes creen que los logros se consiguen sin sudor y solo con el nombre. Lo suyo viene de la paciencia, del trabajo a largo plazo y en silencio, y del empuje de una hinchada que exige y apoya en las malas. No es de esperar, entonces, excesivos cuestionamientos en torno de un arquero que cometió otro error después de mil aciertos, aunque tampoco es pertinente perder porque sí. La historia, el destino, múltiples factores ajenos, lo ubicaron muchas veces en el lugar de los que deben seguir esperando. Autoinfligirse un padecimiento innecesario es -como dice un hermoso y conocido poema- "una pavorosa crueldad".

Pablo Provitilo

viernes, noviembre 26, 2010

COPA SUDAMERICANA // Único Rey


La probable consagración de Independiente como campeón de la Copa Sudamericana configura un acontecimiento para destacar en distintos planos. En el estadístico, Argentina sumaría una nueva conquista en este certamen menor (5, sobre un total de 9 ediciones disputadas) e Independiente acreditaría el número 16 de su rica biografía copera, luego de 15 años sin éxitos continentales, lo cual podría generar un interminable aunque nunca agotado debate sobre quién es el Rey de Copas tanto en Argentina como en el concierto internacional. Especialmente por la avalancha de títulos boquenses en la última década que derivó en la postulación de una tabla general poco rigurosa. La encabezarían Boca y Milan (18), seguidos por Real Madrid y el conjunto de Avellaneda (15).

Y es poco rigurosa si se considera que la historia abarca ciclos más amplios en el marco de coyunturas especiales, lejos de las particularidades y las interpretaciones interesadas. Por caso Boca contabiliza la Copa Masters y la Copa de Oro Nicolás Leóz, dos torneos fugaces, pero olvida fecundas conquistas durante la etapa amateur; en tanto Independiente no suma para su ficha dos Copas Ricardo Aldao (antigüa competición disputada entre los equipos campeones de Argentina y Uruguay); el Milan dos Copas Latinas y una Copa Mitropa -dos certamenes de Europa-, y Real Madrid dos Copas Latinas y 1 Iberoamericana (la jugaban el campeón de la Nicolás Leóz con el vencedor de la Copa del Rey).

En consecuencia, conviene relativizar esas tablas que impactan bastante y dicen muy poco teniendo en cuenta diversos factores ausentes para confeccionarlas, entre ellos la heterogenidad de torneos y la forma de disputa (Independiente, por ejemplo, no jugó 7 finales intercontinentales según la cantidad de Libertadores que logró, y Boca quedó al margen de la extinguida Copa Interamericana), y  -fundamentalmente- por la imposibilidad de subsimir cada época en una lectura global, dado que intervienen singularidades, conflictos y contigencias en el desarrollo de una disciplina. Señalar un Rey de Copas puro y absoluto parece una empresa difícil, a no ser que se haga un corte sincrónico de la historia tendiente a consagrar definitivamente a la entidad del mundo más ganadora



Sin embargo, existe otro plano para darle verdadera dimensión a un eventual triunfo de Independiente sobre el Goias de Brasil, no vinculado con las características de la Sudamericana, un certamen poco atractivo y de dudosa jerarquía. En caso de coronarse, da la sensación, el cuadro de Avellaneda celebrará menos la obtención de este título que su condición pasada y presente de Rey de Copas de la Argentina, algo directamente ligado con aspectos culturales como la tradición y los cimientos donde nace y se consolida una identidad. Una marca de su porte y un mote que resiste rachas adversas o ciclos victoriosos de terceros ya que cada club atesora orgullos e improntas muy difíciles de ser emulados o arrebatados por los mandatos de cierto periodismo. En este sentido, y ya se ha dicho aquí, Independiente, Boca y Estudiantes reúnen la famosa mística copera tras conseguir éxitos recordados y protagonizar epopeyas varias, pero es el cuadro de Avellaneda quién forjó una identidad poderosa en ese terreno, primereó a todos con su denominación transformada en leyenda, nutrida con nombres ilustres en distintas etapas (Santoro, Pavoni, Pastoriza, Bochini, Bertoni).

Lo cuantititativo, entonces, no debería ser el argumento central para apropiarse de revestimientos o partes constitutivas de otros, de nombres, noches e itinerarios que definen una identidad. Y si no queda otra, si finalmente se acepta que los títulos en cadena reconfiguran una trayectoria, Independiente va en camino de terminar -presuntamente- con las discusiones. Porque esa tabla general, con sus engaños, colocaría al Rojo en una situación inmejorable en caso de ganar la Sudamericana. Además de clasificar a la Libertadores 2011 con la correspondiente chance de obtenerla, tendrá por delante dos finales directas al disputar dos breves torneos ante un solo oponente: la Recopa y la Copa Suruga Bank (podría computarse de acuerdo con esta lógica donde no queda claro qué se entiende por duelo internacional. Aquí, de hecho, se miden el campeón de la Sudamericana con el ganador de la Liga Japonesa (!)).

Sumaría, de acreditar esos 3 trofeos, los 18 del Milan y Boca según las posiciones históricas difundidas por algunos medios que instalaron con cierta repercusión esa clasificación polémica y antojadiza. Alcance o no esa cifra, Independiente tiene asegurado, de todos modos, su merecido reconocimiento y la cualidad que lo hace fuerte y popular: el Rey de Copas en Argentina tiena camiseta roja. Un hecho que no depende de nuevos éxitos y deviene indiscutible.
De acá a Japón.

P.P.

miércoles, noviembre 24, 2010

FÚTBOL BRASILEÑO // El petiso Conca tiene quién le escriba



El próximo lunes el denominado primer mundo futbolístico, que abarca a la Argentina para novedad de ciertos referentes políticos en nuestro país, se paralizará ante el Barsa-Real Madrid correspondiente a la despareja y monocorde Liga Española. Estarán Messi, Di María, Higuaín, representantes nacionales contra el aislamiento que denuncia el conglomerado mediático opositor. No es algo inédito el interés que genera el clásico en estas latitudes, ya que desde hace tiempo el seguimiento hacia los compatriotas en Europa se ha tornado inevitable y en cierto modo lógico debido a la proliferación de argentinos en diversas competencias del viejo continente. Mucho más ahora cuando se advierte que, interrumpido el convenio AFA-TSC-Grupo Clarín, analistas influyentes encapsulados en sus exclusividades y sus aparentes saberes descubrieron súbitamente que en Argentina se juega mal y encuentran en el cable, posiblemente para solazarse y justificar su recurrente actitud fiscalizadora, un Ajax-Twente apasionante o un Real Madrid 8 Osasuna 0 que honra "la esencia de este deporte".

