lunes, marzo 16, 2009

S(e)lecciones


"Los hinchas, primero, son hinchas de se sus clubes y después, quizás, de la selección". ¿La frase pertenece a Maradona? ¿Riquelme? ¿Bochini? ¿Bilardo? ¿La 12?Ninguno de ellos. La definición, en todo caso, importa menos por su autor que por los significados que encierra. Desafiar un sentimiento primario, totalizante, que encarnan las narraciones de la patria no es algo para debatir ni es algo que esté contemplado en la agenda. Ninguna de las empresas -entre las cuales están las periodísticas- concede este tipo de polémicas. A la selección se la ama y punto. El que no juega el juego pierde: de antipatria a traidor, otras adjetivaciones sobran.
Sin embargo, ¿qué atractivos ofrece el combinado nacional? ¿A quién/quiénes representa? ¿A Quilmes y Coca Cola o a los hinchas? ¿A Grondona y De Luca o los fieles peregrinos de Racing y Gimnasia? ¿A los periodistas que postulan jugadores o a los simpatizantes que sugieren a los propios? Las opiniones abarcan múltiples puntos de vista. Y todos tendrán razones para manifestarse. Desde Giordano hasta Mirta Legrand.
Creemos que ayer, involuntariamente, la hinchada de Boca sinceró un tema urticante para el fútbol argentino. La debacle del ciclo Basile, manifestado en una merma ostensible de entradas vendidas en sus últimos partidos como local, configura apenas una señal. El dato mayor, arriesgando una hipótesis, se funde con la imagen que devuelve un producto. Y un producto siempre está sometido al juicio de consumidores exigentes. La selección, en consecuencia, no parece la representación de lo nuestro ni condensa la dicha de la patria porque la patria no empieza en Grondona o TyC Sports ni termina en la publicidad de Quilmes. Demasiados intereses en disputa jaquean ese contrato.
¿Qué es entonces el equipo argentino? Para algunos, algo que despierta curiosidad. Crónica amarilla. Polvo de estrellas. Para otros, aquello que estorba en el calendario. De hecho, el Central de Mostaza, el Huracán de Angelito, el lobo de Madelón -por citar técnicos y clubes circunstanciales- persisten como referencia obligada del domingo (o el sábado). Parece evidente que los núcleos de identificación, la camiseta sagrada, el barrio chico, resisten cualquier embate. Allí no están todos, claro. Animémos ya que estamos: ¿Canallas o triperos aceptan la B Nacional a cambio de Argentina campeón? Quizás no haya que elegir. Pensándolo bien, allí no hay dos opciones.

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