También, entresemana, abundan imágenes y crónicas sobre el desarrollo de la Champions League, torneo de excelencia, indudablemente, presentado como lo que es: la perfección misma, el cruce exitoso entre marketing, juego, show y perdedores que saben perder. No obstante, y así como nos referíamos en un artículo reciente a las viscitudes y singularidades del torneo Uruguayo, América Latina exhibe campeonatos interesantes, ya sean regionales o locales, con participación de argentinos. Por caso el Brasilairao, otro certamen vedado al gran público en Argentina dado que las autoridades de las cadenas privadas del cable entienden que se trata de un espectáculo valioso y plausible de cobros adicionales, capaz de compensar esa ausencia con solo emitir las alternativas en vivo del torneo mexicano, un certamen que alberga a un significativo contingente de compatriotas.



Sin embargo, no son pocos los argentinos que se desempeñan en Brasil, 12 en total, entre los cuales sobresale el ex River y Rosario Centra Darío Conca, ídolo de la torcida del Fluminense y fuente de campañas periodísticas curiosas como las del diario deportivo Lance, encargado de postularlo para el Seleccionado de Batista. Es un caso muy llamativo el de Conca a raíz de los elogios permanentes que recibe  en ese país y de haber edificado su carrera lejos de su primera patria, un hecho con algunas semejanzas con Lionel Messi, aunque con notorios contrastes de acuerdo con las peripecias de sus trayectos, sus logros conseguidos, y los reconocimientos en su tierra natal.

¿Por qué difieren los reconocimientos? Porque, al margen de la tendencia de un medio pendiente de los dictados del negocio, se menciona poco -o quedan en segundo plano- los debates y coberturas acerca de los rendimientos meritorios de argentinos como Conca en América Latina (tuvo un paso exitoso, también, en la Universidad Católica de Chile). Sí se sabe de sus progresos y la posibilidad de dejar una huella en la historia pero mediante voces de terceros, por ejemplo del periodista paulista Marcos Caetano, quien lo reclama para el Scratch con modos desafianes pero legítimos, si se considera que hablar de Conca parecería llenar un vacío: en Argentina, su país, casi no habla de él. Y si se lo menciona, dependerá de episodios excepcionales, de que el Fluminense gane una Libertadores, un Mundial de Clubes, en definitiva, de espacios vacantes, pequeños respiros que deja el elegido del firmamento mediático. Dice Cateano (el periodista): "Los puristas torcerán la nariz ante un extranjero en nuestro equipo, pero estoy convencido de que el talento no tiene fronteras, y como Conca construyó aquí la parte más victoriosa de su carrera, si ya dice que le gustaría vestir la verdeamarelha, ¿por qué no le damos esa chance? Si el amigo lector es de esos que les tienen animosidad a los argentinos, vea la cosa por este lado: ¿no sería una buena mojada de oreja para ellos? Como mínimo, le estaríamos sacando un crack al adversario. Mano (Menezes, entrenador de Brasil) va por mí: convocá a ‘El Petizo’ antes de que un técnico argentino lo haga”.

Conca, asimismo, no es el único argentino que se destaca en Brasil. Andrés D' Alessandro y Pablo Guiñazú, puntales del Inter, y Walter Montillo, de importante aporte en el Cruzeiro, le imprimen sello local a una competencia que ya en otras épocas cobijó a compatriotas de primerísimo nivel. La lista es vasta, alcanza con citar algunos nombres: Ubaldo Matildo Fillol, Roberto Perfumo, Juan Pablo Sorín, Narciso Doval, Luis Artime, Alejandro Sabella, Alejandro Mancuso. CarlosTévez, como Sorín, Perfumo, Doval y Mancuso, integraría un grupo selecto según sus performances. Pero su llegada de la mano del empresario iraní Kia Joorabchian, la irregularidad de la operación financiera montada por MSI y las sospechas del título obtenido por Corinthians, amerita un piadoso olvido.

Lo que no debería olvidarse, eso sí, es aquello que acontece en los países hermanos. En Brasil deslumbra Conca, candidato a calzarse la camiseta del scratch o la celeste y blanca, exponente fiel del siempre atractivo fútbol sudamericano. Es que a veces mirar y contar lo propio podría ser más provechoso, en términos deportivos y culturales, que relatar cada movimiento de quien se erigiría como el único crack vigente. Adosado con todos los lugares comunes que celebran la moda.

P.P

martes, noviembre 23, 2010

ALL BOYS // Hombres sensibles de Floresta


Sin revanchas inminentes, sin segundas o terceras oportunidades y sin posibilidades concretas de saldar -de alguna manera- viejas deudas deportivas, el fútbol sería menos apasionante o no sería una actividad trascendente de acuerdo con las emociones e intensidades que genera. Afortunadamente, siempre caben montones de ilusiones antes de cada partido y cada campeonato, siempre hay indicios para esperanzarse con remontar una historia adversa;en tanto no existen vencedores eternos. Tampoco perdedores.

Considerando los gestos excesivos, los imponderables y las diferentes alternativas que distinguen a este deporte, All Boys fue protagonista de un episodio singnificativo al acreditar un triunfo histórico en su trayectoria de 97 años que, al mismo tiempo, también implicó (implica) el sufrimiento de mucha otra gente, luego de una tarde pródiga y triste de mayo de 2010 que terminó con el ascenso del cuadro de Floresta y el descenso de Rosario Central.  Victoria con efectos varios, entre ellos el impiadoso festejo del máximo oponente del equipo Canalla. Una celebración a tono con las crueldades de la época, motivo de cargadas infinitas en una ciudad donde el fútbol se disfruta y se padece de modo especial.

Mencionado lo anterior, la visita de Newell's al Islas Malvinas auguraba sensaciones diversas, por ejemplo ciertas similitudes a raíz de los nombres de los contendientes, incertidumbre en el trámite del encuentro teniendo en cuenta el recorrido de ambos en el presente Apertura, duelos de barras marcados por amistades inconvenientes e historias pasadas de llamativa actualidad. Una de ellas se vinculaba con los enfrentamientos entre albos y leprosos en Primera que le reportaba al cuadro de Floresta apenas 1 victoria hasta el duelo del sábado: en 1973, y con José Romero en el once titular. Aquella vez fue también por dos a cero, cuando comenzaba el camino de All Boys en la máxima categoria. El otro condimento interesante del encuentro, como se dijo, remite a un hecho más cercano en el tiempo que dejó huellas imborrables en Rosario y Floresta dado que el descenso de Central alegró a Newell's casi como si obtuviera un título, lo cual inevitablemente reaparecería tanto en el campo de juego como en las gradas. Lejos de tributarse cariño, la hinchada de All Boys centró sus gritos en la presencia de barras de Nueva Chicago en la tribuna visitante, mientras que la de Newell's reivindicó su capacidad de convocatoria pese a no completar la cabecera que da a la calle Miranda. En relación con el juego, pareció apichonado el elenco rosarino, tal vez con razón: la camiseta blanca y negra exigía, al menos, respeto.



Rivalidades y condimentos tribuneros aparte, All Boys jugó uno de sus mejores partidos del campeonato, con momentos de buen fútbol y una solidaridad de conjunto que no deja de sorprender. Fundamentalmente porque el cuadro de Romero crece en su rendimiento cuando luce sólido, ambicioso y concentrado, seguro de sus fortalezas y dispuesto a cumplir con una de las premisas centrales para conservar la categoría: hacerse fuerte de local (cedió apenas 4 unidades). No llamó la atención, por tanto, la apertura del marcador después de un comienzo arrollador donde sobresalió la consistencia en la zona media, con Barrientos y Sánchez metidos en el encuentro, anticipando y abasteciendo criteriosamente al trío integrado por Pérez García, Ereros y Matos, quienes coronaron una labor muy destacada en esa primera etapa según las pequeñas sociedades que construyeron para desarmar a una defensa violenta y desequilibrada.

En el complemento, y ya con Perea en la cancha tras la lesión de Juan Pablo Rodríguez, All Boys selló el resultado precisamente con gol del volante recién ingresado, al margen de que dispuso de chances para ampliar la ventaja, mal resueltas por Agustín Torassa (reemplazante de Ereros pocos minutos después de iniciarse la segunda mitad) y Matos, dos jugadores que suelen entenderse bien. De cualquier manera, sería inapropiado e injusto analizar el desempeño de algunos jugadores o los cambios de Romero (la semana pasada, desde este sitio se pidíó por más minutos para Agustín), ya que el conjunto de Floresta mantuvo el nivel durante todo el encuentro, afirmado en su garra, incluso con tiempo suficiente para ofrecer lujos y mostrar una superioridad impensada si se considera el porte del adversario, su honrosa participación en la Sudamericana de este año y sus ambiciones de disputar la Libertadores de 2011.

Queda la satisfacción, entonces, de registrar una serie de victorias ante calificados adversarios (Boca, River, Independiente, Estudiantes y Newell's) en el marco de una campaña notable, superior a lo que se esperaba teniendo en cuenta el fixture y la condición de equipo recién ascendido. Mejorar la performance de visitante y repetir la cosecha de unidades en la segunda rueda emergen ahora nítidamente como los objetivos inmediatos, aunque conviene tomar nota de que existen las rachas negativas, los escollos y los caprichos del azar. Al cabo, y se repite, los triunfos y las caídas son devenires inevitables, al margen de una narrativa tramposa  que estableció patrones felizmente ineficaces para desalentar los entusiasmos y las ilusiones genuinas de los hinchas.

Vaya si lo sabe All Boys, verdugo y víctima en diversos momentos de su historia. Y vaya si lo sabe Central, equipo que el sábado a la tarde reencontró sonrisas olvidadas al constatar que todos ganamos y perdemos, que ningún suceso conspira contra la rica biografía del cuadro canalla, casualmente vencedor ese último sábado de Tiro Federal en un partido más de su tránsito por la B Nacional.

Pablo Provitilo

viernes, noviembre 19, 2010

FÚTBOL URUGUAYO // Once Tiros del crá


Siguiendo con la impronta que le hemos dado a esta página durante Sudáfrica 2010, cada tanto resulta interesante detenerse en la historia y en la actualidad de los torneos del Continente. En este caso del fútbol uruguayo, una liga particular que presenta escenarios pintorescos, una trayectoria no exenta de conflictos y olvidos, canteras milagrosas, hombres que hablan del amor a la "reina", y dos potencias que acumularon títulos y prestigios como pocos clubes de Latinoamérica.
Peñarol y Nacional, Manyas y Bolsos, suman 68 de 78 torneos disputados desde que se iniciara la etapa profesional en 1932.

Pero una eventual comparación con Europa, más precisamente España y su Barcelonarealmadridismo, incurre en riesgos y confusiones dado que no parece pertinente la analogía. Contratos televisivos aparte, en Uruguay abundan carencias, incertidumbres y rusticismos que la alejan del orden, los millones y las pautas establecidas en España, al tiempo que sitúan el interés de su torneo local en otro terreno: en el de los esfuerzos conjuntos, las limitaciones e imponderables expresados en un siempre renovado espíritu amateur que emerge en el tumulto y resiste embates de iniciativas de modernización capaces de afectar su esencia.

Así, con solo mirar de reojo el desarrollo actual de la competencia y sus narrativas cotidianas, se advierte que el fútbol uruguayo contiene diversos atractivos, no suficientemente relevantes para las cadenas deportivas del cable en Argentina, más allá de un envío semanal de TyC Sports con los goles de la fecha y de la desubicada oferta de Direct TV para observar en vivo las alternativas de la jornada abonando un plus. Una pena, ciertamente, teniendo en cuenta la reparadora experiencia del Fútbol para Todos en nuestro país y los más de 5 millones de orientales que habitan en Argentina, gran parte de ellos condenados a ingresar al portal Roja Directa, o bien escuchar breves flashes de Radio Continental, para seguir las incidencias del torneo uruguayo.




Acorde con lo anterior, el inicio de la temporada 2010/2011 anunció novedades fuertes como los fichajes Santiago Solari y Marcelo Gallardo -entre otros- y la continuidad de Álvaro Recoba, en tanto ofrece un abanico de candidatos si se considera que a Peñarol -ultimo campéon después de 6 años- y Nacional -dirigido por Juan Ramón Carrasco-, se agregaron Defensor y Danubio, de constantes progresos y meritorias campañas, aspirantes a quedarse con el Torneo Apertura cuando restan 3 fechas. Cabe una aclaración referida a la forma de disputa del torneo. A diferencia de Argentina, el ganador del Apertura no acredita el campeonato: para lograrlo debe vencer en una semifinal posterior (a realizarse en 2011) al dueño del Clausura y, en caso de imponerse, derrotar en la final al ganador de la tabla anual (la suma de ambos torneos).

Frente a esta serie de instancias que estructuran el calendario, importa y mucho el desenlace de cada torneo. Mañana, sin ir más lejos, Defensor -líder- enfrenta en el Centenario a Peñarol, a solo dos unidades del cuadro Violeta junto con Danubio, Bella Vista y el sorprendente El Tanque Sisley, evocado en el filme Whisky, equipo ubicado en las últimas colocaciones de la tabla del descenso (se promedian dos temporadas) cuya plantilla está compuesta por algunos apellidos curiosos, de resonancias conocidas en este lado del charco: Oyarbide y Aliberti. Un escalón debajo en la clasificación del descenso figura otro club que también sugiere imágenes familiares en determinado público de la Argentina: Tacuarembó, la localidad del "Chueco Maciel", una  bellísima canción del músico Daniel Viglietti.

Sin embargo, y al margen de que Bella Vista y El Tanque seguramente darán batalla, la disputa por el torneo parecería centrarse en los 4 clubes mencionados, cada uno con fundamentos para coronarse si se repasan algunos nombres y situaciones. Además de Solari, Peñarol tiene a un histórico como Antonio Pacheco (goleador de las dos últimas temporadas, acaba de superar a Pablo Bengochea y Fernando Morena en cantidad de clásicos jugados ante Nacional, con 50 partidos), Alejandro Martinuccio -ex Nueva Chicago, de gran rendimiento con la camiseta aurinegra- y Fabián Estoyanoff, de pasado en Europa y con destacados desempeños con la camiseta manya. Nacional, lejos de conseguir el Apertura, cuenta con varios jugadores de jerarquía y da la sensación de haber priorizado la suma de puntos para la tabla anual afirmado en el liderazgo y la experiencia de Alejandro Lembo, en el oportunismo del máximo artillero del torneo, Santiago García, y en la identidad futbolística que pueda inculcarle el entrenador Carrasco en otro gran desafío de su carrera, tras la revolución que produjo en River.

Defensor y Danubio, los que pelean con los grandes, parecen bien posicionados. Los primeros por la propuesta generosa  y muy interesante de su entrenador, Pablo Repetto, quien eligió intérpretes adecuados para plasmar un esquema agresivo y muy redituable hasta aquí en los números, mientras que Danubio viene batallando con un equipo compacto, avalado por una historia que le deparó 3 títulos, uno menos que el conjunto del Parque Luis Franzini.

En suma, se trata de un torneo con matices, a veces cambiante y con vencedores que suelen ser los mismos. Pero aquí cobra especial sentido el contexto, el amor profundo con solo fijar la mirada y alentar y sufrir por once cracks reales o imaginarios. Los adversos suelos de un terreno que recuerda al potrero y a lo imperfecto de este deporte. Eso es, quizás, lo más interesante de un campeonato con repercusiones mínimas.

P.P.

miércoles, noviembre 17, 2010

SELECCIÓN NACIONAL // Triunfo que no le importa a nadie


En un partido sin mayores atractivos celebrado en Qatar, sede de un gran logro del Sub 20 en 1995, Argentina y Brasil protagonizaron un encuentro discretísimo que expresa un presente de ambos equipos no muy diferente del que atraviesan River y Boca en el torneo Apertura de clubes en nuestro país. Ganó el Seleccionado de Batista tras una inspiración de Messi en tiempo recuperado, aunque el rendimiento del equipo nacional fue pobre y no alienta grandes ilusiones para el nuevo ciclo teniendo en cuenta el planteo cauteloso de un entrenador conforme con el resultado hasta el minuto 90.

Sin embargo, de aquí hasta 2014, no son precisamente los resultados los que deberían importarles a dirigentes, cuerpo técnico, jugadores e hinchas. Estos últimos -con fundadas razones- da la sensación que minimizaron el valor del triunfo y la tardía aparición de Messi. Motivos hay muchos. El cuadro de Batista mostró carencias conocidas. En el mediocampo: Mascherano le dio temple y orden al equipo pero no tuvo acompañamiento en Banega  -perdido en la batalla y en el amedrentamiento hueco sobre rivales- para darle fluidez al juego, sumado a una dupla que produjo poco en ofensiva dado que Messi y Pastore no lograron asociarse como se esperaba, revelando que el lugar de los elegidos en este equipo parecería destinado a uno solo: el jugador del Barcelona, un producto ajeno incapaz de generar adhesiones populares como las del ex entrenador del Seleccionado. Pasaron dos mundiales, varios partidos con la Mayor y algún gol de relevancia 0, razón por la cual cabe apuntar que el barcelonista sigue en deuda con un país, el suyo, que lo observa extraño, de reojo, molesto ante felicidades exclusivamente suyas, lo cual conspira contra uno de los encantos de este deporte en el cual los vínculos afectivos entre futbolistas y públicos constituyen un aspecto medular.

El resto de los delanteros, en tanto, cumplieron una labor floja. Tanto Higuaín como Lavezzi aportaron confusión y torpezas, amén de no sintonizar con Di María, ubicado en un rol similar al de Kily González durante la época de Marcelo Bielsa, si bien lo del jugador del Real Madrid se asemejó bastante a la función que cumplía con Maradona. Sería saludable, en tal sentido, que Di María manifieste su disconformidad con los pedidos del técnico antes de una eventual eliminación en Brasil 2014.

La defensa, en líneas generales, no desentonó, más allá de algunas ausencias importantes en Brasil, entre ellas Kaká y Luis Fabiano, y las lógicas pruebas de Mauro Menezes, flamante entrenador del ciclo que comenzó en el vecino país. Telón, entonces, para este partido olvidable que no deja casi nada. O tal vez sí: la sensación de que la gestión Batista, lamentablemente, no finalizará en el plazo pautado. Que era ayer.

P.P.

domingo, noviembre 14, 2010

ALL BOYS // Un rival indirecto


Los antecedentes en el fútbol explican y condicionan, muchas veces, posibles desarrollos de los partidos, virtudes y defectos de los contendientes, reivindicaciones y demandas de los públicos. El choque entre Arsenal-All Boys -el primero en la A de toda la historia- se asemejó bastante a viejos enfrentamientos en el ascenso, donde los objetivos de unos y otros diferían tanto como la capacidad de convocatoria y los entusiasmos que suscitaba el encuentro, especialmente para el cuadro de Floresta. Es que jugar con Arsenal, en los '80 y '90  auguraba -generalmente- un partido áspero y cerrado, de inevitables especulaciones en ciertos casos, nada estimulante de acuerdo con la convocatoria, los duelos de tribuna -parte fundamental del ascenso, hoy ausente- y los rasgos identitarios del conjunto de Sarandí.


Por supuesto que las actualidades de ambos no son idénticas a las de 15 o 20 atrás. Arsenal se afianzó en Primera, consiguió logros internacionales y se acostumbró a ser un perno, un escollo, una maldita pesadilla para clubes grandes, medianos y chicos. Pero sus progresos no se trasladaron al plano institucional según la matrícula de asociados y las simpatías que genera en su zona de influencia. Lo que sí se mantienen son aspectos del estilo futbolístico y los ánimos de una hinchada que, da la sensación, disfruta de un tiempo generoso que le devuelve impensadas placas en pantallas televisivas, por ejemplo ser uno de los 4 clubes que nunca descendió a la B. All Boys, en cambio, tuvo un recorrido distinto, signado por el conflicto y la intemperancia en determinados momentos ante la distancia que lo separó de la máxima categoría, por el esfuerzo continuo y por haber encontrado finalmente un rumbo fiel a sus orígenes, promisorio teniendo en cuenta las nuevas camadas de hinchas que trabajan para el club y las metas cada vez más altas de un público nunca conforme dado que entendió que hay razones para perseverar y no resignarse, seguir intentando en terrenos que, a veces, le pertenecen.

Parte de esos recorridos se expresaron en el primer partido en la A. Porque si bien a All Boys le cayó mejor el empate (algo lógico si se considera un sistema de campeonato que exige sumar y sumar), algunas características del enfrentamiento con Arsenal continúan incólumnes: en las tribunas, en el campo de juego y en las diferentes imágenes que sugieren sus derroteros para los otros clubes.




Del partido no hay mucho para decir: el cero califica, dirían analistas más ingenuos y menos creativos. Sin embargo, cabe detenerse en algunos factores ligados con el futuro de All Boys. La campaña de visitante sin triunfos confiigura una preocupación, desde luego, aunque también vale destacar el esfuerzo por torcer el rumbo cuando sale de Floresta. Se vio en Sarandí otro compromiso, otro empuje, otra disposición que, de todos modos, aún no alcanza. Y no alcanza debido a que falta fluidez y potencia en el ataque, amén de que los delanteros convierten cada tanto. Conviene, eso sí, evitar enunciados del tipo "sin Fabbiani, All Boys perdió peso ofensivo". En todo caso, perdió peso. Sería interesante, en tren de corregir las debilidades arriba, darle más minutos a Agustín Torassa y Matías Pérez García, dos productos de este ciclo venturoso de la institución, hábiles y con cualidades suficientes para abrir esas defensas monocordes y pegagosas como las de Arsenal. Sebastián Grazzini, asimismo, ofrece verticalidad, buena pegada y despliegue.

El desafío, en consecuencia, no es sencillo y no hay una receta mágica para afirmar con tono sentencioso qué debería hacer un cuerpo técnico capaz e inteligente, curtido en buscar variantes ante los desafíos que se le presentan al equipo. Pero sí puede señalarse con algún grado de certeza que las soluciones, generalmente, provienen y provinieron de nombres comprometidos profesional y afectivamente con esta camiseta.

Pablo Provitilo

jueves, noviembre 11, 2010

RIVER // La derrota cultural



Lo que antes era un orgullo, una bendición del destino o una oferta irresistible con solo recibir el llamado de River, hoy se convirtió en una opción de tercer o cuarto orden, poco seductora y hasta desechable para los entrenadores y jugadores, independientemente del ofrecimiento económico, en algunos casos muy apetecible. Se trata de un hecho sorprendente, raro, definitivamente novedoso. Pero inmerso en un período oscuro de la institución millonaria que dispara, al mismo tiempo, diversos interrogantes e hipótesis, tendientes a adentrarse en un fenómeno que repone algo indisimulable: la endémica crisis de River y sus efectos ilimitados manifiestos en finanzas alicaídas, inminente descenso, corrupción en varias esferas, prestigio dinamitado.

Desde la salida de Ramón Díaz en 2003, cuando amanecía la gestión Aguilar, ningún técnico millonario logró evitar turbulencias y severos padecimientos durante sus mandatos. La nómina abarca a Manuel Pelegrini, Leonardo Astrada, Reinaldo Merlo, Daniel Passarella, Diego Simeone, Néstor Gorosito, nuevamente Astrada, y Ángel Cappa. Con resultados dispares, con más errores que aciertos, con asombrosa terquedad para no enderezar rumbos erráticos y conflictivos, todos sufrieron su estada en el cargo, ya sea por rendimientos lindantes con lo vergonzoso o por la presiones heredadas de la victoriosa década del '90 (para River, huelga aclarar), donde se naturalizaron los éxitos de un club aparentemente destinado a la gloria permanente.

Una causa del penoso cuadro de situación, queda claro, obedece a la dirigencia encabezada por Aguilar-Israel, responsable de desmantelar el equipo profesional y sus inferiores, de no seguir ni apostar a un proyecto con bases sólidas, de contratar a entrenadores que llegaron desbordados por el entusiasmo y terminaron deprimidos y enemistados con el mundo. Las secuelas están a la vista y, como se dijo en otro momento, la reconstrucción demanda tiempo, razón por la cual conviene no cargar de culpas a Passarella, dado que los enojos y los rechazos de Ramón Díaz y Américo Gallego -por ejemplo- parecerían corresponderse con el estado de la institución en la actualidad. ¿Qué se ve, desde afuera, del River de hoy? una cáscara vacía sostenida por multitudes desorientadas, un museo de cuadros viejos vencidos por el tiempo, un horizonte que no seduce ante los nervios de los hinchas, la confusión de los nuevos y viejos dirigentes y las miradas impiadosas de un medio que también se encargó de hundirlo en su desdicha alimentando risas exteriores y escenas del rídiculo, seguramente redituables en términos del negocio.

Las incógnitas, de acuerdo con este panorama, emergen nítidas, agravadas por un pesimismo sin posibilidad de revertirse en el corto plazo: ¿por qué este club, en la última década, siempre está mal? ¿Por qué la ilusión dura lo que dura una racha goleadora de Funes Muori o Radamel Falcao? ¿Cómo devolverle la esperanza a contingentes de escépticos que solo reencuentran su identidad y el amor por su club mirando ciertos colores de sus tribunas? Tal vez las respuestas haya que buscarlas en la derrota cultural que dejó el aguilarato. River se quedó sin resortes institucionales, anímicos y mediáticos que motivaron, lentamente, el nacimiento de una nueva historia. Este club, hoy, dejó de ser poderoso para marcar los ritmos del fútbol argentino, batalla en soledad contra los heterogéneos odios que supo ganarse, piensa y pierde como club chico, olvidó sus mejores páginas hasta transformarse en una entidad sin objetivos ni futuro, impotente para superar los desafíos deportivos en una sociedad que es distinta, que todo lo ve y todo lo dice, que le exige afirmarse con ideas renovadas, con transparencia, con fortaleza espiritual para volver a convocar y entusiasmar no solo a sus hinchas.

Se explican, entonces, las razones de jugadores y técnicos que le dicen que no. Lejos de una bendición, arribar a River configura actualmente un castigo. El último lugar posible para intentar disfrutar, crecer profesionalmente y, en el colmo de las ilusiones, llegar a ser feliz.

martes, noviembre 09, 2010

CINE // El hincha, de vuelta


En una saludable iniciativa, el programa Filmoteca (lunes a jueves a la medianoche, por la TV Pública), dedica en esta semana un breve ciclo acerca del fluido y especial vínculo entre el cine y el deporte, en diferentes períodos históricos. El recorte de temáticas, no azarosamente matizadas o directamente ligadas con contextos sociales y políticos muy marcados, abarcan una serie de filmes nacionales e internacionales sobre especialidades diversas en distintos registros, dado que incluye documental y ficción, siempre presentados con la lucidez de dos verdaderos cinéfilos que parecen extraídos de la época de los hermanos Lumière: los conductores Fernando Peña y Fabio Manes.

A tono con el interesante menú del programa pautado, El Hincha (1951), de Manuel Romero, fue la primera película exhibida, y no caben dudas de que se trata de un film de colección, inolvidable y de asombrosa vigencia. El núcleo es conocido, si bien cabe reiterarlo sintéticamente: Ñato (Enrique Santos Discépolo) es un fanático del humilde club Victoria, agobiado por el probable descenso de su equipo y -acaso- por las responsabilidades del inminente -y recurremente postergado- casamiento con su mujer (Diana Maggi). Prueba de su condición de hincha apasionado e incondicional, aporta una solución posible en una tumultuosa reunión de la comisión directiva al postular una chance para su cuñado, el joven de la 4ª Ricardo Suárez (Mario Passano), lo que generará tras su gran desempeño varios conflictos simultáneos que ponen de relieve distintos sentimientos: el amor, la traición, la fidelidad, la amistad, la soledad.

De los aspectos más notables de la película sobresalen, por un lado, el espacio donde Discépolo compone su personaje (el bar, la tribuna, la casa materna, el club) resumido por el protagonista como "la barriada", lo cual conduce a pensar en la época donde transcurre la película, ya que El Hincha y toda la obra de Discépolo no pueden pensarse sin las características del primer peronismo, manifiesto en los cuerpos y la voz desgarrada del Ñato, en el espíritu comunitario de la barra, en los lazos de identificación con el club y en el  clima intenso y festivo que domina el filme de principio a fin. Pero, por otro lado, aparece una ética para resaltar ante los negocios y la corrupción que ya se vislumbraban en torno del fútbol profesional. El Ñato los combate en una escena memorable donde desestima un arreglo para que Suárez vaya para atrás -como se dice en la jerga futbolera- al grito de "sobornoo, sobornoo" munido de una botella de sidra rota y sin agregados de ningún tipo, y en la creencia de los valores humanos del crack (Suárez), perdido en los paraísos de la fama, finalmente recuperado por una barra capaz de perdonar dos duras afrentas: los goles del viejo ídolo que motivaron el descenso del Victoria y los festejos posteriores que lo tuvieron a Suárez como privilegiado protagonista.

Otro enfoque, la teoría

 Cabe apuntar otro tema en cuestión de esta película que estimula diferentes y curiosas lecturas de acuerdo con las representaciones que pone en escena. Por ejemplo el ensayo del historiador Omar Acha, titulado El hincha y el futbolista: masculinidad y deseo homosexual en el cine durante la década peronista (Argentina, 1946-1955), toma como referencia el film de Manuel Romero para postular una hipótesis fuerte: "El deseo homosexual, más que estar “asociado” al fútbol practicado y alentado por varones, fue su condición de posibilidad y esa era también la trama que permitía la traducción de sentidos entre el fanatismo futbolístico y algunos de los lenguajes políticos del peronismo clásico. Esta hipótesis implica otra que abordaré en otro lugar, a saber, que el deseo homosexual era también parte integrante y decisiva de la sociabilidad política peronista tal como lo era el anhelo heterosexual". Más adelante, y luego de explicar la relación sexual entre la mirada del hincha y el rol del futbolista inspirado en Los cuatro conceptos fundamentales de Jacques Lacan, arriesga otra hipótesis: "en la relación del Ñato con Suárez se expresa la ligazón homosexual con el futbolista, vínculo tipo de la estructura libidinal del fútbol". También se sostiene que la relación de pareja es "entorpecida" por el fanatismo futbolístico.

Sin profundizar en los debates que suscitan estas tesis, vale puntualizar que no son novedosas las voces que señalan las conductas homofóbicas de la cultura del fútbol. Acha le añade que es "el deseo homosexual lo que fundamenta la subjetividad masculinista y homofóbica de la identidad futbolística del hincha". En el caso de la película citada, efectivamente aparece el amor entre hombres, pero cincuscripto en una trama más amplia donde la homofobia, el machismo y hasta el racismo quedan relegados o subsumidos por un espíritu de época donde el texto principal parecería ser otro: aquí importan las lealtades y las pasiones (con eje en el fútbol), independendientemente de las orientaciones sexuales y los actualizados temas de género. Dos ejemplos como muestra: los reclamos de Lina (Diana Maggi) para casarse van acompañados de la confesión de "que no se qué me habrá enamorado de vos". Y puede pensarse que el enamoramiento de Lina está dado por la vitalidad y los entusiasmos de Ñato, al punto que ella también celebra, discute y pelea por verlo feliz, tal vez por la recompensa futura del casamiento, tal vez porque así como es lo quiere y lo desea.

El otro factor que atenúa subrayar el vínculo homosexual entre Ñato y Suárez radica en cuestiones que los futboleros de ley conocen de sobra. Porque todos creemos encontrar la joya olvidada y nos aventuramos en vaticinios sobre jugadores, resultados, posibles desarrollos de los partidos. De hecho lo que verdaderamente importa para Ñato, como expresa la escena final, no es Suárez-futbolista, Suárez-hombre, Suárez-voyeur sino el Victoria, el orgullo del barrio, un disfrute de otro tipo: las maniobras exquisitas del crack. Sobre la base del vínculo con el club y con el fútbol-juego se construye la relación amorosa y sobre los pliegues de una época de pasiones El Hincha habla de amores, de convicciones profundas, de las primeros signos de corrupción, de los sueños de quienes se rompen los pulmones "hinchando" por un ideal.

¿O es que eso no vale nada?. 

P.P.

lunes, noviembre 08, 2010

ALL BOYS // La historia nuestra


José Romero es, quizás, un personaje aun desconocido en el mundo del fútbol. Su perfil bajo y modesto, sus inseguridades lógicas y su mesura en la victoria o en la derrota, características disonantes para un medio que les exige y les adjudica a los entrenadores poderes mágicos, alta exposición y saberes en distintos terrenos, aminoran la figura de este técnico que logró meterse definitivamente en la historia de un club, como muchos otros nombres que enaltecen la trayectoria de entidades prestigiosas del fútbol argentino. La lista es larga y variada, el juicio tal vez antojadizo. No obstante Pepe, símbolo de este ciclo venturoso de All Boys, ya se aseguró el cariño y reconocimientos futuros similares a los de Osvaldo Zubeldía, en Estudiantes de La Plata, Juan Carlos Lorenzo y Carlos Bianchi, en Boca, Ángel Labruna y Ramón Díaz, en River, por citar algunos apellidos destacables.

La referencia no solo se vincula con los conocimientos del entrenador ni con las presuntas influencias decisivas para enhebrar un período exitoso en base a triunfos continuos. Nada depende de una persona. Nunca. Aquí cuenta, por el contrario, un recorrido que, tras otro impacto conseguido por el cuadro de Floresta, ante el mismísimo River, se torna imprescindible repasar. Porque Romero corporiza y sintetiza como pocos lo que es este del club del trabajo silencioso y la paciencia, de las oportunidades negadas y las reseñas en tamaño miniatura, de las distancias visibles que lo separaron de la dicha durante décadas, expresadas en un anonimato que parecía perpetuo, en fallidos intentos por apostarse en un estrado superior, en el ritmo mediocre de una entidad y un barrio destinados a confinarse en sus propios bordes y sus propias limitaciones. Conviene, en tal sentido, recordar de dónde viene este club y, consecuentemente, los primeros días de Romero en el cargo (la encrespada B Metropolitana) para evitar lo que constituiría el peor gesto posible en estos tiempos pródigos: naturalizar lo mucho conseguido, algo que no cambiará si All Boys pierde la categoría. Cuestión que no exime de reparar en posibles errores de su conductor.

Hablar de Romero, volver sobre su figura, es -por todas estas razones- remitirse al pasado y presente de All Boys, a lo que configura un orgullo para evocar una y otra vez cuando se apague la euforia: un hombre de la casa, una gloria del recordado equipo del '72, un hincha del barrio que recoge el pulso y el sentimiento de su institución de referencia, deviene protagonista fundamental de aquellos relatos para comentarles a los amigos y a los circunstanciales enemigos de 90 minutos. También a los albos que vendrán.




La crónica, de igual modo que ante Boca en el mes de Agosto, ingresa en el rico archivo del cuadro de Floresta. Un día All Boys volvió a ganarle a River, en su cancha a diferencia de Boca. Por eso no hay motivos exteriores e interiores que opaquen o minimicen la magnitud del triunfo. Ni la penosa actualidad del cuadro millonario ni las intermitencias en el recibimiento del equipo de Romero, ni las piruetas de un Fabbiani beneficiado por una ovación solo justificada por algún movimiento interesante que deberá refrendar en muchos otros partidos.

La victoria, da la sensación, contiene otros elementos. Menos circunscripta al juego, lo que se valora son los pasos agigantados que viene dando All Boys, al margen de vaivenes en los números y un techo en su desempeño posible de subir, dado que derrotó a 3 grandes y al que seguramente se terminará coronando en el Apertura. Y en el trayecto, además, cabe también subrayar un aspecto importante: el cuadro de Romero luce, por momentos, solidario y convencido de que nadie le regaló nada para llegar a este umbral de reconocimiento, consciente de sus orígenes y de los mandatos de una hinchada exigente aunque agradecida. Un ejemplo semejante al de Romero lo ofrece Fernando Sánchez (*), emblema del equipo con su garra, su temple y un amor por el club no sometido a apetencias personales ni mediado por el dinero. Parecido a Almeyda y Palermo, bien distinto de Verón.

De cualquiera manera, resulta apropiado no fijarse en otras instituciones, muchas de ellas con sus señas distintivas, sus avatares y sus hazañas. Si algo se advierte en el camino reciente de All Boys es la búsqueda por reencontrar una historia suya, o por intentar escribirla de una buena vez, o por descubrirse capaz de conmover hasta el infinito a esos hinchas curtidos de sinsabores que celebraban jubilosos en la Mercedes alta, a los más pibes que saben de victorias y creen que todo está por hacerse, a los que, alguna vez, repartieron o reparten los afectos en dos.

Por tanto, el partido con River no merece un análisis exhaustivo, si bien lo del uruguayo Juan Pablo Rodríguez fue para elogiar debido a su esfuerzo rubricado con un gol y a su permanente ida y vuelta. O lo de Cambiasso y Sánchez, determinantes para llevar al equipo al triundo. O lo de Romero, intuitivo para elegir lo mejor en un encuentro que él también habrá soñado cuando proyectaba metas deportivas y profesionales menos ambiciosas desde su doble condición de entrenador y de hincha. Alcanza, entonces, con disfrutar de un hecho que ningún revés futuro puede borrar: constatar que el fútbol, como también otra actividad de la sociedad, permite revertir viejas inequidades, darse cuenta de que rinde frutos perseverar, tomar nota de lo que se hizo bien para estar mejor.

En el caso de All Boys, su historia avala que se trata de un momento esperado y de un premio merecido. Una historia hecha de derrotas, victorias, afectos y renovadas ilusiones. La razón principal para que los ejes y los sucesos que la nutren dejen lugar a nuevos apuntes y nuevos apartados de un tomo siempre incompleto. Afortunadamente, incompleto.

Pablo Provitilo

(*) http://albumblancodiariodeunhinchadeallboys.blogspot.com/2010/08/san-sanchez.html

viernes, noviembre 05, 2010

FÚTBOL ARGENTINO // Se parece más a ti


El River-Boca de la 14ª jornada cerrará la grilla de clásicos del Apertura 2010, con predomonio de triunfos locales tras las victorias de Independiente, Estudiantes y Huracán sobre sus tradicionales rivales, lo cual le agrega presión, más presión, a un River que juega con el aplomo de los campeones eternos. Pero este campeonato ofrece una ausencia significativa, un duelo atrapante, un partido que convoca a neutrales por sus desbordes, sus infinitas anécdotas, sus características distintivas que no lo hacen ni mejor ni peor que otros enfrentamientos tipicos, desde luego.

La referencia, está claro, alude a Rosario Central y Newell's, suspendido momentáneamente debido al descenso de Central aunque presente en el pulso, las dedicatorias cruzadas y el seguimiento constante sobre sus distintas actualidades por parte de hinchas leprosos y canallas. No es nuevo, sin embargo, este paréntesis en el clásico rosarino. Dos antecedentes de la historia, quizás los más importantes, así lo demuestran: en el inicio de la década del '60 el encuentro no continuó su saga ante el primer y único descenso de Newell's, que estuvo varias temporadas en la B luego de una recordada sanción impuesta por la AFA al incentivar a Excursionistas, oponente de Quilmes -el escolta del cuadro leproso- en ese campeonato que obtuvo Ñewell's en su primer año en el ascenso. Fue un episodio confuso, que generó sospechas en el público rojinegro teniendo en cuenta el protagonismo de Alberto J Armando, sin cargo en la AFA pero con influencias notorias, deseoso de organizar una liga de no más de 15 equipos. Claro tras el regreso de Newell's (1964) volvió la fiesta a la ciudad y la alegría al Parque de Independencia luego de un contundente 4 a 0 sobre Central. De ahí en adelante, La Lepra celebró y mucho al acreditar 5 torneos locales.

El otro intervalo es más reciente, 1985, año del tercer descenso de Central, si bien la temporada siguiente los tenía nuevamente a los dos en Primera, como cuando se afiliaron a la AFA en 1939. También aquella vez, el retorno de Central renovó el entusiasmo en la ciudad por la reedición del clásico -finalizó 0 a 0- y la felicidad en los centralistas teniendo en cuenta que el cuadro canalla se consagró campeón conducido por uno de sus tantísimos referentes: Ángel Tulio Zof. Los restantes descensos auriazules fueron en 1941, 1950 y 2010, aunque sobran argumentos para sacar pecho ante Newell's, dado que se impone en el historial general (45 a 42) y en el internacional (en la Libertadores de 1975 venció en partido desempate y pasó de ronda, y en 2006 lo eliminó de la Sudamericana con un gol histórico de Pirulo Rivarola), le ganó la semifinal del Nacional '71 en River, fuente de innumerables relatos y dramatizaciones, además de haber retornado inmediatamente luego de perder la categoría.

Es de esperar que, como pasó en tres oportunidades, Central vuelva a Primera lo más rápido posible. Por el fútbol argentino y por el duelo ante Newell's. Ese clásico que acredita récord de empates (71), reiterados incidentes con penas inéditas (descontarle puntos a los dos), pero también un mosaico de jugadores y escenas imborrables cuyos efectos en la actualidad revelan los tonos de un fixture al cual le falta algo; ni más ni menos que Central.

P.P.

jueves, noviembre 04, 2010

COPA SUDAMERICANA // Tradiciones


La Copa Sudamericana, un torneo que no logra prosperar en difusión y jerarquía más allá del genuino interés de determinados hinchas, entra en su etapa definitoria con la novedad de que Independiente, uno de los grandes del continente, retorna a los primeros planos luego de años de ostracismo, tempranas eliminaciones en distintas competencias y éxitos ajenos de clásicos rivales de su mismo país. Hay que remontarse 15 años atrás para encontrar sus últimos triunfos en el ámbito internacional, la extinguida Supercopa de los Campeones de América que se disputó durante menos de una década y la Recopa, para advertir que cualquier torneo en Sudamérica, con excepción de la Libertadores, es menos importante que el recorrido, la importancia y la carga simbólica de los clubes que intervienen.

Y es saludable este regreso no solo por la vieja estirpe copera del cuadro de Avellaneda, con sus noches de hazañas y emociones y sus nombres ilustres atesorados en la memoria, sino también por otros factores de igual relevancia. Por ejemplo, constatar que el peso de la historia trasciende a las modas de equipos con repentinas ínfulas de grandeza o fortalecidos por motivaciones económicas de acuerdo con las cifras que ofrece la Sudamericana, que es mucho, muchísimo dinero para instituciones que, posiblemente sin olvidar la gloria futura, saben también de réditos materiales e inmediatos. Algo de eso fue lo que se vio en el duelo de ida entre Independiente y Deportes Tolima, cuyas actualidades contrastantes no se notaron en la cancha, lo cual repone el carácter impredecible de este deporte pero asimismo de algo muy valioso y aun resistente llamado tradición.

El otro aspecto positivo de la reaparición de Independiente en el ámbito continental también se vincula con trazos de la historia, con sus vaivenes y sus revestimientos. Más situada en el espacio geográfico aunque proyectada hacia otros lugares del mundo, la rivalidad entre Independiente y Boca se potenció tras recientes y ruidosas victorias xeneizes a nivel internacional, algo que impuso la idea de dos auténticos reyes de copas vigorosos y potentes, ya no en Argentina, sino en ese Olimpo donde revistan Milán y el Real Madrid. Si se añade que Boca torció en su favor el duelo de enfrentamientos locales con el cuadro de Avellaneda, se comprende la necesidad de Independiente de reafirmar lo que configura el núcleo central de su identidad: el único copero, el rey de copas, el orgullo nacional.


Acaso la importancia adjudicada por los hinchas rojos a un certamen menor y desdibujado no se ligan tanto con el presente, las luces pasajeras y la pila de billetes de un trofeo sudamericano novedoso que -aparentemente-oxigenará las finanzas del club. Lo más importante es revalidar la trayectoria a fin de que nuevas camadas de aficionados conozcan rasgos de una experiencia fundamental, el motor para reivindicar aun más sus colores y alimentar nuevas ilusiones desde las tribunas. Ese especialísimo lugar donde también transcurre la historia.

P.P.